Cuando se trabaja en organizaciones para personas dependientes es difícil escuchar a los directores o gerentes transmitir la importancia de la figura del cuidador. Quizás, sobre este tema, quien mejor podría hablar son los propios usuarios/residentes o las familias, ya que son quienes mejor podrían valorar esta gran labor. Sin embargo, es desde las entidades donde debemos concienciarnos de una misión importante: tenemos el deber de cuidar y poner en valor a nuestros cuidadores, que son el verdadero motor de todo el engranaje del funcionamiento de nuestros servicios.
Nuestros cuidadores son los que, día a día, están en contacto directo con las personas; no sólo son figuras que se dedican a cambiar pañales o asear a los usuarios o dar de comer, sino que son los profesionales que saben de sus quejidos, sus alegrías, que saben entender su cuerpo, sus reacciones, sus confidencias y hasta el más mínimo detalle de cuáles son los gustos de la persona.
Saben si es un buen o mal día para la persona y por supuesto, como alegrárselo, saben lo que necesitan en cada momento. Nuestra experiencia nos ha demostrado que los cuidadores son las personas que tienen un vínculo mucho más estrecho con los usuarios que con el resto de profesionales, con sus cuidadores es con quien quieren compartir los momentos más felices y son los primeros en enterarse de sus logros.
Pero la cruda realidad es otra muy distinta. A cambio de toda esta labor que realizan, el salario que perciben siempre es el más bajo de los convenios de nuestro sector. Además son profesionales a los que es difícil ver en formaciones, exponiendo en congresos, visitando otras instituciones e incluso participando en grupos de trabajo dentro de su propia entidad. No se les suele invitar a reuniones para hablar de los usuarios y no se cree en la gran valía de toda la información que pueden proporcionarnos.
Creo que no somos del todo conscientes de que, si una persona no está bien atendida en sus necesidades básicas, es decir, no está cómoda, limpia, se siente querida y entendida, difícilmente puede progresar en otro tipo de terapias que le podamos ofrecer desde nuestros centros.
Desde Fundación Juan XXIII, siempre hemos apostado por valorar a estos GRANDES profesionales, convirtiéndose no sólo en uno más, si no en uno de los más importante. Apostamos por un tiempo de calidad cuidador-usuario, en el que se incorpora una filosofía de trabajo asistencial cálida, respetuosa, con la mayor seguridad posible e incluso divertida, en la que se practica la estimulación basal, avisando al usuario de todas las acciones que se van a realizar en su cuerpo para que esté preparado. Nos esforzamos porque el momento de aseo, alimentación o cambio de pañal, sea un momento que ellos esperan con alegría, ya que es su momento de relación estrecha con su persona de apoyo, debe ser un momento realmente gratificante.
Ojalá en un futuro se pueda reconocer también a nivel salarial la gran labor de nuestros cuidadores. Mientras tanto, la misión obligada de los directores y gerentes debe poner foco en ellos, para que se sientan parte importante de la entidad, invirtiendo en su formación, en la participación en las actividades diarias (también las no asistenciales) y que reciban todo nuestro apoyo y confianza.
Este artículo forma parte del Dosier Corresponsables: Día Internacional de las Personas Cuidadoras