Las personas mayores no quieren ir a la residencia. La mayoría de las personas solo van en caso de absoluta necesidad, cuando no queda más remedio: la crisis reputacional ocasionada por el covid, la percepción de que predomina el ánimo de lucro sobre el mimo a la persona mayor, falsos mitos o el mero análisis de precios y capacidades de las familias, desanima a muchos potenciales usuarios y a sus familias para ir a estos centros hasta que no queda otra opción.
Esta situación es un caldo de cultivo para que, vía la confluencia entre demografía y reajuste del modelo residencial, crezcan todo tipo de emprendimientos relacionados y enfocados a los cuidados domiciliarios, los servicios ambulatorios de todo tipo y las personas mayores y/o dependientes.
Surgen cada día empresas en un sector con pocas barreras de entrada; y algunas empresas han adquirido relevancia nacional, habiéndose convertido en marketplaces que “garantizan y homologan” la calidad del cuidador que vendrá a casa.
Hasta tal punto es relevante que se habla de la Nueva Economía de los Cuidados, con apoyos públicos para sedimentar estrategias y tácticas de mejora de la red de cuidados a los mayores. Según la Unión Europea, se han de crear 88 millones de empleos antes de 2050.
Pero, en realidad, no será una “nueva economía” si no se consiguen algunos avances fundamentales:
- Cuidatoriado. Es necesario ir cambiando la faz del denominado cuidatoriado, por el cual hay un montón de personas, fundamentalmente mujeres, que trabajan duramente, gratis (por relaciones familiares), sin profesionalización y sin recursos. También hay una abundancia lacerante, vergonzante, de personas en relaciones laborales informales, casi siempre ínfimas, dónde el factor común es la desprofesionalización, la ausencia de conocimiento de lo que se traen entre manos y la falta de oficio. Trabajo informal, feminizado, con mucha inmigración, que pone cariño, casi siempre, pero no el conocimiento especializado que es requerido y va desde la psicología, rudimentos de enfermería y tantas skills que no vienen de serie y no se suplen con amor.
- Es imprescindible, pues, que el estado (el sistema estatal de cuidados del que se ha hablado a veces cuenta con la dificultad de los reinos de taifas que, en la práctica son las comunidades autónomas) y la colaboración público-privada impulsen proyectos formativos formales e informales, con certificados y siempre con conocimiento actualizado de modos y maneras en que se debe cuidar a las personas, para mejorar la calidad de vida de todos: cuidadores (que a menudo se ven vencidos por la situación y necesitan de fortaleza psicológica y apoyo) y cuidados.
- Vemos que se trata de ocupaciones que han exigido poca cualificación, pero que requieren niveles incrementales de profesionalización y conocimiento. Si bien no pueden ser digitalizadas, será necesario combinar el cuidado humano con herramientas tecnológicas age tech, como la teleasistencia, la monitorización médica con tecnología y la combinación con la domótica en el domicilio.
- Por último, considero imprescindible profundizar en el concepto de interoperabilidad, por el cual las diferentes administraciones (públicas y privadas; en el futuro próximo veremos la coordinación entre las empresas de cuidados o de alarmas, etc, con la administración pública, las urgencias médicas y los servicios sociales de las administraciones) implicadas en el proceso sanitario del mayor deben estar alineadas, contando con el cuidador o cuidadora como un puntal clave para asegurar la correcta monitorización de la persona muy mayor y/o dependiente.
Es claro que vamos a una sociedad de personas casi centenarias, cuidadas por personas septuagenarias, cuidadas a su vez todas por la inmigración y ayudadas (todas las personas) por tecnologías avanzadas y centradas en la inteligencia artificial y el big data.
Profesionalización y tecnología son las urgencias clave del actual sistema de cuidatoriado.
Este artículo forma parte del Dosier Corresponsables: Día Internacional de las Personas Cuidadora