Ningún país consigue una nota sobresaliente en su compromiso contra el cambio climático. Es la principal conclusión del Índice de Rendimiento frente al Cambio Climático de 2023, que sitúa a España en el puesto número 23 de los 60 países analizados, que en conjunto suman el 92% de las emisiones responsables del calentamiento global. Nuestro país escala 11 puestos respecto del anterior índice, fundamentalmente por el empuje que ha supuesto la Ley de Cambio Climático y Transición Ecológica. Se sitúa así entre los Estados con un rendimiento medio. Dinamarca encabeza la lista en la que los primeros tres puestos, reservados a rendimientos muy altos, quedan desiertos un año más.
Este ranking, que cumple su 18ª edición, es elaborado anualmente por las ONG GermanWatch y Climate Action Network Europa, de la que forma parte activa SEO/BirdLife, a partir de evaluaciones realizadas por expertos de cada país. En el caso de España, el GCTFNN. Ha sido presentado en la 27ª Conferencia de las Partes del Convenio Marco de Naciones Unidas para el Cambio Climático, la COP27, que ya ha entrado en su fase final de negociación.
El índice analiza cuatro indicadores: emisiones de gases efecto invernadero per cápita, consumo de energía, tendencia de implantación de renovables y políticas naciones de clima. De acuerdo con el análisis, ninguno de los países ha sido lo suficientemente fuerte en todas las categorías para obtener una calificación global muy alta. Dinamarca se queda en un notable alto, cerca del 79,61 sobre 100, seguida por Noruega, con un 73,28 sobre 100.
España obtiene un 58,59 sobre 100 como cómputo global. Se sitúa el puesto 17 de 62 en materia de política climática, el 20 en relación a emisiones, el 21 en cuanto al uso de energía y el 30 en materia de renovables. Los analistas saludan el empuje de la ambición recogida en la ley de cambio climática, aprobada el pasado año, y ponen el acento en la necesidad de eliminar los subsidios a los combustibles fósiles y en mejorar la participación de la ciudadanía en proyectos renovables para apuntalar una transición ecológica justa.
China, Japón, Estados Unidos, Hungría, Polonia, Australia, Malasia, China Taiwán, Canadá, Rusia, Corea del Sur, Kazajstán, Arabia Saudita e Irán, en este orden, están todos en la zona roja de “desesperación climática”, ocupando puestos por debajo del 50 de la lista. En esta relación de suspensos figuran nueve de los 16 mayores productores de combustibles fósiles, que colectivamente extraen alrededor del 70% de todos los combustibles fósiles a nivel mundial. Todos ellos, excepto Canadá, tienen cuotas de energía renovable bajas o muy bajas.
Rusia perdedora, Chile ganadora del año
Chile ha sido nombrado “campeón” de la lista de 2023. Desde su inclusión en el índice en 2020, ha ocupado puestos altos fundamentalmente debido a su bajo nivel de emisiones per cápita. Este año ha escalado tres puestos gracias a su impulso legislativo, comprometiéndose a llegar a emisiones cero netas en 2050. Rusia, en el lado opuesto, ha sido nombrado “perdedor” debido a su mal rendimiento en el índice, su baja penetración de renovables –apenas un 3%- y, de manera especial, por el efecto que la guerra de Ucrania, que está impulsando el uso de combustibles fósiles a escala global.
Los deberes del G20 y de la UE
El índice lanza un mensaje generalizado al Grupo de los Veinte, conocido como G20, reunido estos días en Bali (Indonesia) y que aglutina el 75% de las emisiones de gases del mundo. Con la India (8º), el Reino Unido (11º) y Alemania (16º), sólo tres países del G20 se encuentran entre los que obtienen mejores resultados en el índice 2023. Doce países del G20 reciben una puntuación global baja o muy baja. Canadá, Rusia, Corea del Sur y Arabia Saudí obtienen los peores resultados.
