Curiosamente, no fueron las ONG o los organismos civiles vinculados a proyectos de línea social los que sensibilizaron de inicio a los empresarios para incursionar en el rubro. El mérito se debe a los grandes despachos y asesores mercadológicos, quienes introducen la RSE como un valor agregado a la marca, generado por su posible contribución a la comunidad.
La consolidación de la RSE en las grandes cúpulas empresariales -y las ONG nacionales allegadas a éstas, como es el caso del Cemefi-, no significó que el ejemplo se multiplicara rápidamente. Las micro y pequeñas empresas locales del interior del país, donde el sector empresarial con poder económico es reducido, no suele participar activamente de esta visión moderna de la RSE.
En Oaxaca, la RSE comienza a ser visible apenas en el año 2000, con el surgimiento de la Fundación Comunitaria Oaxaca, y la llegada del Cemefi, junto con el grupo Synergos y la Fundación Mott, desde los EEUE, instancias que empujaron el tema entre los empresarios locales, principalmente del sector turístico, con un enfoque novedoso de
su participación en la vida pública del estado. Para lograrlo realizaron eventos intersectoriales para impulsar el diálogo entre ONG, empresarios, académicos y sector público.
Pero estos esfuerzos se toparon con obstáculos importantes: visión estratégica muy local, capacidad financiera
disminuida, comunidades recelosas de las intervenciones empresariales y, sobre todo, un sector empresarial muy dependiente de la inversión gubernamental (en la mayoría de los casos adjudicada en forma discrecional), lo que implica una subordinación directa a la línea y a las prioridades políticas.
RSE Y COMUNIDAD
Estas peculiaridades hacen que la Responsabilidad Social en Oaxaca tome una forma distinta a la RSE. No como una estrategia corporativa, sino como una manera de percibir la vida comunitaria. Existen empresas sociales que aprovechan, bajo lineamientos comunitarios, ambientales y sociales, la madera, el agua, sus recursos forestales no maderables, sus paisajes y entorno -a través del ecoturismo-, la producción de café, entre otros recursos.
La experiencia de empresas sociales comunitarias oaxaqueñas, como Indapura, Tip Muebles, Expediciones Sierra Norte, Café La Organización, entre otras, y sus buenas prácticas de Responsabilidad Social, dejan claro que hay diferencias conceptuales básicas entre una empresa social y la RSE. A la primera le atañe un valor simbólico singular: el bien común; la segunda es un instrumento de mercadotecnia social cuyo fin es particular y no público. Las empresas sociales comunitarias responden a estructuras de organización tradicionales -autoridades agrarias o administrativas, organismos productores de base-; sus ganancias las distribuyen de diversas formas y con distintos porcentajes para servicios públicos de sus pueblos -mejoramiento de caminos, educación, servicios médicos-, para reinvertir en la empresa y para repartir ganancias en efectivo entre trabajadores y directivos.
Esta estrategia implica un reto importante, por el nivel de transparencia y de rendición de cuentas. Las estrategias de RSE en Oaxaca, por su parte, contemplan aportaciones filantrópicas a proyectos de índole social, aunque muy concentradas todavía en sectores tradicionalmente vistos como merecedores de compasión y caridad –postura fortalecida por las campañas mediáticas de las mismas organizaciones civiles-, como las campañas de la Cruz Roja o la del Teletón. El medio empresarial es cada vez más consciente de los beneficios que la RSE puede traerle al crecimiento de su empresa, al tiempo que el sector comienza a abrir nuevas posibilidades para emprender nuevos negocios con un sentido más social, pero donde sigue prevaleciendo el fin del lucro.