Según la AEMET, Agencia Estatal de Meteorología, en los últimos 40 años ha habido tres episodios significativos de sequía prolongada e intensa en España: de 1982 a 1984, de 1991 a 1996 y de 2005 a 2009. Pero, sin duda, el más grave es el que enfrentamos desde 2021 a hoy. Fruto de ello, el 74% del territorio está en riesgo de desertificación. España es, además, uno de los países industrializados con mayor estrés hídrico del mundo: según el Banco Mundial la ratio se situaba en el 43,25% en 2020 (el porcentaje expresa la relación total de agua dulce extraída sobre total de agua renovable de forma natural).
El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente define como “tierras secas” las áreas de clima tropical y clima templado con un índice de aridez menor de 0,65 (teniendo en cuenta, para este cálculo, variables de humedad, reservas hídricas y evapotranspiración). La mayor parte del territorio español pertenece a esta categoría, con el añadido de que casi la totalidad de la vertiente mediterránea está calificada como “semiárida” (índice entre 0,2 y 0,5).
Intensivos en agricultura y turismo: factores de estrés hídrico
España es el tercer país miembro de la Unión Europea con más superficie agrícola utilizada, sector que consume entre el 70% y el 80% del agua. El 77% del regadío se realiza con sistemas eficientes localizados, como el goteo, si bien el 34% restante todavía utiliza el riego por aspersión o gravedad, técnicas asociadas a un mayor desperdicio de este recurso.
Asimismo, el turismo es otro gran factor de estrés hídrico. Un español consume 127 litros de agua al día, mientras que el consumo de un turista oscila entre los 450 y los 800 l/día. Este sector antes de la pandemia representaba el 12,4% del PIB y generaba un 13% de empleo,aunque lo hacía bajo el reclamo de “sol y playa”, asociado a una mayor vulnerabilidad ambiental.
El Gobierno hace firme su propósito contra la sequía
En 2021 el Gobierno presentó el informe “España 2050”, en el que reconoce su preocupación por el estrés hídrico, y se aboga por “reordenar los usos agrícolas y cultivos, priorizando la agricultura sostenible y socialmente justa”. Además, el documento reconoce que los recursos hídricos del país están disminuyendo en cantidad y calidad, y que más de la mitad de los acuíferos presentan un alto grado de contaminación por nitratos, estando el 36% de ellos en riesgo de sobreexplotación.
El documento busca ser referencia para mediar en las “guerras del agua”, que enfrentan los que defienden el capital natural que representa el medio ambiente y los regantes de agricultura intensiva, contra quienes se responsabiliza del deterioro de los acuíferos.
Dispersión en la gestión del agua
España tiene 40 cuencas hidrográficas, 9 organismos de cuencas intercomunitarias con 12 ámbitos diferentes de gestión y 19 demarcaciones hidrográficas con competencias sobre el agua. A todo ello, cabe añadir que no existe un mecanismo regulador a nivel estatal. Asimismo, las entidades pequeñas no pueden acceder a financiación para instalaciones y tecnología necesarias para modernizar y optimizar el suministro y el tratamiento de aguas. Igualmente, la variabilidad tarifaria del agua en el territorio es del 550%, con la referencia de que la media europea se ubica en un 107%.
Cabe tener en cuenta, además, que España tiene el récord europeo de sanciones por incumplimiento en depuración: hasta 53,4 millones de euros en 30 años, sumando 10 millones de euros más cada semestre.
“Urge un plan de acción colaborativo que, tanto desde entidades públicas como privadas, ponga el foco de atención en una problemática que puede derivar en consecuencias graves para el sistema social, los servicios públicos, el orden económico vigente, o, sencillamente, la transformación del día a día de los ciudadanos”, concluye Carlos Garriga, director de We Are
Water Foundation.
La falta de inversión en agua y saneamiento, por ejemplo, sin ninguna dotación específica proveniente de los fondos Next Generation, sumada a la falta de estrategia colectiva, hacen que el problema de la sequía siga sin una hoja de ruta clara para su paliación o erradicación. El reto es garantizar la seguridad hídrica a largo plazo, y si se consigue, España podría convertirse en referente de esperanza para 2,5 millones de personas habitantes de tierras secas de todo el mundo.
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