El etiquetado ecológico informa al consumidor del impacto medioambiental de un producto o servicio. La idea es que el consumidor pueda ver las credenciales ambientales de los productos o servicios antes de comprarlos. El objetivo del etiquetado ecológico no es promover los productos más respetuosos con el medio ambiente (que es el trabajo de la etiqueta), sino aportar transparencia y promover la compra reflexiva.
Varios países ya han adoptado una posición al respecto en su política medioambiental
Muchos países como Japón, el Reino Unido, Suecia, Alemania, Hungría, Bélgica o Estados Unidos ya han puesto en marcha el etiquetado ecológico o, si aún no lo tienen, están considerándolo seriamente. De hecho, desde hace diez años, algunos de estos países han estado utilizando una referencia internacional llamada “product environmental declaration” (o declaración medioambiental del producto) que se basa en el estándar ISO 14025, que proporciona “información accesible de calidad y fácil de comparar en base a los efectos ambientales”.
En junio de 2008, el Reino Unido puso en marcha una herramienta metodológica para evaluar la emisión de gases de efecto invernadero durante el ciclo de vida del producto, llamada “PAS 2050” (Especificación Disponible al Público 2050). Esta herramienta fue diseñada por Carbon Trust y en colaboración con el British Standards Institution (BSI). El resultado final es que el consumidor encuentra un logo con forma de huella, la “Carbon Reduction Label”, que menciona las emisiones de CO2 del producto. Además, las empresas que presentan esta etiqueta se comprometen a reducir la huella de carbono del producto o del servicio a largo plazo.
Gracias a un enfoque más amplio, Francia podría tomar la iniciativa
Por su parte, Francia pretende dar un paso más utilizando diferentes criterios medioambientales que van más allá de la utilización del carbono como único valor para la medición del impacto medioambiental, en particular a través del análisis del ciclo de vida. La información debe estar relacionada con todo el ciclo de vida del producto, desde su fabricación (extracción de materias primas, producción) hasta su destrucción, pasando por la distribución y el consumo. Actualmente, los indicadores adicionales tales como el impacto en el clima, la contaminación del agua o el agotamiento de los recursos, no se tienen en cuenta.
Si bien esta iniciativa es sin duda ambiciosa, cabría preguntarse si Francia podrá ocuparse con éxito de un proyecto de tal envergadura. Como ejemplo podríamos mencionar la norma ISO, en la que 45 países han estado trabajando durante dos años y, a pesar de ello, sólo se centra en la huella de carbono de un producto (cuantificación de las emisiones y servicios de comunicación). Si esos primeros pasos sólo se centran en el CO2 es principalmente porque este factor es más fácil de cuantificar y de recoger. Otros indicadores como la ecotoxicología o el impacto sobre la biodiversidad, son mucho más difíciles de medir. En este sentido, el grupo de trabajo dedicado a los temas de Edición y Papelería de la Plataforma francesa que está llevando a cabo esta iniciativa, ha abierto un debate sobre la pertinencia de un indicador de la fibra de los productos derivados de la madera.
Teniendo en cuenta las limitaciones de este reto, Francia comprendió rápidamente que el etiquetado ecológico sólo funcionaría si los indicadores preestablecidos eran sólidos y fiables. Por este motivo, la ADEME (Agencia Francesa de Medio Ambiente y Gestión de la Energía) está tratando de establecer, en una primera fase, unos datos públicos, basándose en una media de datos genéricos, para cubrir la ausencia de datos específicos y más realistas.
Europa ha anunciado que va a experimentar con su propio etiquetado ecológico por un período de tres años, por lo que se está cuestionando la compatibilidad entre ambas iniciativas. En cuanto a las herramientas, el marco europeo PEF (Product Environmental Footprint o Huella Medioambiental del Producto) es muy similar al francés (BPX 30-323), ya que ambos podrían revisarse de acuerdo a la experiencia. De acuerdo con Lydie Ougier, que es la encargada del proyecto de etiquetado ambiental en ADEME (Agencia Francesa de Medio Ambiente y Gestión de Energía), Francia se beneficiará de la experimentación europea si “refuerza la metodología adoptada por el proyecto francés, aclara las elecciones metodológicas de Francia y le ayuda a continuar trabajando en productos que no tienen ninguna referencia definida”.
En otras palabras, el proyecto europeo se ve como un buen augurio, ya que permitirá que los socios europeos establezcan un modelo más amplio, teniendo en cuenta la experiencia acumulada de otros países, con el fin de facilitar la armonización.
Productores: la dinámica positiva del etiquetado ecológico
En el caso de la iniciativa francesa, los productores serán los encargados de recoger información para constituir la base de datos que se utilizará como base para el etiquetado ecológico y será enviada a los distribuidores. Como dinámica positiva, el etiquetado ecológico nos obligará a los productores a ser todavía más cuidadosos, a identificar y definir el daño ambiental a lo largo del proceso de producción y, por tanto, a luchar con más ahínco para combatirlo.
Además, el hecho de añadir el etiquetado ecológico a los estándares ya existentes nos animará a desarrollar y crear productos más respetuosos con el medio ambiente. Al mismo tiempo, esto nos permitirá evaluar el impacto ambiental de nuestros productos y entenderlo mejor. El etiquetado ecológico permitirá una evaluación objetiva de las actividades y la sostenibilidad de las prácticas.
En última instancia, de acuerdo con las empresas más exigentes en términos de impacto ambiental, el etiquetado ecológico ya no se considera como una restricción legal, sino que se ha convertido en un factor de diferenciación, una ventaja competitiva a largo plazo y un desafío para seguir avanzando en la protección del medio ambiente.
Actualmente solo Francia está tomando en cuenta este enfoque holístico desde el punto de vista de los productores, es solo uno de los muchos países que necesitan ser atendidos. El tiempo dirá si este enfoque será adoptado por otros países de forma que puedan simplificarse los criterios de producción.