Como directora de Another Way Film Festival -la nueva edicón arranca el 4 de octubre-, tengo la suerte de que parte de mi trabajo se basa en visionar películas sobre una temática muy concreta: la sostenibilidad. Al ser una materia transversal a todo lo que nos atañe, los títulos abarcan un amplio espectro de temas. Este año, después de visionar When Lambs Become Lions, dirigida por Jon Kasbe, me ha asaltado una pregunta: ¿Es legítimo matar en nombre de la naturaleza?
La película nos hace testigos de la vida diaria, que no ordinaria, de los guardas forestales de Kenia. Su misión, financiada y legitimada por el gobierno del país africano, es la de proteger a los animales de un parque natural en el norte del país, con especial atención a los elefantes y rinocerontes en peligro de extinción debido a la caza ilegal. Sin duda es un gran documental, su ritmo, narrativa e investigación exhaustiva descubren todo un mundo nuevo par amí, y además muestra ambas perspectivas: la de los protectores del parque (park rangers), y la de los cazadores furtivos.
Pero sin duda lo que más me llamó la atención es que los guardabosques están armados y tienen legitimidad para matar, si fuera necesario, a estos cazadores ilegales. Es decir, pueden matar en nombre de la naturaleza y la preservación de las especies. Sensibles a la agresión que está sufriendo la naturaleza, ¿podríamos los defendores del planeta justificar esta agresion al “lado oscuro” de la sociedad de la misma manera que ellos hacen?
Pensemos en las presiones que sufrimos diariamente por parte de aquellos a quienes les ciega el egoísmo, la codicia, la avaricia y sus ansias de poder. ¿Hasta dónde estaríamos dispuestos a llegar por defender a la naturaleza? Por desgracia, existen muchos ejemplos que nos hacen plantearnos esta pregunta.
Hablamos de la contaminación de la tierra, el mar y el aire en nombre del desarrollo industrial, tecnológico y económico illimitado. Según el informe de la Fundación Alternativas, al año mueren 300.000 personas por causa del cambio climático, en particular por enfermedades derivadas de la mala calidad del aire. Por otro lado, las tierras más fértiles las acaparan las multinacionales gracias al apoyo de los gobiernos locales, indudablemente comprados, causando fuertes conflictos entre policías e indígenas. Datos de la de la ONG Global Witness aseguran que esta problemática ha provocado en 2017 la muerte de 207 activistas.
Vandana Shiva, filósofa, escritora, destacada ecologista y activista india, nos recuerda que el asunto de las patentes de semillas y el deterioro de las tierras por el uso de pesticidas en India ha llevado al suicidio a más de 5.600 agricultores, sólo en 2014 .
El efecto directo entre las enfermedades y los productos químicos se encuentra en un punto de inflexión debido al proceso Monsanto. Lo mismo sucede con la epidemia del cáncer que estamos viviendo. Los orígenes son tan variados que todavía se dice con cautela que su causa sea la contaminación de los alimentos, aunque cada vez haya más investigaciones científicas que lo avalan.
Ante todo esto, la parte más activa de la sociedad civil se está organizando y sublevando. Y lo hace por defensa propia, porque agredir a la naturaleza es agredirnos a nosotros mismo. Está haciendo protestas, lobbies de presión, firmando peticiones, denunciando a gobiernos y organismos complices, destapando escándalos etc. Son acciones no violentas seguidas de desobediencia civil con el fin de embarrar el sistema judicial y conseguir que realmente se preste atención a casos como los citados anteriormente. Pero está claro que esto no es suficiente para cambiar el sistema de sobreexplotación que hemos creado.
Cuando lo que está en juego es la supervivencia de nuestra especie, estamos obligados a buscar soluciones. Se pueden plantar semillas de valores que erradiquen estos horrores, pero no podemos olvidar que el conflicto armado también forma parte de la realidad. En muchos lugares de Asia, Latinoamérica y África, los campesinos e indígenes se ven obligados a tomar las armas para proteger sus tierras y recursos naturales. Desde fuera uno puede pensar que han perdido la cabeza pero, si las personas pacíficas se ven forzadas a llegar a estos extremos, ¿se podría pensar que lo hacen en defensa propia?