“Se busca asesor para prestar atención al cliente desde casa. Sus funciones consistirán en ayudar a los usuarios a resolver problemas técnicos. Se requiere tener Internet, un espacio de trabajo adecuado y una silla ergonómica. Razón: Apple”. El texto de este anuncio es imaginario, pero se trata de un perfil real: corresponde a los puestos de home advisor que la marca de la manzana ofrece en su página web para personas que quieran trabajar desde casa. Y no es la única multinacional que apuesta decididamente por el teletrabajo: Disney, Amazon y otras grandes compañías anuncian puestos para trabajar desde casa con diversos niveles de cualificación, mientras que un estudio de la compañía Citrix estima que, en 2020, cerca del 90 % de las empresas ofrecerán este tipo de trabajos remotos.
Esto contrasta en gran medida con la situación en España. A pesar de las iniciativas puntuales de determinadas empresas o de grandes compañías como Telefónica o el Banco Santander, en nuestro país el teletrabajo es minoritario: solo el 6,7 % de los empleados ejerce esta opción laboral, frente al 17 % de la Unión Europea, según la Organización Internacional del Trabajo. Nadie discute sus ventajas: facilidad para la conciliación, aumento de la productividad, reducción del absentismo, incremento de la motivación, etc. Entonces, ¿por qué tan pocas empresas españolas han implementado el teletrabajo?
El teletrabajo no está bien visto
Aparentemente, la gran barrera que frena la adopción del teletrabajo es la cultura laboral dominante durante años, basada en el presencialismo y las largas jornadas de trabajo, aunque sean poco productivas. Pero en realidad, el asunto es más complejo, porque el teletrabajo afecta a los tres niveles de una empresa: la dirección, los cargos intermedios y los empleados. Por el lado de la dirección, muchas organizaciones ni siquiera contemplan el teletrabajo. Según el INE, solo el 27 % de las empresas españolas ha implementado algún tipo de plan para trabajar fuera de la oficina (que no es lo mismo que trabajar desde casa). A esto, debemos añadir que la mayoría de empleados no trabaja por objetivos o no los tiene realmente bien definidos. ¿Cómo se puede confiar en que un empleado rinda fuera de la oficina, si no se pueden medir sus resultados?
Respecto a los cargos intermedios, en general el problema es que les falta formación y experiencia sobre el teletrabajo. Así, cuando un empleado de rango intermedio solicita acogerse a esta posibilidad, genera inseguridad y desconfianza en sus superiores, que creen que el trabajo no sé hará o no se le dedicará el tiempo necesario para realizarlo correctamente. “Que sepas que eres el primero que nos lo pide” o “Nadie más lo está haciendo en tu posición” son respuestas típicas a estas peticiones.
Finalmente, en la mayoría de los casos, los empleados no contemplan opciones reales de acceder a los programas de teletrabajo y, además, chocan con la resistencia de sus responsables directos, lo cual acaba disuadiendo a la mayoría de plantear siquiera esa posibilidad. Esto explica por qué, aunque el 57% de los trabajadores españoles desearía acogerse al teletrabajo (según un libro blanco editado por la Universidad de Navarra), la mayoría no lo solicita.
A pesar de lo anterior, la modalidad del teletrabajo seguirá extendiéndose en los próximos años, a medida que las innovaciones tecnológicas en las comunicaciones entre los trabajadores y los equipos y los estilos de liderazgo eliminen las barreras actuales. También debe esperarse y producirse un cambio de mentalidad en todos los niveles de las empresas (la dirección, los cargos intermedios y los empleados) que lo haga posible y que siga la tendencia europea, para que el teletrabajo no se vea como una rareza en el mercado laboral y se entienda como una oportunidad para atraer talento y fidelizar equipos.