Estas palabras, hablando de los magros resultados y del sentimiento de fracaso de la Cimero de Rio –con referencias a la crisis incluidas- no pertenecen a ningún diario de la semana pasada, sino que están extraídas de la editorial de La Vanguardia del martes 16 de junio de 1992, hace 20 años ya, dónde se valoraban los resultados de Rio 92. Y en los diarios de la época encontramos artículos descalificadores, mucho más contundentes, de la Cimera de la Tierra de Rio 92. Visto con perspectiva, esa sensación de fracaso, no se corresponde con la realidad.
En Cataluña las cosas han cambiado mucho en materia de medio ambiente durante estos últimos 20 años. Es un cambio que puede que hayamos olvidado porque el día a día engaña la memoria, pero si nos esforzamos un poco recordaremos que esto es un hecho transcendental que hemos vivido –y algunas veces protagonizado- nosotros mismos.
Hagan un esfuerzo y traten de recordar cuál era la fotografía ambiental de nuestro país durante los años setenta y ochenta. Centenares de vertederos incontrolados y contaminantes dispersos por el territorio, camiones con matrícula estrangera que nos traían sus residuos, ríos como el Besòs que eran cloacas a cielo abierto y que generaban unos niveles de sulfhídrico a la atmosfera (fuertes olores) alarmantes a los municipios de la Llagosta y Montcada y Reixac, playas donde nadie con dos dedos de frente se atrevía a disfrutar de un baño, elevadas tasas de peligrosidad contaminantes, como el plomo y los óxidos de azufre en la atmosfera… eran el precio, las externalidades no internalizadas de un desarrollo que trajo ocupación y consiguió que nuestro país saliera de la miseria de la postguerra.
Tres factores propiciaron el cambio de comportamiento ambiental en Cataluña, muy por delante de los procesos que se llevaron a cabo en el estado español: la incorporación de España en la Comunidad Económica Europea, en el 1986, y los procesos modernizadores como los juegos Olímpicos de Barcelona; la creación del Departamento de Medio Ambiente y la cimera de Rio 92, que supuso la mayoría de edad del pensamiento y la preocupación ambiental. Los temas ambientales pasaron a formar parte de la agenda política y tuvieron presencia en los medios de comunicación. ¿Recuerdan cuando la gente hablaba del ‘Mig Ambient’?Y el error no era casual, es que hasta ese momento la terminología no existía en el lenguaje de los ciudadanos.
En estos 20 años el país se ha transformado, pero todavía tiene retos ambientales muy importantes. Dos décadas de políticas públicas han transformado el país, lo hemos ordenado y lo hemos dignificado ambientalmente. Hace 20 años solo una veintena de depuradoras funcionaban, aunque había instaladas unas pocas más. En 1996, Cataluña tenía 175 depuradoras de agua residuales urbanas y 95 más en construcción. Hoy en día estamos por encima de las 400.
Rio+20 queda demasiado cerca para poder hacer una valoración rigorosa, más allá de lo que han dicho los diarios. Probablemente podemos hacer valoraciones genéricas y, probablemente, vuelva a suceder lo que ya sucedió después de la Cimera de la Tierra de hace 20 años, y es que los procesos iniciados en Rio+20 vayan evolucionando y que aporten, a medio y a largo plazo, interesantes resultados que, otra vez, no solo tienen que ser impulsados por los Estados como actores principales, sino que deben ser impulsados por los gobiernos locales y regionales, por los sectores económicos, por los organismos internacionales y por las organizaciones no gubernamentales.
En cualquier caso, en Rio se han fijado, y han quedado recogidos en la declaración, conceptos como la economía verde, la gobernanza ambiental, la equidad que a partir de ahora se integrará en el léxico y en los objetivos del renovado proceso hacia la sostenibilidad. También el papel de los nuevos actores van modificando antiguos roles: así, los gobiernos locales y regionales, denominados genéricamente subnacionales, van consolidando su papel en relación a los Estados como referente.
También ha habido renuncias explícitas, alguna muy importante, como el paso de la conversión del Programa de las Naciones Unidas del Medio Ambiente en Agencia de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, que daría a este organismo mayor capacidad de incidencia. La crisis económica que afecta Europa, el principal poder territorial impulsor de la sostenibilidad a nivel planetario, no es alieno a alguna de estas renuncias.
Estos últimos años, y Rio+20 ha sido la confirmación, hemos visto que unos llegan con planteamientos ambientales por motivos éticos, otros por motivos políticos, otros por motivos legales y con un potente control de la administración ambiental y, finalmente, otros por motivos estratégicos. Pero hay un planteamiento común para todos que cada vez es más discutible: los objetivos económicos a medio y largo plazo unen los más diversos sectores hacia la sostenibilidad.