En los debates sobre el cambio climático y la búsqueda de un futuro más equitativo y sostenible, la noción de “transición justa” ha emergido en los últimos años como un punto esencial a partir del cual abordar los cambios profundos y necesarios que exigen las nuevas estructuras socioeconómicas. Este enfoque holístico reconoce la intrínseca relación entre el cambio climático, la transición hacia la sostenibilidad y la justicia social.
El Instituto de Tecnología y Desarrollo de la Universidad Politécnica de Madrid y Acción contra el Hambre han tratado en el décimo número de Revista Diecisiete algunos de los retos y desafíos que implica el proceso de transformación hacia una economía verde y sostenible. Bajo el título ‘Transición justa: un enfoque para la sostenibilidad’, destaca la necesidad de establecer un diálogo que implique a los sectores económicos, políticos, sociales y culturales y que estimule una visión compartida sobre nuevos modelos de producción ante el cambio climático.
En esencia, la transición justa implica un proceso de cambio hacia una economía baja en carbono, pero ¿por qué es tan importante abordar este en estos momentos de emergencia climática? El término de “transición justa” existe desde la década de 1970, cuando fue utilizado por los sindicatos estadounidenses en un movimiento para proteger a los trabajadores afectados por las nuevas reglamentaciones sobre contaminación del agua y el aire. Los ecos de estas reivindicaciones resuenan con fuerza en el contexto global actual.
El cierre de instalaciones de energía basada en combustibles fósiles o los procesos de descarbonización, así como el significativo aumento de desastres naturales consecuencia del cambio climático nos enfrentan a un urgente e inevitable cambio en el modelo productivo. Las consecuencias económicas y sociales de estos procesos se suceden de manera imparable: desde las protestas de los chalecos amarillos en Francia contra el aumento del impuesto al combustible y el coste de vida en general, hasta el conflicto de la agricultura en toda Europa consecuencia del impacto de la globalización sobre las rentas agrarias, pasando por los disturbios civiles en Chile y Ecuador, o muy especialmente en África, donde es probable que el desempleo se incremente entre las poblaciones que trabajan en las industrias o viven en regiones y comunidades donde la dependencia de los combustibles fósiles es alta y las oportunidades de diversificación económica son limitadas.
El carácter multidimensional y multifactorial hace que, además de la creación de empleo digno y bien remunerado, la transición justa busque contribuir a objetivos más amplios de justicia social, promoviendo una mayor igualdad en los ámbitos económico, social y político. El Acuerdo de París de 2015 y la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas marcó el comienzo de una agenda mundial de sostenibilidad para la reconfiguración del modelo económico y el establecimiento de un nuevo pacto social de prosperidad inclusiva dentro de los límites del planeta. Por ello, aunque la transición justa comenzó con un enfoque centrado en cuestiones económicas, ha evolucionado hasta abordar una gama más amplia de problemas sociales incluidos la desigualdad de ingresos, el desempleo, la carga fiscal y la percepción de un distanciamiento entre el gobierno y la población.
En el marco de acción propuesto por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la Convención de Naciones Unidas Contra el Cambio Climático (CMNUCC), la transición justa debe contemplar, por un lado, los beneficios en la actividad y el empleo, y, por otro, debe buscar minimizar los impactos negativos de la transición ecológica y la descarbonización. En el sector energético, por ejemplo, una aproximación de transición justa busca garantizar un acceso suficiente y equitativo a fuentes de energía renovable y sostenible, repensando fundamentalmente cómo obtenemos energía y el modo en que operan sus negocios. Esto no solo mejora las condiciones de vida de los más vulnerables, sino que también reduce las desigualdades en términos de acceso a la energía y sus beneficios.
Es fundamental comprender que la transición justa no solo se proyecta hacia el futuro, sino que también evalúa minuciosamente el impacto diferenciado que la crisis climática tiene en las personas y su capacidad para adaptarse a sus efectos. No se trata de un esfuerzo individual, sino que implica la participación activa y el diálogo entre gobiernos, empresas, sindicatos, organizaciones no gubernamentales y la ciudadanía en general para construir un futuro donde la justicia y la sostenibilidad sean los pilares de nuestra sociedad.
La transición justa no es solo una idea abstracta. Es una llamada a la acción colectiva, un imperativo moral y práctico en la lucha global contra el cambio climático para construir un futuro más equitativo y sostenible para las generaciones presentes y futuras.