La Unión Europea, que forma parte del G20, es analizada en conjunto por el índice. Este año, el empuje en la ambición comunitaria permite a la Unión escalar tres puestos hasta la posición 19, a las puertas de obtener una clasificación alta. Nueve países de la UE se encuentran entre los resultados altos y medios, incluyendo a España, que obtiene la segunda mejor escalada de un país comunitario, solo precedido por Estonia, que logra ascender 23 puestos. Francia, por el contrario, desciende 11 puestos hasta el 28º, debido principalmente a su peor posición en la categoría de Política Climática en comparación con el año anterior. Hungría (53º) y Polonia (54º) son los miembros de la UE con peores datos.
Los analistas ven con buenos ojos el empuje en la ambición climática europea, pero recuerdan que sus compromisos no están alineados con lo que se necesita para mantener el calentamiento global por debajo de los 1, 5ºC, el límite para mantener una relativa estabilidad climática. Sostienen que es preciso adelantar las emisiones cero a 2040 en la UE y subrayan que la diversificación energética exprés que ha provocado la guerra de Ucrania, que ha llevado a los países de la UE a buscar combustibles fósiles en África y el desarrollo de infraestructuras en este sentido, no puede menoscabar la senda de descarbonización que se había emprendido.
Un largo camino por recorrer, pero con poco tiempo
Desde el año 2000, las emisiones de GEI han crecido en todo el mundo más de un 40%. Tras un descenso en 2020 debido a la pandemia, en 2021 se produjo un repunte.
Las emisiones per cápita muestran una evolución relativamente uniforme en los últimos 20 años, debido sobre todo al crecimiento de la población, que acaba de pasar el umbral de los 8.000 millones de personas. Países como EE.UU. (16,6 t per cápita) y Canadá (17,9 t per cápita) se encuentran entre los países con mayores emisiones per cápita, mientras que India (2,2 t per cápita) y Filipinas (2,3 t per cápita) son sustancialmente menores. España registró 4,9 t per cápita en 2021.
El crecimiento de las energías renovables ha aumentado de forma constante desde el año 2000, lo cual es una buena señal. Sin embargo, simultáneamente, el suministro de energía también está aumentando, lo que lleva a que la cuota actual de las energías renovables en el suministro de energía sea apenas del 17%.
De todos los indicadores, el de GEI por Producto Interior Bruto (PIB) es el único que disminuye continuamente. Esto significa un desacoplamiento entre la generación de energía y la riqueza económica del país, es decir, que se necesita menos energía para generar riqueza. Sin embargo, no es suficiente. Para que se pueda avalar una senda favorable a la descarbonización, también es necesario que esa energía emita menos y, finalmente, nada. Lamentablemente, esta tendencia es plana y no registra un descenso.
“Los datos del índice son claros: para mantener 1,5°C al alcance de la mano y evitar un cambio climático peligroso, el mundo debe reducir sus emisiones a la mitad para 2030. Sólo si utilizamos mucha menos energía y más fuentes renovables es posible alcanzar este objetivo. La aprobación de una hoja de ruta, apuntalada en la ley de cambio climático nacional, ha permitido a España mejorar su posición en el índice, pero también deja claro cuáles son las teclas que tenemos que activar: más renovables, más ahorro y eficiencia, y políticas que corten emisiones en otros sectores claves como el transporte, la industria o la producción agraria. Toca, pues, ejecutar rápidamente lo acordado y elevar la ambición lo antes posible, en la revisión de objetivos en 2023-2024”, señala el responsable de Clima de SEO/BirdLife, David Howell, que forma parte de las negociaciones como integrante de las delegaciones de BirdLife International y CAN Europe.
Y añade: “Todo ello debe acometerse evitando impactos críticos sobre la biodiversidad porque no podemos olvidar que el 37% de nuestros objetivos climáticos se consiguen conservando y restaurando espacios naturales”.
“La conexión entre cambio climático y naturaleza es, de hecho, una de las cuestiones que pueden salir reforzadas de la COP27, que tiene en sus manos lanzar un mensaje a su COP hermana, la de biodiversidad, que arranca en unos días en Canadá. Por nuestra salud y por el clima, es el momento de alcanzar un acuerdo global, al estilo del Acuero de París, para frenar la pérdida de biodiversidad y empezar a ganar naturaleza. Este mensaje tiene que quedar claro en la resolución final de la cumbre de Egipto. Por el momento, no vemos este empuje en los borradores de texto que se están negociando”, concluye Howell.
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