Nuestra industria invierte en Europa una media anual de 3.500 millones de euros. La implantación de tecnologías de descarbonización y el desarrollo de la producción de nuevos bioproductos requerirá una inversión adicional de 44.000 millones de euros hasta 2050.
El sector papelero español inició en 2014 un nuevo ciclo inversor y en los últimos tres años, las inversiones se han incrementado en un 54%, con una inversión prevista para este año 2016 de 228 millones de euros. Más allá de su contribución al crecimiento económico, el sector papelero destaca por el valor añadido que aporta a la sociedad en su conjunto. Una creación de valor basado en el uso de materias primas sostenibles, que unen a su condición de renovables la reciclabilidad, en un cóctel único, con el ingrediente añadido de su carácter local.
En el caso de España, el 97% de la madera procedente de plantaciones y el 69% del papel para reciclar, que la industria papelera utiliza como materia prima, son de procedencia local. Otro aspecto destacable de esa creación de valor añadido, la encontramos en cualificación, estabilidad y bajo índice de rotación de su plantilla de trabajadores. En nuestro país, nueve de cada diez empleos en el sector papelero son fijos.
Para desarrollar nuevos bioproductos papeleros, llamados a sustituir a los productos basados en el petróleo, incrementando el valor añadido en un 50% con referencia a 2010, la industria papelera generará 25.000 millones de euros de valor añadido en Europa hasta 2050. Esto será posible gracias a la cuarta revolución industrial, la industria 4.0, que supone mejoras en la eficiencia a través de la fabricación inteligente, la gestión de datos y el Internet de las cosas. Añadiendo nuevas funcionalidades (conectividad, antifalsificación, resistencia al agua y la humedad…) a los actuales productos de papel y cartón, la industria papelera europea encuentra una ventaja diferencial respecto a sus competidores, con soluciones a medida de alto valor añadido. Esto, junto con el crecimiento en los productos ya existentes, generará 5.000 millones de valor añadido.
Otra parte sustancial de la generación de valor añadido (más de 3.500 millones de euros) vendrá del desarrollo y crecimiento de bioproductos, desde aditivos alimentarios a biocomposites, nanocelulosa o biofuels avanzados, soluciones renovables e innovadoras, para superar la economía basada en el petróleo. La descarbonización supone dejar atrás una sociedad basada en los recursos fósiles.
Cuantitativamente, la reducción de la huella de carbono del sector en un 80% con respecto a 1990 significa que las emisiones de CO2 de la industria europea de la celulosa y el papel descenderán drásticamente hasta situarse en 12 millones de toneladas de CO2 en 2050, con la puesta en marcha de una serie de medidas específicas, que irán produciendo resultados gradualmente. Y esta reducción de las emisiones no incluye el secuestro de carbono en las plantaciones para papel gestionadas sosteniblemente ni su almacenaje de larga duración en los bioproductos papeleros que después se reciclan una y otra vez, ni la sustitución de productos y materiales procedentes del petróleo y menos amistosos con el clima.
La industria papelera y expertos externos han revisado las pautas identificadas en 2011 para avanzar en los objetivos de descarbonización en un 80% e incremento del valor añadido en un 50% para 2050. Y el sector se reafirma hoy en su ambicioso objetivo con la seguridad de que esta transformación industrial ‘made in Europe’ será posible con las adecuadas políticas proinversión y condiciones de financiación. La inversión será la clave de esta transformación. Y para hacer posible ese importante incremento de las inversiones, las políticas europeas, los esfuerzos en investigación y las condiciones de financiación deben apuntar a este mismo objetivo. Invertir en bioeconomía es invertir en futuro, en el futuro de nuestra economía y nuestra sociedad.