Lo peor de esta crisis no es ya la crisis en sí, sino la forma en que ha arraigado en lo más hondo de nosotros. La crisis financiera derivó primero en crisis económica, y de ahí nacieron el resto de crisis. Incluida la penúltima, la de las energías renovables. Digo penúltima porque, a mi juicio, la última en cristalizar ha sido la crisis de responsabilidad.
Responsabilidad porque si alguna enseñanza nos ha dejado la crisis es que hay que tener visión, ser innovador y acometer buenas prácticas empresariales. De ésta no salimos simplemente a base de golpes de creatividad, sino de la mano de la ética y la transparencia. Ahora se trata de restaurar la confianza en bancos, empresarios, mercados, supervisores y políticos. Pero, sobre todo, en la sociedad.
La internacionalización y el prestigio de la empresa están directamente ligados a la competitividad. ¿Adivinan cuáles son las cuatro empresas más responsables? Telefónica, Repsol, Iberia, La Caixa, Banco Santander, y Caja Madrid. Las mismas de siempre. La responsabilidad social corporativa (RSC) o también llamada responsabilidad social empresarial (RSE) ha pasado de ser considerada acción social a entenderse como una parte esencial del éxito y viabilidad de las empresas e instituciones a largo plazo.
La crisis ha quitado la máscara a los mercados, así como a los gobiernos autonómicos y al estado. Todo porque, en origen, ha habido fallos de buen gobierno empresarial y de supervisión estatal. La RSC no es sino una contribución activa y voluntaria para mejorar social, económica y medioambientalmente nuestro mundo. Porque aunque el lema se haya llenado de polvo con el paso de los años: otro mundo es posible. O, al menos, quiero pensar que todavía es posible.
El problema radica en que por norma general las empresas sólo quieren desarrollar actividades de RSC con fines comerciales. Es decir, para ganar competitividad y canjearse una reputación positiva de cartón piedra. Sin importarles el cómo. Sin embargo la responsabilidad real sólo surge en los casos donde la parte activa y voluntaria sea el eje de actuación, como sucede en el caso de éxito que estamos desarrollando en Redyser Transporte Urgente junto a la ONG Acción Transversal para la transformación Social (At2).
En concreto, se trata de la primera plataforma nacional que agrupa a empresas y organizaciones no lucrativas (ONL) y que pretende fomentar proyectos de responsabilidad social en pequeños comercios, autónomos, pymes y pequeñas ONLs. Una organización que bajo el nombre de EQA. Empresas Que Ayudan pretende tender puentes entre quienes buscan ayudar a los demás y aquellas empresas que con sus aportaciones o condiciones preferentes de contratación quieren contribuir a que se haga realidad.
EQA se estructura en forma de red, en la que el objetivo es cubrir el vacío que existe para iniciar proyectos que emanen del propio tejido empresarial. De esta manera, las organizaciones no sólo se beneficiarán de descuentos, sino que pueden dar a conocer sus proyectos a empresas interesadas en llevar a cabo acciones de RSC. O, como repetía insistentemente Tom Cruise en Jerry Maguire: “Ayúdame a ayudarte”.
Aparte de ser impulsora de este proyecto, Redyser ofrece a todas las ONLs que se suban al carro un servicio denominado ‘Somos’. Así, en primera persona del plural. Esta iniciativa ofrecerá un servicio de paquetería y mensajería urgente a todas las organizaciones no gubernamentales que demanden el ejercicio de la corresponsabilidad en sus proveedores. Porque más que un servicio, Redyser ofrece compromiso.
En nuestra compañía sabemos que existen muchas formas de trabajar como empresa, pero sabemos por experiencia que hay una fórmula que siempre funciona: “win to win” (ganamos los dos).‘Somos’ pretende eso mismo: algo tan ambicioso como que gane Redyser y a la vez que ganen las ONLs. Por eso, nos preguntamos: ¿estamos ante una nueva categoría de servicios? Decididamente, sí. Porque Redyser marca la era del transporte justo.
Las empresas deben ser capaces de trabajar en estrategias especializadas en materia ambiental, social y económica. Porque creemos que un giro empresarial hacia la responsabilidad nos puede reportar a todos un futuro mejor. Diversificación, flexibilidad, calidad y eficacia deben ser valores a tener en cuenta.
Las empresas deben ir más allá y ofrecer un valor añadido, un compromiso con el entorno y una serie de políticas destinadas a construir un mundo mejor. Si preguntamos a los gerentes de las empresas sobre si son socialmente responsables o no, obtendríamos una rotunda respuesta: sí. Pero, ¿realmente saben lo que implican las políticas de RSC?
No es una medida de quita y pon, sino una filosofía empresarial. Filosofía porque requiere creer en ella sin esperar retornos económicos de inversión a corto y medio plazo. Todo para acabar con la máxima aquella que me decía mi madre: “la reputación, hijo mío, es un espejo de aumento”.