A día de hoy, las prácticas de sostenibilidad en el ámbito empresarial están sumergidas en un proceso de transición inaudito. Antaño queda esa primitiva fase en la que muchos profesionales abrazábamos compromisos idealistas mezclados con postulados dignos de “greenwashing” o “pinkwashing” con los que mostrar nuestro compromiso con el medio ambiente, los derechos de cualquier colectivo, etc.
En la actualidad la sostenibilidad es una vara de medir con aplicación detallada y práctica. La necesidad de adaptar y optimizar los procesos para lograr resultados más respetuosos con la sociedad se ha vuelto un asunto urgente y el resultado de esta transición de fases es que los inversores, socios comerciales e incluso consumidores se basan en este barómetro al depositar su dinero. Pese a la incredulidad de colegas en el sector ajenos a las tendencias de la economía circular, indicadores como la reducción de las emisiones de carbono o la mejora de la diversidad de género son ahora un factor clave para crear y mantener relaciones comerciales.
Según Harvard Business Review, la reducción de residuos o el fortalecimiento de las relaciones con stakeholders son, entre otros, elementos intrínsecos de una buena salud empresarial en pleno 2021. Durante los últimos años de la década pasada, muchos empresarios – pequeños y grandes – se han obcecado en optimizar sus rendimientos empresariales sin saber exactamente el lugar de la sostenibilidad en dicha ecuación.
Tal y como nos suele ocurrir en diversos ámbitos de la vida, muchas personas tendemos a ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el nuestro. Aplicado a términos organizativos esto no iba a ser menos. En la búsqueda de acciones ambiciosas que persiguen reducir las emisiones o los costes de los residuos, muchas empresas olvidan que en sus propios procesos de gestión se esconden múltiples ineficiencias, residuos y lagunas que van en contra de sus objetivos de sostenibilidad. Por ejemplo, identificar y reducir sistemáticamente dichos residuos en las cadenas de producción e inventarios o analizar y mejorar la reutilización y el reciclaje en la gestión del ciclo de vida de los productos son decisiones al alcance de todos con grandes resultados.
Al margen de variables de ahorro de costos y productividad, el análisis de los datos en el seno de procesos empresariales permite hacer un seguimiento de nuevos tipos de actividad. “Haz algo bueno con la mayor rapidez posible y con los menores recursos empleados para ello”, suelen decir a estudiantes de escuelas de negocio. No obstante, ¿por qué hemos caído todos en los cantos de sirena de este juego de suma cero? Miremos más allá.
La coyuntura actual permite a las empresas abrazar los beneficios de los datos en la gestión de procesos empresariales. La ejecución de datos, la automatización, el aprendizaje automático, la minería y la automatización de procesos robóticos o el desarrollo de aplicaciones de código bajo son herramientas que permiten a las corporaciones obtener información tangible en tiempo real y, en consecuencia, mejorar rápida y continuamente su labor diaria. Gracias a esta asociación de elementos cualquier multinacional o media empresa podrá identificar rápidamente, por ejemplo, los cuellos de botella o fases de ralentización de sus procesos y automatizar posibles soluciones. Así conseguirán mejorar la satisfacción del cliente, impulsar el crecimiento de los ingresos y aumentar sus beneficios y los márgenes operativos. Muchas empresas hoy día persiguen sobrepasar las tres dimensiones clásicas de medición de resultados y añadir la sostenibilidad como cuarto elemento en la operación. Al final, al añadir información sobre el impacto de la sostenibilidad en la cadena de producción y esencialmente en la de venta, las organizaciones pueden mejorar el posicionamiento de sus productos y servicios, así como abaratarlos al conseguir mejores perspectivas de demanda.
Lejos de ser esto un postulado carente de aplicación práctica, recuerdo un caso peculiar de una multinacional dedicada al envío logístico de mercancías. Querían ahorrar a través de la reducción de emisiones de gases tóxicos. Gracias a los datos, millones de toneladas de emisiones de gases de efecto invernadero pueden ser suprimidas en todo el mundo. A través de una planificación inteligente de envíos y la gestión de las rutas para optimizar la huella de carbono mediante la mejora de las entregas a tiempo, este es un ejemplo clásico de eficiencia que redunda directamente en la mejora de la sostenibilidad. El resultado de este cliente fue llamativo: Un incremento de ventas de más de 5 veces conseguido gracias a la prevención proactiva del mal uso de recursos como el tiempo, el dinero y el capital humano y a la garantía del cumplimiento de los proveedores de productos de origen sostenible.
En conclusión, pese a la creencia de que hay que invertir millones de euros en mejorar la sostenibilidad a base de copiar lo que otros hagan. En realidad, es posible lograr avances graduales en esta materia y también dar saltos gigantescos en el seno de las empresas, mediante la mejora sistemática de los procesos. Es decir, mirar un poco en la viga personal antes de poner la paja en el ojo ajeno. Algo que además de evitar el desperdicio de recursos, ahorra dinero.