La adopción de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) constituyó en 2002 una promesa sin precedentes de los dirigentes mundiales para promover la lucha contra la pobreza, las libertades y el desarrollo de las sociedades más excluidas en una alianza mundial entre países desarrollados y países en vías de desarrollo; entendiendo, bajo el mismo prisma que Amartya Sen, que la pobreza no debe contemplarse únicamente como una cuestión de escasos ingresos, sino que reside, en último término, en la dificultad para desarrollar las propias capacidades y libertades, y por lo tanto los derechos de cada individuo. Lo cierto, en cualquiera de los casos, es que la pobreza extrema es hoy una implacable realidad para más de 1.200 millones de adultos y menores.
La gran novedad es que, con la adopción de los ODM, el sector privado se suma por primera vez a los estados y a toda la sociedad civil para lograr alcanzar estos objetivos. Las empresas no sólo perciben que puede beneficiarles la estabilidad económica, social y política que conllevan niveles más altos de desarrollo, sino que toman conciencia de que, por su propia actividad, tienen la capacidad de promover o, por el contrario, poner barreras infranqueables para el desarrollo de muchas de estas capacidades y libertades.(…)
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