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“Mi implicación en la RSE fue natural, casi inevitable”. Así resume su trayectoria uno de los grandes referentes del ámbito de la economía social en España, cuya visión sobre la empresa —como agente al servicio de las personas y del bienestar colectivo— ha guiado toda su carrera.
Desde sus inicios profesionales, Marcos de Castro Sanz ha defendido con firmeza una idea que hoy parece incuestionable pero que, en su momento, generaba rechazo y desconcierto: “en aquellos primeros años, hablar de RSE era enfrentarse a resistencias, malentendidos y una profunda desconfianza”.
Ligado desde siempre al cooperativismo, especialmente a través del Grupo Mondragón y de la Confederación Empresarial Española de la Economía Social (CEPES), del que fue su Presidente así como Consejero en el Consejo Económico y Social, recuerda una anécdota vivida en el Consejo Económico y Social que ilustra bien el contexto de la época: al plantear que el desarrollo económico debía ir de la mano del bienestar social, un alto cargo empresarial le espetó con ironía: “¿Usted quiere hacer empresas o conventos?”
Dos décadas después, Marcos de Castro reconoce que la RSE ha evolucionado enormemente. Ya no es un concepto marginal, sino que se ha integrado en la legislación, en la academia y en muchas políticas públicas. En este proceso, reconoce el papel de actores clave como las universidades, el Observatorio de RSC, la acción política y, especialmente, Corresponsables: “Desde sus inicios, ha sido una herramienta fundamental para visibilizar prácticas responsables, tender puentes entre actores y mostrar que otra manera de hacer empresa es posible, deseable y viable.”
Con una mirada optimista, anticipa un futuro marcado por un mayor compromiso normativo, una ciudadanía más formada y consciente y empresas que comprendan que no pueden actuar de espaldas a la sociedad.
A quienes empiezan en este ámbito uno de sus grandes pioneros les lanza un consejo claro: “No olviden nunca que la empresa vive en la sociedad e interactúa con ella. No es solo la cuenta de resultados”.
¿Cómo, cuándo y por qué comenzaste a involucrarte en el ámbito de la Responsabilidad Social Empresarial?
Siempre he trabajado en el ámbito de la economía social, donde el concepto de responsabilidad social está implícito en su forma de entender la empresa. Por tanto, mi implicación en este ámbito fue natural, casi inevitable, desde los primeros momentos en que comenzó a divulgarse conceptualmente la RSE a inicios del nuevo siglo.
«En aquellos primeros años, hablar de RSE era enfrentarse a resistencias, malentendidos y una profunda desconfianza»
Desde esa convicción, he defendido durante toda mi trayectoria la necesidad de que la actividad económica esté al servicio de las personas y de la sociedad en la que opera. Una visión que hoy forma parte del consenso, pero que entonces requería una gran dosis de pedagogía y compromiso.
¿Recuerdas alguna anécdota o vivencia de aquellos primeros años en este campo?
Una especialmente reveladora fue durante una sesión del Consejo Económico y Social, cuando defendí la necesidad de vincular empresa y bienestar social como binomio imprescindible para el desarrollo económico. Un alto cargo de la CEOE me interpeló con cierta ironía: “¿usted quiere hacer empresas o conventos?”. Este tipo de reacciones reflejaban hasta qué punto el concepto de RSE era entonces percibido como una amenaza o una anomalía. No se entendía que una empresa pudiera tener objetivos más allá del beneficio económico inmediato.
¿Qué más recuerdas del panorama de la RSE en sus inicios en comparación con la situación actual?
En aquel entonces, la Responsabilidad Social era un concepto desconocido para la mayoría del tejido empresarial. Todo eran resistencias, malentendidos y una profunda desconfianza. Algunos dirigentes afirmaban sin rodeos que la única responsabilidad de una empresa era ganar dinero. Y ahí acababa la conversación.
