El lenguaje tiene una doble vertiente. Por un lado, nos permite nombrar la realidad para comprenderla. Por otro, nos permite crear nuevas realidades.
Cuando un bebé aprende la palabra mamá, hay una realidad previa (la figura de su madre) que el bebé necesita nombrar. Cuando García Márquez creó Macondo estaba construyendo una nueva realidad.
El lenguaje que nos sirve para nombrar la realidad ha asimilado que, para referirnos a un grupo mixto de personas, el morfema de género no marcado es el masculino. Decimos “los alumnos”, “el cliente ideal”, “mis hijos”. El lenguaje tiende siempre a simplificar el proceso comunicativo con su economía del lenguaje. Y el género por defecto es el masculino.
¿Cómo llegamos a crear esta convención? El uso del masculino como género neutro viene del indoeuropeo. Y se piensa que tiene relación con modelos de sociedad patriarcales. Aquí vemos esa vertiente del lenguaje “nombradora” de realidades. Y la nombró de manera fiel.
Pero, ¿y la versión creadora el lenguaje? Si disponemos de una herramienta que nos permite reivindicar, visibilizar realidades que consideramos injustas y dar forma a nuevos conceptos más integradores, ¿por qué no íbamos a aprovecharla?
Recuerdo el día en que una clienta me hizo saber que nunca se sentía identificada cuando oía hablar de empresarios y emprendedores. Dijo que ella era empresaria y emprendedora. Fue entonces cuando empezó mi camino personal con el lenguaje inclusivo. De inmediato tomé consciencia de la importancia de usar un lenguaje adecuado para cuidar a las personas con las que me relaciono a nivel personal y empresarial.
En AFIRIS nos hemos formado en lenguaje inclusivo y solo el hecho de poner consciencia ha supuesto una revolución en nuestra percepción. Esta reveladora formación nos ayudó a colocarnos frente al mundo de una forma respetuosa e inclusiva.
El lenguaje jurídico, que habitualmente manejamos en nuestro trabajo es normativo y, por tanto, normaliza y perpetúa estereotipos. Con vistas a la Ley para la Igualdad de Mujeres y Hombres del año 2007, esto no es coherente.
Por suerte, cada vez más administraciones públicas están adaptando su comunicación a la diversidad sexual, de expresión de género y familiar para hacer efectivo el derecho a la igualdad y a la no discriminación.
En AFIRIS queremos humanizar un mundo tradicionalmente frío donde los números, las normativas y los despachos parecen transmitir todo menos calidez. Nos hemos propuesto ser la asesoría cercana, acogedora e inclusiva que cuida a las personas y planta pequeñas semillas para mejorar su entorno.
Queremos que todas las personas que acudan en nuestra ayuda se sientan incluidas, respetadas y tratadas de la manera más personalizada posible.
Así, el ADN de AFIRIS lleva en su doble hélice los valores de inclusión y respeto a la diversidad. Y los valores se predican con el ejemplo. Los valores se practican activamente. Si no, son humo.
Por eso, en la comunicación más reciente de AFIRIS y en adelante, nuestros clientes son clientela, nuestros alumnos son alumnado y nuestros trabajadores son equipo o plantilla.
A nivel personal destaco el cambio que he experimentado en mi comunicación diaria. Ahora me resulta más sencillo elegir las palabras adecuadas para que mi mensaje conecte con cualquier persona que me escuche o lea.
Con esta reflexión me gustaría animarte a poner consciencia en tu comunicación a partir de ahora. Piensa que te diriges o haces referencia a personas, y todas deberían sentirse incluidas en tu discurso.
Si tenemos la posibilidad de visibilizar realidades injustas y crear otras más amables, ¿por qué no íbamos a hacerlo?
Con la comunicación construimos realidades y, si conocemos la diversidad de nuestro entorno, ayudaremos a construir una sociedad mejor.