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Con motivo del 20º aniversario de Corresponsables, hablamos con Juan Alfaro, secretario del Club Excelencia en Sostenibilidad, uno de sus grandes pioneros, primero como abogado ambientalista, luego impulsando una de las primeras memorias de RSE en el sector privado y después creando el Club de Excelencia en Sostenibilidad en 2002, una de las primeras asociaciones dedicadas a promover buenas prácticas en RSE en España.
Director del Programa de Liderazgo de ESG en el IE Business School, Alfaro recuerda cómo “los primeros años fueron de lucha para convencer a las empresas de integrar la sostenibilidad en sus estrategias” y, cuando el concepto ya se estaba asentando, llegó la crisis económica, que “evidenció que la sostenibilidad no es un lujo, sino una fuente de resiliencia”.
«La sostenibilidad no es un lujo, sino una fuente de resiliencia»
Con sinceridad y transparencia recuerda los incontables obstáculos de los primeros años, pero también ofrece su perspectiva sobre sus desafíos actuales, el papel fundamental de las nuevas generaciones y la necesidad de que la Sostenibilidad se entienda como un componente esencial de la estrategia empresarial, no solo como un elemento reputacional.
¿Cómo, cuándo y por qué comenzaste a involucrarte en el ámbito de la Responsabilidad Social?
Estudié Derecho y, al finalizar la carrera, me encontraba en ese momento de reflexión propio de cualquier joven que debe tomar decisiones sobre su futuro. Mi dilema era elegir entre convertirme en abogado mercantilista o penalista. Buscaba nichos dentro del ejercicio profesional que me permitieran crecer rápidamente y aportar valor a cualquier organización.
«Fui, si no el primero, uno de los primeros en asumir el rol de director de sostenibilidad en España»
Fue entonces cuando descubrí un programa de dirección centrado en derecho ambiental, organizado por un despacho en Madrid. Me pareció una oportunidad interesante para diferenciarme, así que pensé: «Oye, quizá pueda destacar como abogado medioambientalista». Así que, en el último año de carrera, decidí inscribirme. Nada más terminarlo, comencé a trabajar en la ingeniería familiar en Albacete.
Poco después, me incorporé a una compañía llamada Ingenieros Asesores, donde pude conocer la práctica ambiental desde una perspectiva muy operativa. Ahí aprendí, por ejemplo, cómo se realiza una medición isocinética en una chimenea, cómo se calculan las demandas biológicas de oxígeno (DBO) en los vertidos… En definitiva, viví el medio ambiente desde dentro, en el día a día técnico de las instalaciones.
«Aunque algunos pensaban que ‘sostenibilidad’ era un término incomprensible, yo insistí en mantenerlo»
Dentro de la misma empresa, me hice cargo rápidamente del área privada de clientes, en una compañía que hoy se conoce como «En Vida». En ese departamento, lo habitual era captar y gestionar cuentas estratégicas, y uno de esos clientes fue Siemens, la multinacional alemana. Fue esta empresa la que me fichó para ocupar el cargo de director de Medio ambiente y Sostenibilidad. Esto sucedió en 1996.
No habría muchos cargos similares en esos años…
En aquel momento, en España ya existían perfiles centrados en medio ambiente, pero no había directores de sostenibilidad, ni personas que hablaran de reporting o de conceptos como la triple cuenta de resultados. Creo que fui, si no el primero, uno de los primeros en asumir ese rol en el país. Desde entonces ha llovido mucho. De hecho, en 1997-1998 fuimos los primeros en publicar un informe de sostenibilidad con enfoque en la triple cuenta de resultados. Aquel informe lo guardo con mucho cariño, porque fue precursor de todo lo que vino después.
«Cuando Siemens me liberó de mis responsabilidades ejecutivas, aproveché para crear un programa pionero en responsabilidad corporativa»
¿Cuál fue el primer proyecto o iniciativa de RSE en el que trabajaste? ¿Cómo lo recuerdas?
Cuando Siemens me liberó de mis responsabilidades ejecutivas dentro de la multinacional, aproveché ese momento para contactar con el IE. Les propuse la creación de un programa de dirección en Responsabilidad Corporativa, una formación pionera en aquel entonces. El IE acogió con entusiasmo la idea, y así comenzó lo que sería un recorrido formativo muy sólido y duradero en este ámbito.
