Cruz Roja Española fue fundada en julio de 1864 por dos grandes personalidades como fueron Nicasio Landa y el conde de Ripalda. Nació como la sección española de un movimiento humanitario mundial, impulsado por el suizo Henry Dunant, para socorrer a las víctimas de la guerra tras asistir en persona a la batalla de Solferino, que enfrentó a los ejércitos austriaco y francés. Por ello, recibió el Premio Nobel de la Paz en 1901 y el reconocimiento de toda la humanidad por auspiciar una organización extendida por todo el planeta, actuando tanto en tiempos de guerra como en tiempos de paz.
Cruz Roja aspira a hacer una vida mejor, más humana, más respetuosa, más compartida; una sociedad más justa y equilibrada, en la que las personas puedan vivir en paz, con dignidad y con sus necesidades básicas cubiertas. Lo hace sin distinguir por credos, ideales o condiciones, bajo el único prisma de que nuestra realidad humana nos une e iguala a todos.
Quien esto suscribe conoce bien Cruz Roja pues soy socio y, sobre todo, tuve el honor de ser su director de Comunicación hace unos treinta años, siendo su presidente Leocadio Marín.
Ferrovial es una empresa cuya actividad persigue que, a través de sus carreteras, aeropuertos y construcciones, se produzca el desarrollo económico y social al facilitar la movilidad, la conectividad y el intercambio de bienes y personas. Ferrovial, en una palabra, busca un mundo mejor. Y lo hace con compromiso, dedicación, colaboración y respeto.
Por estas razones, cuando buscamos un socio para colaborar en proyectos sociales, Cruz Roja siempre aparece como una de las mejores opciones. Nuestra relación es dilatada, extensa y profunda. Hemos venido colaborando con ellos en ayuda humanitaria de emergencia, como es el caso de Ucrania en estos momentos; en cooperación al desarrollo, lo hacemos en Sudán; y en bienestar social, como son las reformas de comedores sociales en España. Lo hemos hecho y lo seguiremos haciendo.
Este artículo forma parte del Dossier Corresponsables: Día Mundial de Cruz Roja