Cuando nací hace 40 años, poco sospechaba el peso que iba a tener sobre mi vida haber nacido niña. Entonces la mujer ya estaba incorporada al mundo laboral algo más que tímidamente. Mi madre, mucho. De hecho, crecí escuchando, casi como un mantra, la frase “la independencia económica de la mujer por encima de todo”. Con esa premisa básica interiorizada, pasé por las aulas de la facultad de humanidades y periodismo, oficio al que dediqué los primeros 15 años de mi vida laboral. Por entonces, nada me hacía sospechar que mi destino estaba escrito y que la palabra que ocuparía la mayoría de mis titulares sería MUJER.
De carácter reivindicativo e inconformista, con una vocación social muy acentuada, mi pluma redactó miles de notas de prensa para grandes empresas, entidades sociales, instituciones académicas,…siempre trabajando para otros. Los dejé a todos. Indistintamente del género. Por entonces, la búsqueda de nuevos retos profesionales tenía que ver más con dar con mi verdadera vocación que con trabajar para un hombre o una mujer. Renunciaba a seguir bajo las órdenes de quienes no cumplían con mis expectativas de buenos líderes, fueran hombres o mujeres, o de empresas que no buscaban nada más que un retorno económico o una buena imagen, muchas veces, inmerecida.
Y de ahí, el salto al mundo de la responsabilidad social corporativa. Porque creo firmemente en el cliché de que “un mundo mejor es posible”. Una utopía alcanzable que persigo desde hace 8 años con Con Sentido Común. El sabido menos común de los sentidos y que bajo el paraguas de la RSE, materia todavía muy desconocida, sigue siendo el gran caballo de troya del mundo empresarial. La convicción de tener algo que aportar a las empresas y un derrame cerebral a los 35 años, me hicieron replantearme no sólo mi modus vivendi, sino la forma cómo aportar a la sociedad: ya no valía seguir esperando a que las cosas que quería que pasaran. A partir de ese momento, yo iba a ser quien provocara que pasaran.
Y entendí que la RSE- Sostenibilidad era demasiado amplia. Que sola no iba a poder ayudar a los diferentes agentes de cambio de la sociedad a dar respuesta a todas las necesidades. Así que, me centró. Puse foco después de entender que había una necesidad reclamada por un colectivo muy concreto y por el que, en cuanto lo vi, lo tuvo claro: las mujeres iban a convertirse en mi propósito de vida. Y así, tras una propuesta que no salió bien – y defiendo mucho el tan mal tratado fracaso en la sociedad española – fui definiendo y dando vida, casi sin querer, al proyecto que hoy me hace vibrar, me hace ir a trabajar con la misma ilusión que hace 3 años, me reporta un salario emocional titánico, como titánico es el trabajo que hoy, después de arrancar ese diciembre de 2014, realiza en las 7 ciudades en las que ya tiene presencia: LAS CONSENTIDAS.
Mujeres, mujeres a las que “mima” y a las que “les da sentido”. Mujeres que comparten con mujeres, mujeres que colaboran con mujeres, mujeres que co-crean con mujeres. Y ahí, encontré mi vocación, misión, pasión y mi objetivo.
Las ConSentidas: mujeres emprendedoras
Las ConSentidas es hoy una comunidad de más de 7.000 mujeres que en alguna de las 7 ciudades en las que tiene presencia (y hay que remarcar aquí que es un proyecto eminentemente presencial aunque, por supuesto, con presencia en redes sociales) han participado activamente. Encuentros mensuales en los 7 puntos con un ingrediente común: la historia de vida personal y o profesional de una mujer que, en algún momento de mi vida, fue inspiradora, motivadora, que me trasladó un mensaje. Y que, desde 2014, decidí que quería compartir con otras mujeres.
Para ayudarlas a crecer, personal y profesionalmente. Por las diferentes sedes de LAS CONSENTIDAS han pasado perfiles de mujeres como Carlota Pi o Carlota Mateos, Inma Sanchís o María Leach, Silvia de Béjar o Pilar Ordóñez; deportistas de élite como Ona Carbonell, internacionales como Rivki Kutnovsy, Nedaa Alkatib o Nadia Gulham; la chef María Salinas o las etnólogas Bárbara Mesquida o Mireia Oliver; científicas como Ana Payo o actrices como Beatriz Segura.
Porque después de escucharlas a todas, después de verlas compartir, las mujeres, desde sus diferentes áreas, desde sus distintos roles, ya no son el complemento del mundo masculino, ya no sólo son las encargadas de mantener el peso familiar: las mujeres del s.XXI en España son, y lo digo desde el convencimiento y la absoluta credibilidad, la oportunidad para la sociedad y una enorme ventaja competitiva para las empresas.
Convencida de que el trabajo que realizaron tiempo atrás mujeres como Mary Wollstonecraft Hubertne Auclert, o Christine de Pizan y que siguen haciendo referentes actuales como Chimamanda Ngozi Adichie o Emma Watson, fue y es absolutamente necesario, tengo claras dos grandes ideas para que el camino hacia la equidad sea eficaz y temprano: las mujeres debemos positivizar nuestro propio mensaje de feminismo, debemos desapalancarnos de la queja y el victimismo en el que estamos instaladas como discurso para lograr un avance real poniendo sobre la mesa las capacidades y el talento femenino que a diario demostramos y ofrecemos a la sociedad y al mundo empresarial y recuperar esa relación con el poder que tuvimos antaño y que con el tiempo se fue deteriorando para dejarlo en manos exclusivamente el otro 50% de la población; y, sin duda, debemos incluir a los hombres en esta conversación que no debemos dejar que se quede relegada a algo endogámico de las mujeres. No podemos caer en el mismo “error” histórico de los hombres al excluirnos de muchos ámbitos de actuación social y económica. Solo de la mano, llegaremos más lejos.
40 años después de nacer, me siento una mujer afortunada. No hablo de igualdad sino de equidad: no somos iguales y no lo seremos nunca. Somos diversos y ahí radica la ventaja, la oportunidad. Y hoy, sigo redactando para medios: y la palabra estrella sigue siendo MUJER. Porque mantengo mi espíritu de justicia social y reivindicativo, que sin duda, ahora combino de manera muy natural con el espíritu colaborativo, de co-creación y colaboración que impera en Las ConSentidas.
Y como mujer que pone sus esfuerzos, ilusión, tiempo y dedicación en poner en valor a la mujer del S.XXI, este 2018 me he marcado un nuevo reto: escalar el proyecto en las compañías. Para hacer aflorar todo el talento, muchas veces todavía “oculto”, que hay en ellas. Para conseguir que las hijas de esas mujeres y de los hombres que trabajan en ellas, crezcan con referentes femeninos, con ideales femeninos a los que querer parecerse. Para avanzar en el ODS5 de Naciones Unidas.
Porque hay mucho que hacer todavía pero, ¿y si dejamos de esperar a que lo provoquen los demás y cada uno de nosotros, desde nuestra pequeña esfera y área de influencia, activamos el botón de la equidad? Creo en el aleteo de las mariposas, en la fuerza del individuo como generador de cambio y en las utopías, especialmente las alcanzables. El 50% de la humanidad es fuerte y capaz como el otro 50%. Sólo tenemos que creérnoslo. El cambio, empieza en un@ mism@.