«La RSE ha evolucionado enormemente. Ya no es un concepto marginal, sino que se ha integrado en la legislación, en la academia y en muchas políticas públicas»
Hoy la situación ha cambiado notablemente. El concepto está desarrollado, cuenta con base normativa y reconocimiento institucional. Se ha integrado en los programas académicos, en la legislación y en muchas políticas públicas. Pero todavía arrastra inercias que debemos seguir combatiendo.
¿Qué otros obstáculos y resistencias encontraste a la hora de promover prácticas responsables en las empresas?
La principal barrera fue, y en parte sigue siendo, considerar la RSE como un freno a la competitividad. Muchas personas pensaban que preocuparse por el entorno, por los derechos laborales o por el impacto ambiental limitaba la acción empresarial, especialmente en un mercado tan competitivo como el actual.
«La principal barrera fue, y en parte sigue siendo, considerar la RSE como un freno a la competitividad»
A esto se sumaba una visión reducionista del mercado, que lo desvinculaba por completo de la sociedad. Se hablaba constantemente de rentabilidad, pero muy poco de impacto social. Costó mucho introducir una mirada más amplia, más integral.
¿Observabas resistencias similares en otras organizaciones o personas defensoras de la RSE?
Sí, muchas veces he visto cómo quienes promovían enfoques responsables eran tratados como ingenuos o como obstáculos para el negocio. Dominaba una cultura empresarial donde todo se justificaba si se obtenía mayor competitividad, sin importar el coste social o ambiental. Era común encontrar actitudes que veían como “limitación” cualquier respeto a los derechos de las personas, al medioambiente o al bien común. Se hablaba de mercado, pero se ignoraba por completo a la sociedad.
«Muchas veces he visto cómo quienes promovían enfoques responsables eran tratados como ingenuos o como obstáculos para el negocio»
¿Cuál fue el primer proyecto relacionado con la RSE en el que trabajaste directamente?
Más que un proyecto concreto, mi primer compromiso fue impulsar, desde la economía social, una forma distinta de entender la empresa: como agente activo en la mejora de la sociedad. Esto implicaba promover estructuras empresariales coherentes con valores como la equidad, la participación, la sostenibilidad o la solidaridad.
Aunque no siempre fue fácil, estoy convencido de que contribuir a integrar esa visión en el desarrollo económico fue un paso fundamental en la consolidación de la RSE en España.
¿Hubo alguna experiencia especialmente memorable en tu trayectoria en RSE que te haya marcado?
Sí, recuerdo un curso universitario sobre RSE en el que se expusieron buenas prácticas medioambientales de empresas, pero sin citar nombres. Pregunté por qué y me dijeron que algunas no tenían a todos sus trabajadores dados de alta. Temían que al mencionarlas hubiera inspecciones.
Fue un ejemplo claro de cómo, en muchos casos, la RSE era una fachada parcial y no implicaba una gestión empresarial coherente en todos sus niveles.
¿Cuáles han sido tus principales referentes o entidades clave en este camino?
Yo destacaría cuatro pilares: la labor de Corresponsables como medio de referencia, el trabajo del Observatorio de RSC, el impulso desde la universidad y la integración de la RSE en la política pública. Todos ellos han contribuido a consolidar el concepto y a extender su práctica en distintos sectores y ámbitos.
«Lo que más me impresionó de Marcos no fue solo su esfuerzo por sacar adelante una publicación especializada en RSE, sino su convicción profunda de que era posible construir empresas más responsables»
Gracias por la parte que nos toca… ¿qué papel consideras que ha jugado Corresponsables en la expansión de la RSE en estas dos décadas?
Un papel fundamental. Ha contribuido a extender el concepto de RSE más allá de los círculos tradicionales, acercándolo a muchas organizaciones que quizá no se hubieran planteado su aplicación.
Conocí Corresponsables en sus inicios. Desde el primer momento me pareció una iniciativa novedosa y necesaria. Interpreté que era una nueva forma de intervenir en el mundo de la economía social, desde la comunicación y la visibilización de prácticas responsables.