«En los primeros años, la mayoría de los directivos eran escépticos ante este nuevo enfoque»
Ese programa ha estado vigente durante muchos años, y seguimos trabajando en él, manteniendo el mismo enfoque de fondo, aunque evolucionando naturalmente con los tiempos. Me enorgullece haber contribuido al desarrollo de una formación ejecutiva de alto nivel que ha ayudado a preparar a numerosos profesionales para liderar en sostenibilidad.
¿Cómo fue la transición de ser un ejecutivo dentro de una multinacional a fundar una asociación de sostenibilidad?
La transición fue bastante natural. En aquel momento, Siemens estaba en plena expansión bajo la presidencia de Eduardo Montes, una figura clave en el impulso de la compañía. Recuerdo muy bien que un día, también en el ascensor, le dije: “Presidente, me gustaría crear una asociación para compartir buenas prácticas sobre sostenibilidad entre compañías”. Me escuchó con atención y aprobó la idea de inmediato.
Así fue como nació el Club de Excelencia en Sostenibilidad en 2002. Aunque en aquel entonces algunos sectores internos, como el departamento de comunicación en España, opinaban que el término “sostenibilidad” era poco comprensible para el público, yo insistí en mantenerlo. Sabía que en el mundo anglosajón ya se utilizaba con naturalidad y tenía claro que era cuestión de tiempo que se adoptara también aquí. Y no me equivoqué.
«Muchos CEO no manejaban el lenguaje propio de la RSE; todo resultaba ajeno»
Más tarde, cuando Eduardo dejó la presidencia de Siemens, tomé la decisión de externalizar el club, convirtiéndolo formalmente en una asociación empresarial sin ánimo de lucro. Al desvincularme de la multinacional, entendí que era el momento idóneo para impulsar la formación ejecutiva en sostenibilidad. Esa decisión me llevó a crear el mencionado programa de dirección en responsabilidad corporativa, que tú mismo, Marcos, cursaste en su momento. Hoy, esa formación ha evolucionado y se llama Programa de Dirección de Liderazgo en ESG.
¿Cómo era el panorama de la RSE cuando comenzaste, en comparación con cómo es hoy?
En los primeros años, empezábamos a ver tímidos indicadores de que la RSE no solo generaba valor social o ambiental, sino también económico. Sin embargo, aunque contábamos con algunos visionarios, como el propio Eduardo Montes, la mayoría de las empresas y sus directivos eran escépticos ante este nuevo enfoque.
Durante los primeros años en Siemens, trabajamos intensamente para desarrollar nuestro informe de sostenibilidad. Nos llevó dos años completarlo. En paralelo, comenzamos a construir plataformas de relación con nuestros grupos de interés, lo cual era completamente innovador en ese momento.
«La sostenibilidad ha dejado de ser algo aspiracional para convertirse en una prioridad estratégica»
Recuerdo con especial cariño el trabajo conjunto con Aldo Olcese y Miguel Ángel Rodríguez. Con ellos coescribí en 2008 el Manual de la Empresa Responsable y Sostenible y desarrollamos casos de estudio que ayudaron a conceptualizar y aplicar la responsabilidad corporativa de una forma práctica y tangible.
«La crisis económica evidenció qué empresas realmente creían en estos valores»
Hoy el contexto es completamente diferente. La pregunta ya no es “¿por qué debemos integrar la sostenibilidad?”, sino “¿cómo lo hacemos más rápido y mejor?”. Se han creado nuevas profesiones, herramientas y mercados. La sostenibilidad ha dejado de ser algo aspiracional para convertirse en una prioridad estratégica en los consejos de administración.
Pronto regresaremos al hoy, pero en Corresponsables nos interesa mucho repasar y recordar los inicios de la RSE… ¿cuáles fueron los mayores desafíos, barreras y obstáculos en sus primeras etapas?
Recuerdo claramente que en aquellos años éramos muy pocos trabajando en este ámbito, especialmente en el entorno asociativo. Forética y nosotros fuimos los dos principales agentes impulsores de la RSE en España. Existía muy poca masa crítica, y eso hacía que el trabajo fuera desafiante, pero a la vez pionero.
Uno de los principales retos fue la incomprensión generalizada. Muchos CEO no manejaban el lenguaje propio de la RSE. El vocabulario, los conceptos… todo resultaba ajeno. Predominaba la incredulidad, y la sostenibilidad se percibía como algo accesorio, casi cosmético. La visión de que podía formar parte central de la estrategia empresarial aún no había calado.
