Casi nadie duda ya del potencial que tiene la inteligencia artificial (IA) para transformar la sociedad para bien. Profesionales expertos en IA nos hablan de las inagotables oportunidades que ofrece esta nueva tecnología para mejorar la atención médica, al diagnosticar enfermedades con mayor precisión, desarrollar nuevos medicamentos y tratamientos, y proporcionar atención médica personalizada; a ayudarnos a combatir el cambio climático, al ayudarnos a comprenderlo mejor y a desarrollar fuentes de energía renovables; a mejorar la educación, haciendo que esta sea más accesible para todos; a reducir la pobreza porque puede crear nuevos empleos, mejorar la eficiencia de la agricultura y proporcionar acceso a servicios financieros; o incluso a algo tan deseado por todos como es promover la paz y la seguridad: la IA puede ayudar a monitorear conflictos, prevenir el crimen y hacer que nuestras comunidades sean más seguras.
Muchos sectores económicos ya están experimentando un impacto social significativo en áreas como el transporte, las finanzas, la medicina, el entretenimiento o la educación. Sin embargo, es importante tener en cuenta que la IA es una herramienta poderosa que se puede usar para bien o para mal. Y que el futuro de la IA (y el nuestro como humanidad) dependerá de cómo elijamos usarla. Los desafíos que nos presenta la inteligencia artificial respecto a desigualdad, pérdida de privacidad y discriminación por sesgos, están también encima de la mesa.
Para garantizar que la IA tenga un impacto social positivo, debemos consensuar y aplicar principios éticos claros para su uso y desarrollo, garantizar que la IA sea accesible para todos, independientemente de su origen o condición socioeconómica, y, no menos importante, educar a la sociedad sobre sus beneficios y riesgos.
La IA tiene el potencial de resolver algunos de los problemas más urgentes del mundo, nadie lo duda, pero debemos usarla con responsabilidad. Sin el diálogo y la colaboración entre las diferentes partes interesadas sobre el futuro de la IA, será difícil. Si queremos desarrollar la potencialidad de la IA para el bien no debemos olvidar los cuatro pilares de una IA responsable: la empatía, la equidad, la transparencia y la corresponsabilidad. Solo así desarrollaremos todo el potencial beneficioso de la tecnología más potente que ha diseñado la humanidad.
Esta tribuna forma parte del Dosier Corresponsables: Por una IA Responsable, junto a Esade y Fundación SERES