Era sábado, era el 14 de marzo del fatídico 2020. Había llegado el momento que temíamos, cuando la incertidumbre se apoderaba de forma oficial sobre nosotros y nos obligaba, tras la declaración del estado de alarma, a la adopción de medidas que implicaban el confinamiento.
En Canarias, que tenemos siempre el “apellido” de una hora menos habíamos llegado antes, el uno de febrero en la isla de la Gomera, a la confirmación del primer caso de coronavirus en España. Esto nos hizo prepararnos con antelación a lo que se nos venía encima, a adquirir mascarillas para que las personas se pudieran proteger y no contagiar a otras.
El 23 de febrero, un domingo, recibimos la primera llamada para pedirnos colaboración, porque se iniciaba el primer confinamiento en nuestro país, en la isla de Tenerife, en el hotel H10 Costa Adeje. Nos pedía Clara, la directora médica de la Gerencia de Atención Primaria de Tenerife, algunos productos sanitarios para poder trabajar en ese hotel con 893 huéspedes y 263 trabajadores confinados.
Entre los productos que nos solicitaban estaban los termómetros de no contacto y las mascarillas, con las que nos han acompañado durante estos años y que ya en aquellos momentos escaseaban y gracias a los compañeros de la Gomera, ese mismo domingo llegaron al hotel para que la cuarentena pudiera ser efectiva.
El día 15 de marzo, al día siguiente de la declaración del estado de alarma, ya comenzamos a hablar de otras mascarillas, de las que no eran de tejidos, ni higiénicas, ni quirúrgicas, ni llevaban filtros, pero que también darían protección y en algunos casos también protegerían de las secuelas y de pronósticos más graves, pero que además no se podían vender y que ha acabado siendo un hito en la lucha contra la violencia de género en nuestro país, pero que además ha trascendido nuestras fronteras para llegar a más de veinte países.
Un año antes estuvimos haciendo gestiones con autoridades y cuerpos de seguridad para hablar de lo que era el modelo farmacéutico español, de que nuestro compromiso con la población, nuestro conocimiento y nuestra distribución geográfica nos ponía en una situación privilegiada para colaborar en la lucha contra la violencia de género, los abusos a mayores y que necesitábamos de su colaboración, para que ese trabajo pudiera aportar beneficios a la sociedad, sin embargo no obtuvimos en ese momento la respuesta esperada.
Ese día, el domingo 15 de marzo de 2020, la directora del Instituto Canario de Igualdad, Mónica Fumero, nos hizo una llamada para ver como podríamos colaborar, en ese tiempo que comenzaba, en el que la población tendría que estar confinada en sus casas a todas horas y que previsiblemente podría suponer un incremento de las situaciones de violencia de género por la convivencia obligada, agravado por el aislamiento dentro de las viviendas.
La respuesta estaba automatizada, porque era lo que habíamos propuesto un año antes, en menos de una hora estaba todo acordado, protocolos, incluso la “contraseña” para que al acudir a la farmacia, establecimiento sanitario esencial que permanecía abierto durante el confinamiento, pudiera de una forma sencilla inequívoca y con el debido sigilo, iniciar el procedimiento que acordamos para proteger a la víctima, de una forma rápida y segura.
El procedimiento era muy sencillo, cuando una víctima o una tercera persona, conocedora de la situación acudía a la farmacia y nos decía: “Mascarilla 19”, le pedíamos una dirección y un nombre, si era posible también un teléfono de contacto. Inmediatamente nosotros llamábamos al 112, sin necesidad que la víctima estuviera presente y comunicábamos que estábamos ante un caso de Mascarilla 19. Se iniciaba entonces una acción por parte de las fuerzas de seguridad para de forma inmediata acudir al domicilio y actuar en consecuencia.
En unos pocos meses Mascarilla-19 se había difundido por las farmacias españolas, pero no sólo eso, había llegado a 4 continentes, en países como Italia, Francia, Alemania, Noruega, Reino Unido, Argentina, Colombia, Chile, México, Uganda, Cabo Verde y Australia, entre otros. La acción se difundió rápidamente y aparte de los casos que directamente se detectaron, hubo un efecto disuasorio muy importante, porque las casi 800 farmacias de Canarias eran desde ese mismo momento puntos de denuncia de violencia de género, cercanos al domicilio de las personas. Nuestro Consejo General también se encargó de promocionar la iniciativa que fue difundida también a la PGEU (Grupo Farmacéutico de la Unión Europea).
Durante estos años se nos han dado situaciones realmente graves, como cuando una mujer huía de su agresor por la calle y se refugiaba en la farmacia para no ser agredida o la de otros casos en los que alguna compañera ha llorado junto a la víctima, cuando ésta se derrumbaba al decirle “Mascarilla 19”.
Siempre los farmacéuticos hemos tenido, aparte de nuestra labor sanitaria y asistencial, una gran vocación por la acción social y en esta ocasión fue además de una gran visibilidad, difundiéndose por redes sociales, cantantes famosos participaron elaborando un video para difundir esta lucha contra la violencia de género, nos llegaban carteles de Mascarilla 19 elaborados en otros países en los que se había implantado también el protocolo. La iniciativa ha sido premiada y ha obtenido reconocimiento por distintas organizaciones, pero lo que realmente nos ha gratifica y de lo que nos sentimos muy orgullosos de haber podido añadir nuestro granito de arena a esta lucha de toda la sociedad para acabar con la violencia de género.
Esta tribuna forma parte del Dosier Corresponsables “Premios a la Innovación Social: Farmacéuticos y ODS”, en colaboración con el Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos (CGCOF).