Algunos aspectos señalados convergen con una opinión cada vez más generalizada, cita el documento: “La salud es crucial para el desarrollo: es una condición previa del desarrollo sostenible, y también un indicador y un resultado de los avances logrados en esta esfera”.
El desarrollo sostenible está en las agendas políticas de todos los países de nuestro entorno, y la salud queda bien reflejada en la resolución tras la cumbre de Rio+20 acerca del futuro que queremos como sociedad. Aparecen nuevos conceptos, como el de sanimetría, que permite evaluar los progresos logrados en salud desde la perspectiva de las dimensiones económica, social y medioambiental vinculadas al desarrollo sostenible y la responsabilidad social sociosanitaria. El documento de la OMS incide en la evolución de las prioridades mundiales en materia de salud, dando lugar a una agenda más amplia con enfermedades diferentes y nuevos riesgos.
Una amplia literatura y las evidencias bibliográficas encontradas muestran que los determinantes sociales son una variable ineludible a considerar en las políticas sanitarias y además, aparecen como claros precursores de la morbilidad y la mortalidad diferencial de los grupos más vulnerables. El medioambiente juega un papel esencial en la calidad de la salud de las personas. No es frecuente ver en documentos de políticas públicas de salud el abordaje de retos como el cambio climático, la contaminación de las aguas, el ruido (contaminación acústica) en las grandes ciudades o la gestión de residuos y emisiones de gases de efecto invernadero. Todos ellos producen consecuencias y problemas relacionados con la salud que toman una dimensión aún mayor cuando coadyuvan al mismo tiempo en grupos vulnerables y los colectivos menos favorecidos.
Parece necesario innovar en la estrategia de planificación sanitaria y contribuir con modelos de planes de salud orientados hacia criterios de sostenibilidad. Llevar a cabo políticas inclusivas que permitan seleccionar por consenso un significativo número de asuntos relevantes, señalados por un mapa de partes interesadas amplio y representativo de la sociedad. Desde una visión de gestión de la salud supondría una oportunidad para elaborar planes estructurados, con indicadores reconocibles y comparables y enfocados hacia el objetivo mayor de construir modelos sanitarios orientados al desarrollo sostenible.
El compromiso de una adecuada estrategia de stakeholder engagement debería aparecer como objetivo de las políticas sanitarias y su implementación. Sin embargo, las metodologías de relación y diálogo con los grupos de interés no parecen haber sido utilizadas regularmente en el sector sanitario. Las políticas públicas de planificación sanitaria tienen una tradición centrada en el sistema, especialmente en su elaboración y puesta sobre el terreno, pero algo está cambiando.
El reciente concepto de responsabilidad social sociosanitaria nos remite a un modo diferente de hacer política sanitaria, tanto desde el sector público como desde la industria privada, acorde con las publicaciones y directivas que vienen apareciendo en el ámbito de la UE. En el año dos mil seis el Observatorio Europeo de Sistemas y Políticas de Salud junto con el Ministerio de Salud y Asuntos Sociales de Finlandia publicó el documento “Health in all Policies, Prospects and Potentials”, una obra en la que con buen tino se apuntaba a la necesidad de realizar no solo un pacto por la sanidad en el sector, sino una aproximación a ese pacto por la salud de los ciudadanos desde todas las políticas. La intención es clara en cuanto a la necesidad de inclusividad y cooperación, pero además invita a la reflexión sobre los retos que las sociedades de este siglo tienen por delante en sanidad. Solo con una política de amplio espectro tendremos la oportunidad de hacer sostenible el sistema sanitario. Desde acciones encaminadas a comprender a todos los agentes implicados: administraciones, empresas, personal sanitario y de servicios, asociaciones, centros de investigación y sobre todo, al paciente.
El enfoque sobre impactos sociales y medioambientales en la salud de las personas tiene que ser monitorizado, ese es el camino más eficaz para minimizar las desigualdades y corregir las tendencias negativas en los efectos producidos. Hoy, afortunadamente, comenzamos a contar con modelos de evaluación y metodologías adecuadas para llevar a cabo una responsabilidad social sociosanitaria que contribuya al logro de esos objetivos. Necesitamos ahora la voluntad política y social para hacerlo realidad.