Vivimos en una sociedad que evoluciona con una rapidez que da hasta vértigo, donde se conoce a los jóvenes como una generación que avanza dando tumbos totalmente deshumanizados, donde aquello que sabes puede que no sirva de mucho dentro de un tiempo, y donde desde que tenemos tres años nos han educado para seguir el camino que se espera de nosotros. Donde nos han explicado que el éxito reside en el poder y el dinero sin dejar hueco para que nuestro cerebro construya su propio criterio. Pero la realidad es que somos una generación formada, sensibilizada, actualizada e hiper conectada, donde el acceso a recursos y
las oportunidades son tan abundantes que con un poco de iniciativa tu impacto puede ser enorme.
Y es que hoy, el principal problema no es que no se pueda, si no que no se quiere lo suficiente. La mayoría de cosas que no hacemos no son por dificultad o por no dar con una idea brillante sino por no tener las narices de tomar la iniciativa. Pero tengo buenas noticias, porque, aunque nos hagan creer que no hay esperanza posible existe un movimiento grande de personas que no busca que le digan lo que tiene que hacer o ser, que se atreven a soñar con un mundo más justo y que crean empresas, pero con el fin social como brújula.
Me he encontrado con todo tipo de proyectos sociales durante este tiempo, desde talleres de ciencia en centros de oncología infantil, terapias artísticas para personas en cuidados paliativos hasta la repoblación de zonas rurales a través de la generación proyectos en las mismas, y lo que hace tan especiales a todas estas iniciativas no es una gran idea, sino la pasión y la devoción de esos corazones incansables que están detrás de cada una de ellas. Personas que no se rigen por lo convencional, que aun cruzándose con paredes más altas que el antiguo muro de Berlín no se paran a preguntar quién la puso y se quedan quietos, mirándola, sino que encuentran la manera de saltarlos. Valientes que pudiendo emprender de una forma más sencilla, económica y escalarle deciden que aquello que importa en realidad es el beneficio que su actividad genera en la sociedad. Que aunque entienden que el beneficio económico es importante para buscar la sostenibilidad piensan que el beneficio social y medioambiental lo es aún más. Capitanes optimistas que arriesgan, se dan cuenta de la importancia que tienen sus actos en la sociedad, se hacen responsable de crear su destino y buscar mejorar el de todos.
Pero lo más importante es que nos dan esperanza. Esperanza de que ese futuro que imaginamos ya no este dominado por los robots, las catástrofes naturales y el fin de la humanidad, sino por una sociedad en la que prima el respeto hacia distintas formas de hacer y de pensar, en la que el éxito se mida por lo que somos y no por lo que tenemos y donde la igualdad y el cuidado hacia los recursos naturales sea lo que esté de moda. Una sociedad en la que no domina el poder sino la colaboración, y en la que se entiende que hay que construir un camino más alentador y HUMANO. Por eso emprender y más con un fin social no es sólo crear
empresas, es una forma de entender la vida, es descubrir lo que quieres ver en el mundo y perseguirlo por encima de todo. Y es que lo importante muchas veces no es lo que estés desempeñando en este momento en concreto si no tu capacidad como persona de crear una revolución que genere cambio positivo. Y así es como me gustaría empezar a introducir la principal razón por la que me estáis leyendo ahora mismo. Me convertí en emprendedora social hace 4 años, aunque no fue hasta hace uno cuando me enfoqué en ello al 100 por 100.
Fue una de esas cosas que surgió casi de casualidad, pero se ha convertido en una misión constante, en un reto diario, en una emoción intensa. Zocco es un sueño de ser, de compartir, de mostrar nuevas formas de hacer, de consumir y de crear impacto. Todo comenzó con la intención de paliar dos grandes problemáticas: buscar la forma de apoyar y fomentar la igualdad de oportunidades para mujeres en situaciones vulnerables y tratar de cambiar el rumbo de la industria textil responsable de tantas miserias en el mundo, sociales y medioambientales. Casi nada.
Así creamos Zocco, una marca de complementos que apoya a mujeres en riesgo de exclusión a través del empleo, la formación y el apoyo emocional potenciando su autosuficiencia y autoestima; además de hacer ver que detrás de cada cosa que compramos hay personas y que realmente con nuestras decisiones de compra podemos cambiar las cosas. Es por ello que cada Zocco viene etiquetado con la historia de la persona creadora pudiéndote poner en contacto con ella después. Buscamos utilizar esta industria como motor de cambio de los sitios donde se produce, entendiendo también cómo estas mujeres a su vez lideran el cambio en su entorno y en sus comunidades y utilizar esa compra como una forma de tender puentes entre distintos sitios del mundo, culturas y maneras de entender la vida.
Y Zocco es solo una de las múltiples iniciativas que impulsada por jóvenes tienen el impacto social como medidor principal motor. Porque el cambio tiene que venir liderado por jóvenes con apoyo de instituciones, centros de formación, ayuntamientos, gobiernos y empresas que apuesten por expandir una nueva manera de entender el mundo, dejando de ver el emprendizaje social como caridad y solidaridad para verlo como algo que va mucho más allá, como La Nueva Era de la Empresa.
No hace falta que sean grandes iniciativas, pueden ser pequeños proyectos que afecten a nivel local, o incluso que con tus acciones personales apoyes a empresas que ya estén generando este cambio. porque como bien dijo x muchas pequeñas personas… Por eso me gustaría pedir a todos aquellos que me estéis leyendo en estos momentos que os paréis a pensar cuántas veces veis cosas que no os gustan, que son motivo de queja y que hayáis creído poder cambiar pero qu , por miedo, comodidad, pereza o simplemente por no saber por dónde empezar nunca habéis llegado a dar el paso. Os reto a coger fuerza, a que os atrevas a salir ahí y pensar
de qué manera podéis contribuir. No hace falta que sean grandes iniciativas, pueden ser pequeños proyectos que afecten a nivel local, o incluso que con tus acciones personales apoyes a empresas que ya estén generando este cambio. Porque como bien dijo Eduardo Galeano: “Mucha gente pequeña haciendo cosas pequeñas pueden cambiar el mundo”.
El futuro no está escrito, por lo que somos nosotros los responsables de tomar el camino que queremos. Por eso, te dediques al arte, la música, la abogacía, la medicina… La sociedad no prospera por los que se rigen a lo establecido, sino por los incasables que se lo cuestionan, la sociedad busca personas que piensen que cambiar las cosas es posible.
¿Te unes la era de los valientes?