Además, los perfiles profesionales que trabajaban en estas áreas eran, en su mayoría, altamente técnicos: ingenieros, químicos, biólogos… Lo que planteaba una dificultad adicional para traducir ese enfoque técnico en decisiones corporativas o de negocio.
Sin embargo, con el paso del tiempo, conseguimos que se entendiera que la RSE no era únicamente una cuestión operativa o reputacional, sino una verdadera palanca estratégica. Hoy en día, ver cómo muchas empresas integran la sostenibilidad en el corazón de su modelo de negocio es para mí una gran satisfacción. Ha sido un proceso largo, pero muy gratificante.
También hubo un componente político muy relevante. Tuve numerosas interacciones con figuras clave como Ramón Jáuregui, lo que me permitió participar en procesos legislativos y de impulso institucional vinculados a la responsabilidad social. Fue una etapa muy enriquecedora, que contribuyó a darle respaldo público y normativo a lo que, en su momento, era un campo emergente.
Y en pleno auge estalló la crisis económica…
Así es. La crisis económica de 2008 fue un momento particularmente crítico. Como suele ocurrir en contextos de recesión, muchas empresas recortaron drásticamente sus presupuestos en áreas como sostenibilidad, comunicación y responsabilidad social. Sin embargo, fue precisamente en ese momento cuando se evidenció qué organizaciones realmente creían en estos valores y cuáles los habían adoptado de forma más superficial.
A pesar de las dudas y la presión económica, muchas compañías decidieron mantener sus compromisos. Fue una etapa muy exigente, pero también una gran oportunidad para demostrar que la sostenibilidad no es una cuestión ornamental, sino una fuente de resiliencia empresarial.
«La pandemia también puso de manifiesto el valor de las empresas que invirtieron en sostenibilidad»
La pandemia de la COVID-19 fue otro momento determinante. Supuso un golpe global inesperado, que obligó a las organizaciones a adaptarse rápidamente a nuevas formas de operar, comunicar y actuar. Sin embargo, también puso de manifiesto el valor de aquellas empresas que habían invertido en sostenibilidad, gobernanza y capital humano.
Durante esa crisis sanitaria recopilamos una gran cantidad de buenas prácticas impulsadas por empresas españolas que supieron responder con agilidad, responsabilidad y compromiso. Este material será publicado próximamente, y creo que aportará mucho valor como referencia de cómo actuar ante situaciones límite.
¿Cuáles consideras que han sido los hitos más importantes en la evolución de la RSE y la Sostenibilidad en estas dos décadas y qué factores crees que han impulsado estos cambios?
Desde mi perspectiva, ha habido varios hitos fundamentales. Uno de ellos fue, sin duda, la posibilidad de mantener audiencias con la Casa Real, lo que dio visibilidad y legitimidad institucional a la agenda de la sostenibilidad empresarial en sus primeras fases. Otro gran logro fue como ya he dicho la creación del Manual de la Empresa Responsable y Sostenible, que ayudó a estructurar y conceptualizar la RSE desde una perspectiva práctica y cercana a la realidad empresarial.
También recuerdo con especial admiración a los primeros directivos y ejecutivos que decidieron tomar las riendas de esta transformación en sus compañías. Fue un grupo de personas con visión, valentía y sentido del largo plazo, que entendieron que la sostenibilidad no era una moda, sino una palanca real de competitividad.
«Hoy la pregunta ya no es ‘por qué’, sino ‘cómo lo hacemos más rápido y mejor’»
En cuanto a los factores que han impulsado el cambio, han sido diversos y complementarios: el impulso normativo, el avance del conocimiento científico, la presión —cada vez más sofisticada— de los inversores, el cambio de mentalidad de los consumidores, y el surgimiento de nuevas generaciones que ya vienen formadas con una sensibilidad ética y ambiental mucho más profunda.
Además, ha sido clave el papel de las escuelas de negocio, las plataformas colaborativas entre empresas y los medios de comunicación especializados como Corresponsables, todo ha ayudado a crear un ecosistema sólido y profesionalizado.
Ya han llovido 20 años desde que nos conocimos…
Recuerdo perfectamente cuando nos conocimos. Lo que realmente me marcó fue tu entusiasmo. Desde el principio vi en ti una convicción muy fuerte, una energía emprendedora poco común, y una visión clara de lo que querías construir.
