Políticos, empresarios, sindicatos y directivos están preocupados por dicha situación y buscan alternativas al modelo actual para construir las bases del que tiene que representar un nuevo esquema de gestión empresarial y social. Ese nuevo modelo ha de estar basado en la apuesta por las personas, el talento, la reputación y los intangibles, un modelo que puede resumirse en tres palabras: transparencia, coherencia y humanismo.
Es verdad que toda crisis conlleva una oportunidad y ésta ha de permitirnos apostar definitivamente por una nueva manera de gestionar las empresas que ayude a competir en condiciones más ventajosas en el futuro inmediato, que contribuya a innovar más y a diferenciarlas mejor. Por eso, es clave ganar la batalla por el humanismo en la empresa, sí, pero también ganar la batalla por el talento, porque hacer las compañías más humanas fuera, con los clientes, las comunidades y la sociedad en general, requiere antes hacerlas más humanas dentro, con los empleados, estando así en mejores condiciones de afrontar el futuro con garantías de éxito mediante una gestión audaz e innovadora del talento.
Ya casi nadie discute la importancia de las personas y del talento para las organizaciones y las naciones. Afortunadamente, los tiempos en los que gestionar los mal conocidos como “recursos humanos” suponía controlar a los empleados y pagarles puntualmente han pasado a la historia, aunque todavía hay empresas empeñadas en repetir los planteamientos del mundo fabril con su oferta de valor igual para todos, el trato a las personas como números y el uso discrecional de la máquina de fichar.
¿Qué importancia tiene en estos momentos el reconocimiento, por parte del talento, de aquellas organizaciones que logran la satisfacción de sus empleados y consiguen su compromiso? El gran intangible de las organizaciones es el talento y ninguna organización podrá en el futuro ser líder en reputación -algo a lo que aspiran todas- si no lo es, previamente, en el ámbito interno. Lo mismo podemos decir de las ciudades y los países.
Algunas empresas tienen un especial imán para los clientes porque lo tienen también para los profesionales, especialmente en el ámbito de los servicios y la tecnología, donde la innovación es clave. Los talentos más cotizados quieren trabajar en ellas porque tratan bien a las personas, desarrollan su interior y son coherentes con lo que dicen y hacen. Curiosamente, muchas de ellas coinciden con compañías que hoy en día son conocidas por su apuesta por ese modelo del que hablaba antes y que empieza a ser conocido como Nuevo Capitalismo Consciente.
Empresas como Google, Starbucks, Whole Foods, Patagonia, Tata, UPS o Southwest Airlines siguen ese modelo que se fundamenta básicamente en 4 puntos clave: propósito (superior, que busca de sentido y trasciende el puro negocio), liderazgo (con líderes conscientes que usan la inteligencia emocional y espiritual), cultura (que busca la confianza mutua y se basa en el respeto mutuo) y diálogo (orientación e integración de los stakeholders).
La mayor aspiración y condición de cualquier organización es lograr que sus grupos de interés y singularmente sus profesionales se identifiquen con su proyecto. Y esa implicación, esa entrega, se siente cuando los fines empresariales se trascienden y las personas y sus necesidades, problemas, aspiraciones, proyectos y anhelos son el fin en sí mismo.
Si, como consecuencia de ello, no existe admiración ni reconocimiento, base de la reputación, será posible una relación correcta entre personas y empresas, pero no una auténtica implicación. Dicha identificación es también la condición para que exista sintonía entra ambas, lo que se producirá cuando existan objetivos, pero también valores comunes -como ocurre en las parejas, por ejemplo-, es decir, armonía entre los valores corporativos y los valores personales.
Un Nuevo Capitalismo Consciente pasa, así pues, por la verdadera identificación de la empresa con la sociedad y del talento con la empresa porque, además, aquello que parece y aquello que es, son coincidentes y convergentes. Los consumidores ya no son tontos, los empleados y los ciudadanos, tampoco.
A la salida de esta crisis de la que hablaba al principio, algunas cosas quedarán claras: una es que las empresas que se han vanagloriado de promoción del talento pero que no se han preocupado en absoluto realmente por él cuando las cosas les han ido mal, lo pagarán a vuelta de la recesión; y la segunda es que la clave del nuevo modelo de capitalismo, el consciente, tiene en el talento a su verdadero motor, porque la consciencia empieza en el interior aunque se refleje en el exterior.
Como decía el escritor estadounidense Ralph Waldo Emerson “Lo que haces habla tan alto que no me deja escuchar lo que dices”. Busquemos, pues, enfoques avanzados y, sobre todo, conscientes para mejorar la empresa y la sociedad, desde la óptica del talento y la reputación, desde el contraste de los hechos y las realidades con el discurso y el proyecto corporativo.
Ese es el Nuevo Capitalismo Consciente, el del poder de las empresas de apoyar y servir a la sociedad, empezando por el apoyo a su talento y el desarrollo por parte de este de nuevas formas de crear, aportar y compartir valor con el conjunto de los stakeholders y la sociedad.