Pero sobre todo, ha puesto de manifiesto que, desde diferentes culturas, perspectivas y sensibilidades, compartimos el objetivo de conseguir un desarrollo sostenible en Iberoamérica, una economía verde e inclusiva que genere empleo. Y también, dos sentimientos: esperanza y malestar.
Esperanza porque en el EIMA8 hemos constatado que ya está en marcha la transición hacia una economía baja en carbono, hacia un nuevo modelo de producción y consumo sostenible. Ciudades, regiones, empresas… ya están caminando con éxito. Y malestar porque se necesita un liderazgo político más ambicioso que no sólo se dedique a la gestión apresurada del corto plazo y/o de los problemas particulares de cada país, líderes que se preocupen, a la vez, de los indicadores económicos, de los sociales y de los ambientales.
Por eso, al finalizar el encuentro hicimos una doble petición a los responsables de los gobiernos iberoamericanos: que promuevan iniciativas ambiciosas para que Iberoamérica forme parte de la vanguardia del cambio hacia un desarrollo sostenible y que, ante la próxima Cumbre de Río+20, en junio de 2012, Iberoamérica sea una fuerza activa para lograr que el encuentro sea un éxito y constituya un hito para la construcción de un desarrollo sostenible en el planeta.
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