En las postrimerías del invierno de 2020 nuestras vidas se paralizaron, el SISTEMA saltó por los aires. Nos encontrábamos encerrados en nuestros domicilios restringiéndose nuestra actividad al mínimo vital. Nos replanteábamos cuestiones esenciales referentes a la familia, el trabajo, las relaciones interpersonales, los espacios…
Llevábamos tiempo en un modelo para los que cualquier cambio demandaba de un proceso de adaptación y asentamiento que provocaba una ralentización de los mismos que, en muchos casos, abortaban esos proyectos de cambios internos de la sociedad.
Sólo la digitalización de procesos a nivel global, presuponían algo de inmediatez, haciendo a las tecnologías el baluarte inmediato del cambio o del cambio a la inmediatez.
Todos los procesos se estaban acelerando de manera que los periodos de adaptación se acortaban cada vez más. Pero, sin embargo, de la noche a la mañana, la tecnología se vio relegada a un papel secundario tras la aparición del COVID19, pero pudiera aparecer con otros “apodos”, por qué no. Y es este nuevo actor principal quien, irremediablemente, ha acortado esos plazos de adaptación al cambio, quien definitivamente plantea la necesidad y aviso del cambio inmediato de la sociedad si realmente queremos que la raza humana perdure.
Por supuesto que en ese cambio necesario e inmediato la digitalización tomó un papel fundamental – es una de sus principales características intrínsecas en su ADN –, pero sería el único ámbito que irremediablemente debiera de plantear su redimensionado. Nuestras ciudades, nuestras viviendas, nuestros edificios, nuestras relaciones, nuestra cultura, nuestro ocio, nuestro turismo, nuestra economía, nuestros proyectos…
Casi un 80% de los ciudadanos europeos habita en ciudades. Las ciudades se han convertido en centros de intercambio y de desarrollo cultural, político, social y económico, y el resto de los municipios de cada Región o Comunidad Autónoma, en el caso de España, depende de ellas. Uno de los grandes desafíos a los que se enfrentan las ciudades para ser innovadoras es la necesidad de ser diseñadas para adaptarse a los requerimientos de sus habitantes y visitantes, teniendo en cuenta su diversidad: Edad, género, capacidades funcionales, nivel cultural, país de procedencia… Y, especialmente para lograr que quienes se encuentren en situación de riesgo de exclusión puedan disponer de garantías adicionales con el fin de disfrutar plenamente de sus derechos y participar en los acontecimientos económicos, sociales y culturales en condiciones de igualdad.
Dentro de ese grupo de personas en riesgo de exclusión, se encuentran claramente las personas con discapacidad y, por semejanza en sus características funcionales, las personas mayores.
Para ello parece claro que a la administración pública se le deben exigir varias líneas a impulsar de manera urgente de cara a “minimizar” esa posibilidad de exclusión por motivo de discapacidad:
- Impulsar el desarrollo y adecuación de la regulación normativa y técnica en materia de accesibilidad universal en todos los ámbitos, de cara a “normalizar” la accesibilidad a entorno, productos y servicios para que puedan ser utilizados y disfrutados por parte de toda la ciudadanía;
- Implantar de forma efectiva la accesibilidad universal en los diferentes ámbitos que define la Ley General de Discapacidad como mecanismo para garantizar la inclusión social de las personas con discapacidad;
- Aplicar la gestión transversal de la accesibilidad universal en la planificación, ejecución y evaluación de las políticas públicas;
- Promover la investigación sobre accesibilidad universal y diseño para todas las personas y difundir el conocimiento de esta materia en el ámbito profesional y en el conjunto de la ciudadanía.
Sin este impulso por parte de las administraciones públicas, será complicado llevar a cabo ese cambio necesario del anterior modelo. Un cambio basado en las personas y sus necesidades. Un cambio en todos los ámbitos de la vida que no replique errores que se cometieron en cambios anteriores.
Tenemos frente a nosotros un nuevo reto. Un redimensionado y rediseño de las ciudades y de los espacios permitiendo su uso y disfrute a todas las personas. Un reto en el que “deberíamos” haber estado metidos desde hace tiempo, pero ahora parece urgente el recuperar espacios de ciudad para los ciudadanos. Espacios que sean dimensionados para las diferentes actividades que las personas llevan a cabo en la ciudad y que se ajusten a las necesidades que las personas tienen a lo largo de su vida.
La vivienda es el reducto donde cada persona encuentra su refugio ante cualquier tipo de invasión o ataque. Prueba de ello es el confinamiento al que estuvimos abocados durante meses. Es el espacio en el que las personas nos debemos sentir más protegidas y aisladas, pero ¿están realmente preparadas para asumir las nuevas funciones que se le imponen ante este tipo de situaciones? La falta de polivalencia en las viviendas actuales, en muchos de los casos provocada por las limitaciones dimensionales de las mismas, hace que claramente no estén preparadas para este tipo de situaciones y para muchas otras. Este ámbito deberá ser claramente replanteado para ajustarse a las necesidades de sostenibilidad, eficiencia, sanidad, … y accesibilidad.
Es momento de hacerse muchas preguntas que tocan a diferentes ámbitos de nuestra vida como el turismo, la cultura, la diversidad, la gestión… Es el momento de replantearse objetivos, medios y herramientas. Ahora más que nunca tendremos que desarrollar nuestros proyectos e iniciativas pensando al 100% en las personas, colocando a la persona en el centro de los mismos, para protegerlas de ataques similares al del COVID19 u otros que pudieran llegar, para asegurar su integridad y no discriminación.
Tampoco será necesario que nos volvamos locos desarrollando nuevas normativas y reglamentos para “redimensionar” nuestra sociedad. Posiblemente ya las tuviéramos, sólo pensemos en ellas y rediseñémoslas.
Disponemos de estrategias para alojar todos esas preguntas y retos a abordar, como la Agenda 2030 o el Observatorio 2030 del CSCAE que son herramientas fundamentales a través de las que abordar estas problemáticas de manera conjunta mediante alianzas entre los diferentes actores implicados. Tomémoslos como hoja de ruta para trabajar en la inclusión social de toda la ciudadanía y la costura de brechas urbanas y problemas de accesibilidad existentes que generan desigualdades inadmisibles en las ciudades del siglo XXI.
Ahora, más que nunca, es tiempo de las personas, por y para las personas.
Este artículo forma parte del Dosier Corresponsables: Espacios Urbanos Sostenibles