«Corresponsables ha sido una herramienta fundamental para visibilizar prácticas responsables, tender puentes entre actores y mostrar que otra manera de hacer empresa es posible, deseable y viable»
Valoré especialmente su capacidad de integración, su voluntad de incluir a todo tipo de empresas y de tender puentes entre distintos actores. Corresponsables ha sabido generar espacios de reflexión y de encuentro, promover buenas prácticas y mostrar que otra manera de hacer empresa no solo es posible, sino también deseable y viable.
¿Cuáles consideras que han sido los hitos más importantes en estas dos décadas y qué factores los han impulsado?
Creo que el principal avance es que hoy se entiende que la acción empresarial no puede ser dañina para las personas ni para la sociedad. Esa idea se ha interiorizado socialmente, hasta el punto de que hay empresas que ya son rechazadas por su mal actuar. También ha influido de forma clave la legislación, que empieza a sancionar malas prácticas y a incentivar una mayor conciencia en la acción empresarial.
«Hoy la situación ha cambiado notablemente. El concepto está desarrollado, cuenta con base normativa y reconocimiento institucional»
¿Qué lecciones principales has aprendido a lo largo de tu trayectoria en responsabilidad social?
La primera gran lección es que la cultura de gestión empresarial necesita ser repensada continuamente. No basta con integrar conceptos nuevos, hay que revisar las lógicas tradicionales con las que se actúa en el mercado.
He aprendido también que, sin una visión crítica y actualizada, las inercias del sistema tienden a reproducirse, dificultando los cambios profundos que se necesitan.
¿Qué destacarías de tu evolución profesional y personal en relación con la RSE?
Diría que he aprendido a mirar la empresa no como una estructura aislada, sino como una organización viva, profundamente interdependiente con la sociedad. Observar el impacto social de las decisiones empresariales y comprender sus implicaciones ha sido, sin duda, una de las mayores transformaciones de mi manera de entender el trabajo directivo.
«El principal avance es que hoy se entiende que la acción empresarial no puede ser dañina para las personas ni para la sociedad»
¿Qué cambios significativos has observado en la RSE en España desde que comenzaste?
El cambio ha sido enorme. En los inicios, la RSE era un concepto desconocido y generaba todo tipo de resistencias. Hoy, por el contrario, se ha convertido en una noción incuestionable, integrada no solo en las políticas públicas, sino también en la academia y en el discurso empresarial general.
Hemos pasado de una sospecha constante a un reconocimiento amplio, aunque todavía persistan retos en su aplicación real.
¿Qué caso de éxito destacarías como emblemático en el ámbito de la RSE?
Más que un caso puntual, destacaría el cambio social en torno al rechazo a la contaminación y a los impactos negativos empresariales. La ciudadanía es cada vez más consciente y exigente ante estos temas. Ese despertar social es un éxito colectivo que refleja el trabajo de muchas personas e instituciones durante años.
¿Cómo ves el futuro de la RSE y la Sostenibilidad? ¿Qué retos y oportunidades anticipas?
Soy optimista. Creo que estamos ante un crecimiento sostenido de la conciencia social, apoyado por una mayor formación académica y, sobre todo, por una acción política más comprometida.
Las normas, las leyes y los nuevos marcos regulatorios marcarán la diferencia en las próximas décadas.
¿Qué consejo darías a las nuevas generaciones interesadas en la RSE?
Les diría que no olviden nunca que la empresa vive en la sociedad e interactúa con ella. No es solo la cuenta de resultados. Incorporar esta mirada es esencial para construir organizaciones que realmente generen valor compartido.
¿Cuál consideras que ha sido tu mayor contribución al campo de la RSE?
Haber defendido, desde distintas responsabilidades, la idea de que la empresa debe estar plenamente inserta en la sociedad y actuar en diálogo con ella. Esa convicción ha guiado mi manera de trabajar, tanto en lo estratégico como en lo cotidiano.
¿Y si pudieras empezar de nuevo, habría algo que harías diferente?
Sí, me habría gustado haber incorporado antes la voz y la participación real de las personas, no solo como fuerza de trabajo o consumidores, en el desarrollo de las empresas.
La RSE no puede construirse sin escuchar activamente a quienes forman parte de la sociedad que queremos mejorar.
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