Cuando me diagnosticaron leucemia tenía 10 años.
Apenas entendía lo que significaba, pero lo que sí entendí es que el tratamiento sería muy largo y tendría que hacer largos ingresos en el hospital. Aunque pronto supe que este hospital no es exactamente como los demás. A mi habitación, que estaba decorada con dibujos divertidos y tenía mucha luz, empezaron a entrar unas enfermeras muy simpáticas que me trataban con mucho cariño. No solo se preocupaban por mi tratamiento, también sacaban tiempo para hablar conmigo o jugar a las cartas.
Tras ellas venían algunos terapeutas, como la chica que me proponía manualidades, los músicos que tocaban con instrumentos coloridos, la fisioterapeuta con la que bailaba coreografías divertidas y la voluntaria que me hacía masajes en los pies (reflexoterapia). Y después venían los Pallapupas, que siempre me sacaban una sonrisa y más de una risa. No solo me visitaban en la habitación: en algunas de mis entradas a quirófano, me acompañaban (a mí y a mis padres) y me ayudaban a relajarme antes de que la anestesia hiciera su efecto. Creo que la risa es muy importante en cualquier tratamiento largo y duro como fue el mío, especialmente si se trata de niños y niñas. Y no hay que olvidarse de los voluntarios, que me acompañaron en muchos momentos, tanto en planta como en el Hospital de Día, invitándome a leer, a jugar o, simplemente, a hablar sobre cómo iba el día.
Ha habido malos momentos, no hay que negarlo. Pero de una experiencia así de dura también se pueden sacar buenos recuerdos y cosas positivas, como la oportunidad de participar en un spot de Navidad del hospital y en la presentación del vídeo resumen de la Memoria Solidaria del hospital en 2018.
Es importante que todos contribuyamos al bienestar de los niños con cáncer, no solo con hospitales más amables y alegres, sino también haciendo que los investigadores cuenten con más fondos. De hecho, de toda esta experiencia nació la idea de crear mi propio proyecto solidario para ayudar a la investigación del cáncer infantil en Sant Joan de Déu: LEUCO’S by Ingrid. Un proyecto que ya lleva caudado más de 100.000 euros y que, desde el departamento de Atención al Donante del Hospital, me dieron todo su apoyo.
Cuando oía a mis padres decir: «Estamos en buenas manos, es un gran hospital», creo que tenían toda la razón, porque en el Hospital Sant Joan de Déu no sólo me han ayudado a superar mi enfermedad, sino que siento que he encontrado allí a otra maravillosa familia.
Este artículo forma parte del Dosier Corresponsables: La humanización en los hospitales pediátricos.