A través de la transparencia, la empresa puede suscitar una correcta percepción en las sociedades en las que actúa y transmitir la idea de que forma parte de las mismas de manera responsable y que, por tanto, está comprometida a afrontar sus retos y alcanzar sus metas conjuntamente con el resto de actores que las integran. Para ello, la primera necesidad es que la población perciba que la actuación de las empresas en su día a día, lejos de perjudicar el ejercicio de sus derechos (civiles, políticos, laborales, sociales, económicos, culturales, ambientales, etc.), los facilita a través de sus operaciones, inversiones, tributaciones, decisiones de gestión, comercialización de productos, servicios, su política de compras, de personal, investigación y desarrollo, etc.
En lo que respecta a las políticas, estrategias y resultados de la Responsabilidad Social Empresarial, no se dispone de suficiente información, y, en general, la información ofrecida por las empresas no suele ser ni completa ni detallada ni se ofrece con la necesaria periodicidad. Para que el mercado pueda reaccionar, es necesario que haya información accesible, comparable y barata, que permita tomar decisiones. Sin embargo, la realidad es que los consumidores no están perfectamente informados sobre las empresas, su impacto, económico, social y medioambiental y su Responsabilidad Social Empresarial (RSE) o Corporativa (RSC). Sin una información precisa, neutra, detallada y verificable el mercado (tanto el de bienes y servicios como el de capitales) no funcionará correctamente y estará expuesto a la acción de free riders. Aunque existirán gestores sensibilizados con la RSC, y empresas pro-activas y dispuestas a desarrollar informes de RSC, sin un marco de regulación mínimo, también existirán aquellas que intenten escapar al proceso y eludir esa responsabilidad.
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