Cómo es ese mejor mundo posible para la sociedad actual fue concretado el 25 de septiembre de 2015 en los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), donde se insta a las partes firmantes a realizar esfuerzos conjuntos para minimizar las desigualdades, generar un crecimiento económico sostenible, erradicar el hambre y la pobreza, o consumir de forma responsable, entre otras muchas cosas. Ahora lo que hace falta es proyectarlo, buscar su acontecer en la práctica. Y es aquí precisamente donde las empresas juegan un papel fundamental por el poder transformador de la realidad social que atesoran. Especialmente aquellas empresas que se preocupan y ocupan de promover y desarrollar un carácter cordial; es decir, que tienen un proyecto de vida, no de muerte, y lo ejecutan teniendo en cuenta tanto la dimensión estratégica que le es propia como la moral y emotiva que le subyace.
Como ha revelado la teoría de juegos neuronales aplicada a disciplinas neurocientíficas como la neuroeconomía, la neuroética o la neuroeduación, los seres humanos no son meros maximizadores de su propio beneficio. Éstos son capaces de cooperar con sus semejantes para alcanzar metas comunes, de preocuparse por el bienestar de los demás aunque no mantengan una relación parental o grupal, o incluso de asumir costes elevados por castigar comportamientos que violan las normas sociales y morales. Detrás de esta diversidad comportamental del ser humano se halla una heterogeneidad emocional y un compromiso moral con aquello que, como diría Amartya Sen, tiene buenas razones para valorar que abre la puerta a la posibilidad de un modelo de empresa, como el cordial, y una gestión empresarial, como la socialmente responsable, diferente del promovido por la corriente neoclásica durante los últimos 150 años.
Basada en una ethica cordis como la desarrollada por Cortina durante las dos últimas décadas, que tiene en cuenta el interés estratégico, moral y emotivo que subyace a la razón, la empresa cordial es aquella que se hace cargo de sus circunstancias de forma elegante, responsable, autónoma e inteligente para proyectarse una vida plena y perdurable. Como argumentó José Ortega y Gasset, elegante, al igual que inteligente, viene de la palabra latina eligere, que significa elegir, y servía para calificar a aquellas personas que lo hacían con inteligencia. La elegancia, por tanto, es el arte de elegir bien, de preferir lo preferible entre las distintas posibilidades, de, en definitiva, salvar el capricho para hacer lo que hay que hacer y decir lo que hay que decir. Un quehacer y que decir intrínsecamente relacionado con el acontecer del mejor de los mundos posibles plasmado en los ODS, puesto que de ello depende tanto su concreción como su acontecer en el mundo. La empresa cordial es una empresa elegante, inteligente, que elige entre las distintas posibilidades aquellas que, dentro del marco de ese mundo pensado, permiten maximizar el beneficio de todos sus grupos de interés.
Precisamente, la responsabilidad social puede jugar un papel importante para la empresa, puesto que ofrece herramientas, pautas y orientaciones para gestionarla elegantemente, inteligentemente. Entre otras cosas, porque permite que ésta conozca integralmente sus fortalezas y debilidades para adaptarse mejor y más rápidamente a los cambios legales, sociales, económicos y medioambientales, así como gestionar los intangibles implicados en el correcto desarrollo y potenciación de su actividad. De esta forma, la empresa consigue minimizar los costes de transacción y maximizar el beneficio empresarial, pero también promover la construcción de un clima laboral adecuado, la erradicación de las desigualdades, el respeto de los derechos humanos, la inclusión de los colectivos más desfavorecidos, entre otras muchas cosas. Es decir, la responsabilidad social ayuda a la empresa a maximizar el beneficio empresarial contribuyendo al mismo tiempo a la satisfacción de los ODS.
Por ello, es necesario una responsabilidad social a la altura de aquello que el momento histórico exige, es decir, que no se preocupe únicamente por mejorar la gestión estratégica de la empresa, sino también, y sobre todo, de fomentar una cultura empresarial, una manera o forma de ser, vinculada con lo moral y lo afectivo. Es decir, una responsabilidad social que, en el marco de una ética ciudadana, evite su uso meramente estratégico mediante el fomento de procesos de diálogo con sus stakeholders que justifiquen y legitimen sus acciones y decisiones, y procesos de relacionalidad que generen la motivación necesaria para querer actuar justa y responsablemente.
En definitiva, una empresa cordial es una empresa elegante, inteligente, a la altura de aquello que el momento histórico exige, puesto que se preocupa y ocupa de gestionar adecuadamente la dimensión estratégica, moral y emocional que le subyace tanto en los procesos de toma de decisiones como en sus relaciones con los stakeholders. Para ello, empresa cordial introduce en su diseño aspectos como la compasión, el diálogo, el cuidado, la reciprocidad, el compromiso ético y la participación activa y comprometida de la sociedad civil mediante la concreción y promoción tanto de una cultura empresarial adecuada como de las emociones prosociales que posibilitan su implementación.