Corresponsables nació en 2005 como una pequeña startup en un terreno donde no existía prácticamente nada. Sin embargo, tenías muy claro el propósito: crear un medio especializado en sostenibilidad, con una estructura innovadora que incluyera web, revista y anuario. Lo hiciste en un momento en el que la sostenibilidad apenas tenía presencia en los medios.
«Corresponsables es hoy un referente en la comunicación sobre sostenibilidad»
Fuiste pionero. Y gracias a tu esfuerzo, hoy Corresponsables es un referente en el ámbito de la comunicación sobre responsabilidad social y sostenibilidad. Habéis contribuido de manera decisiva a dar voz a miles de organizaciones y profesionales que, de otro modo, no habrían tenido visibilidad. Me siento muy orgulloso de haber acompañado este proceso y de haber sido testigo de su consolidación, tanto en España como en América Latina.
Gracias por tus palabras Juan, ya sabes que el sentimiento es mutuo… ¿Podrías compartir algún momento o experiencia que haya sido especialmente memorable en tu trayectoria en RSE?
Uno de los momentos más significativos fue durante la crisis económica. Mientras muchas compañías optaban por reducir gastos en todas las áreas, nosotros decidimos mantenernos firmes en nuestro compromiso con la responsabilidad social. Fue una decisión valiente, pero también estratégica. Aquel contexto, lleno de incertidumbre, puso a prueba nuestras convicciones. Y lo que quedó claro es que la sostenibilidad no es solo una cuestión ética o reputacional: es también una fuente de valor económico a largo plazo.
Esa etapa fue dura, pero también muy clarificadora. Nos permitió demostrar que tener una estrategia clara en sostenibilidad no es un lujo, sino un componente esencial de la resiliencia empresarial. Hoy, muchos de aquellos principios que entonces defendíamos han sido validados por el tiempo y por los resultados.
¿Cómo valoras la evolución de los perfiles profesionales en el ámbito de la sostenibilidad?
En los comienzos, como he dicho antes, los perfiles predominantes eran técnicos. Las empresas solían confiar estas materias a especialistas en medio ambiente, normalmente ingenieros o químicos, que hacían un trabajo excelente desde el punto de vista operativo, pero que, en muchos casos, no contaban con herramientas estratégicas o de comunicación para trasladar el impacto global de su trabajo.
«El futuro de la sostenibilidad está, sin duda, en manos de las nuevas generaciones»
Con el tiempo, vimos cómo se fueron incorporando profesionales del ámbito jurídico, económico y de la gestión empresarial. Esto permitió una comprensión más holística de la sostenibilidad, conectando las cuestiones sociales y ambientales con los resultados financieros y con la estrategia corporativa.
Hoy en día, los CFOs —directores financieros— tienen un papel clave en este ámbito. La sostenibilidad ha dejado de ser un tema periférico para convertirse en una cuestión central, con un impacto directo en la rentabilidad, la atracción de inversión y la reputación de las compañías. Es una transformación que he vivido con mucha intensidad y que demuestra cómo el enfoque ESG ha madurado profundamente en apenas dos décadas.
¿Qué consejo le darías a las nuevas generaciones de profesionales interesados en la RSE?
Es un consejo que también le doy a mis propios hijos, que están ahora en etapa de formación. Les insisto en que la sostenibilidad es un campo que requiere compromiso, rigor y transparencia. No basta con cumplir formalmente unos requisitos o seguir una moda. Se trata de trabajar con seriedad, con una visión de largo plazo, y con una clara intención de generar un impacto positivo real.
Hoy las nuevas generaciones están mucho mejor preparadas. Cuentan con una formación mucho más centrada en los valores, en la ética y en la sostenibilidad. Ya no se trata solo de trabajar en grandes corporaciones: muchos jóvenes están creando sus propias startups enfocadas en sostenibilidad, desarrollando plataformas de reporting o aplicando inteligencia artificial al análisis ESG. Están innovando, aportando soluciones nuevas y construyendo el futuro.
A ellos les diría: aprovechad este momento histórico. Las oportunidades son enormes. Las empresas, los gobiernos y la sociedad necesitan talento comprometido y con una visión transformadora. El futuro de la sostenibilidad está, sin duda, en sus manos. Y aunque será un camino lleno de retos, también será —sin exagerar— uno de los viajes profesionales y vitales más gratificantes que se pueden emprender hoy.
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