Desde hace años se ha intentado en el ámbito de la gestión de personas atraer y retener ese tesoro. Al principio muy vinculado a las capacidades intelectuales y conocimientos de la persona. Ahora más enfocado a las competencias o actitudes requeridas por la organización. Y se buscan personas con sensibilidad social que entiendan la RSC como parte de la organización y como forma de aportar valor añadido a la sociedad.
Entonces, ¿qué es el talento social? ¿qué puede aportar a una empresa que impulsa una cultura de responsabilidad social entre sus equipos? ¿cómo puede mejorar el sentimiento de pertenencia?
El Talento Social se trata efectivamente de un tesoro, que hay que buscar sí, pero existente dentro de nuestra organización. Consiste en la búsqueda y a veces rescate de personas que por su alineamiento en valores y su actitud colaborativa, sirven de ejemplo al resto de compañeros. Son aquellos que asumen, en ocasiones sin pretenderlo, el liderazgo de la cultura organizativa. Si entendemos cultura como el conjunto de conversaciones de una organización -definición que particularmente me gusta por sencilla y gráfica- su valor y fuerza intangibles conforman una fuerza de responsabilidad social desde el individuo hacia la organización, sirviendo así de ejemplo y modelo de actitudes ‘sociales’ que refuerzan la cultura de RSC de una empresa.
Por eso, el concepto de Talento Social trata de rescatar el liderazgo individual, de personas de nuestra organización que gozan de un liderazgo natural tan sólo por su comportamiento en valores. Valores como la humildad, la colaboración, la voluntad de enseñar, sobre todo la de aprender… Creen en una organización más horizontal, más participativa, de compartir información, de transparencia, más natural y más emocional.
Sin duda estas personas disponen de un talento, un tesoro que regalan en cada pequeña acción y que sin embargo supone la acreditación de altos niveles competenciales. Esas actitudes se centran sobre todo en aspectos emocionales. Se conocen bien a sí mismas y se relacionan tan estupenda como naturalmente con sus compañeros. Su inteligencia emocional es natural o aprendida también dentro del entorno organizativo y alineada con sus valores. Y desde esos valores impregnan la organización de un tinte de responsabilidad hacia lo social que no siempre funciona bien ‘de arriba abajo’.
Al igual que el emprendedor social busca la sostenibilidad de su actividad a través de la aportación de valor a la sociedad, estamos ante un emprendedor dentro de la empresa que cree en ella y que devuelve en lo intangible lo que recibe. Ese liderazgo empapa al resto de compañeros o colaboradores y los empuja en la dirección adecuada: el cambio cuando lo requiere la empresa, la autocrítica constructiva, la iniciativa, la fuerza de lo individual como fortaleza del equipo. Una alta capacidad emocional, natural o adquirida, que aúna esfuerzos y mejora los proyectos y asegura los logros de manera casi invisible.
¿Cuántas veces hemos buscado fórmulas que impulsen o recuperen el sentimiento de pertenencia a nuestra organización? Para estas personas, la motivación proviene de un sentimiento de pertenencia que les hace ver la organización como un conjunto de personas que a nivel individual y colectivo deberían alinearse con esa cultura que reflejan y en la que creen. Ese es su talento.