Creemos en la RSE, pero no estamos conformes con los procesos que deberían desarrollarla. Un trabajo intenso de difusión de las iniciativas consensuadas, ante tanta confusión, a veces interesada que existe en España. Trabajamos muy activamente en el Consejo Estatal de RSE (Cerse), a pesar de su mal funcionamiento, y estamos muy centrados en torno a los indicadores de RSE.
En estos últimos meses, mediante innumerables enmiendas a la Estrategia Nacional de RSE, ante el inmovilismo de la parte empresarial, secundado por el gobierno, y la acción interesada de ‘grupos interesados’, intentamos superar las ‘líneas rojas’ de la parte empresarial: indicadores, RSE en el sector público y en la Contratación pública y lo que aparece en los nuevos documentos de la Unión Europea (definición), la ley de economía sostenible, el concepto de ‘competitividad responsable’…
Por otra parte, está lo que conocemos como la creación de valor compartido. Las retribuciones de las cúpulas de IBEX, por ejemplo, demuestran que el valor se crea, pero no se comparte. No son proporcionales retribuciones a las cúpulas directivas con la creación de empleo, ni con salarios mínimos. Lo que denominamos pacto de rentas, no se cumple.
El discurso de Valor Compartido no puede ser otro discurso vacío de la RSE. Es ecesario concretar a través de indicadores. Frente a la extrema desigualdad en España, estamos haciendo propuestas para medir la equidad en las empresas. Y hay que repetir hasta la saciedad: la RSE no es acción social. Ni sucedáneos. También hay que dar un toque de atención: la creación de valor a corto plazo destruye valor a largo plazo en la empresa y, además, da lugar a efectos sociales terribles. Esta es la crisis de los incentivos perversos.
En relación a cómo involucrar a los grupos de interés en la creación de valor compartido, yo me pregunto: “¿Se trata de grupos de interés o más bien de grupos que me interesan?”. La indefinición del propio concepto ha sido una constante en todas las iniciativas de RSE. Se está promoviendo la participación de Grupos de Interés ligados a acción social, muy necesaria, pero insistimos que eso no es RSE. Desde la Unión Europea se insta a reconducir el tema de la determinación, representatividad y participación de los Grupos de Interés.
Por otra parte, también hay que tener en cuenta la situación actual de la RSE en España. Existe una situación de dispersión y total falta de credibilidad. Ha sido muy grave que las cajas de ahorro fallidas (no todas) hayan estado más de un lustro publicando memorias de RSE con una total impunidad, y la cantidad de premios que se han dado a empresas fracasadas, con los efectos que han tenido en la economía y en los derechos sociales en España.
Hay que admitir que hay que comenzar a hablar de RSE teniendo en cuenta las causas de la crisis, llegar a acuerdos para superar las ‘líneas rojas’ de la parte empresarial (CEOE da instrucciones a sus territorios creando bloqueos y confusión). También es necesario potenciar el CERSE, avanzar en lo que mandata la Ley de economía sostenible: sobre todo, en lo relativo a unos indicadores básicos para orientar a las empresas de más de 1.000 trabajadores.
Es necesaria una verdadera transparencia para avanzar juntos, y no una transparencia parcial que fomente el ‘todos contra todos’. Tener ya esos indicadores básicos que ordenen, orienten toda esta RSE poco creíble. No permitir que la ideología que está en el origen de la crisis imponga sus criterios e indicadores en los procesos de RSE. Necesitamos gobiernos y política decidida en RSE e ISR, que abandone ese ‘no molestar’ a las empresas. Aceptar la presión crítica, la presión social, no como una amenaza, sino como oportunidad.