La basura digital o tecnológica (e-waste) es un problema creciente que afecta tanto a la sociedad, el planeta como la economía. En la era digital actual, con cada clic, descarga y almacenamiento, generamos una cantidad asombrosa de datos y archivos que, con el tiempo, se convierten en residuos virtuales.
Un desafío a nivel global que atañe directamente a las empresas. Dependientes de la tecnología para sus operaciones diarias, las empresas generan enormes volúmenes de datos y dispositivos electrónicos que rápidamente pueden volverse obsoletos. Pero ¿cómo sobrevivir en un mercado cada vez más digitalizado sin ser aplastado por la carga de la basura digital? El Pacto Mundial de la ONU analiza este concepto y ahonda en sus impactos y posibles estrategias empresariales para la gestión del e-waste.
¿Qué es la basura digital?
La basura digital o basura tecnológica (e-waste) incluye todos aquellos datos, archivos y dispositivos que no son útiles, pero siguen consumiendo recursos, tanto en términos digitales como físicos. Se estima que, en el año 2025, el volumen de datos digitales pueda alcanzar los 175 zettabytes (1000 terabytes), frente a los 33 de 2018.
Si concretamos sobre las empresas, este término incluiría los correos electrónicos no leídos o spam, documentos no utilizados, aplicaciones que ya no se utilizan o dispositivos electrónicos reemplazados, pero no reciclados y que pueden ser peligrosos para el medioambiente. Según el Informe Databerg 2015, el 31% de los datos empresariales almacenados no tienen ninguna utilidad. Algo que no sólo aumenta el consumo de energía, sino incrementa la huella de carbono digital.
En España, por ejemplo, se estima que cada año se generan más de 888 mil toneladas de residuos electrónicos, posicionando a nuestro país como uno de los principales generadores de e-waste en Europa. En Europa, aunque algunos países han sido proactivos en la gestión de residuos electrónicos, el ritmo de generación de basura digital sigue superando los esfuerzos del reciclaje.
Impactos negativos de la basura tecnológica
El impacto ambiental de la basura tecnológica puede ser muy peligroso. Los dispositivos contienen materiales como plomo, mercurio y cadmio que pueden filtrarse en el suelo y las fuentes de agua. Su inadecuada gestión no sólo contamina el medioambiente, sino que acelera el agotamiento de recursos naturales.
Además, los centros de datos, esenciales para almacenar grandes volúmenes de información, consumen grandes cantidades de energía. Según la Agencia Internacional de Energía, los centros de datos representaron el 1% del consumo global de electricidad en 2020 y podría llegar al 3% en 2030 si no se mejora su eficiencia.
A nivel social, además, la basura digital y e-waste pueden tener un impacto negativo. En muchos casos, los residuos electrónicos se exportan hasta países en desarrollo, donde se gestionan de forma inadecuada y exponen la salud de las comunidades locales.
Por otro lado, desde el punto de vista de la economía, la basura digital genera una pérdida de recursos valiosos. Muchos dispositivos contienen metales preciosos que podrían volver al ciclo de vida por la economía circular, como oro y platino. Según el Global E-waster monitor 2024, la cantidad de residuos digitales mundiales se duplicó en los últimos 12 años. Y sólo el 22,3% se recicla correctamente.
Es por ello que a nivel europeo se ha implementado la Directiva de Residuos de Aparatos Eléctricos y Electrónicos (RAEE) que tiene el objetivo de aumentar la tasa de reciclaje de residuos electrónicos hasta un 85%. Asimismo, en España, se ha puesto en marcha un Sistema Integrado de Gestión (SIG) que mejora la recolección y reciclaje, pero aún queda mucho camino para alcanzar las metas del ODS 12: Producción y consumo responsable.
Estrategias y acciones para reducir la basura digital
El rol de las empresas en la gestión del e-waste (basura tecnológica) es crucial para mitigar el impacto ambiental y promover un entorno digital más sostenible. A medida que el mundo avanza hacia una digitalización completa, las empresas no solo son grandes generadoras de residuos electrónicos, sino también actores clave en la implementación de soluciones para su correcta gestión.
Para plantarle cara eficazmente a esta problemática, las empresas pueden adoptar una serie de estrategias:
- Auditorías digitales de datos y retención: realizar auditorias para identificar y eliminar datos innecesarios, como emails antiguos, archivos duplicados y aplicaciones no utilizadas.
- Diseño sostenible de productos: es importante diseñar productos más duraderos y fáciles de reparar. Algo que no sólo prolonga su vida útil, sino que reduce la necesidad de reemplazos.
- Adopción de la economía circular: las empresas pueden adoptar modelos de negocio que la promuevan. a través, por ejemplo, del reciclaje y retorno de dispositivos.
- Concienciación y formación: educar a la plantilla, proveedores y otros agentes con talleres o campañas de sensibilización sobre la importancia de gestionar la basura digital y proporcionarles herramientas.
- Implementación de tecnologías verdes: estas pueden ser tanto la causa como la solución. Las tecnologías verdes pueden ayudar a reducir la huella ecológica a través de la optimización o soluciones en la nube que reduzcan la necesidad de hardware físico.
- Fomento de alianzas. La colaboración con gobiernos, organizaciones no gubernamentales y las propias personas consumidoras ayudará a desarrollar soluciones integrales.
Unas acciones que se pueden implementar a través de estrategias y políticas para ayudar a garantizar su cumplimiento.
Beneficios de reducir la basura digital
Aquellas organizaciones que gestionen eficientemente la basura digital también vivirán beneficios. Implementar acciones y políticas de reducción y reciclaje de residuos digitales ayudará a reducir costos operativos. Además, con la optimización obtenida con los recursos tecnológicos, se mejorará la eficiencia energética y se reducirá la huella de carbono.
Asimismo, la implementación de las prácticas sostenibles también mejora la imagen corporativa. Las empresas que apuestan por la sostenibilidad empresarial y la implicación de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030 mejorarán la confianza de los consumidores y mejorarán su reputación en el mercado.
En Europa, en concreto, y en el mundo, en general, las regulaciones ambientales instan a las empresas a gestionar los residuos de forma adecuado. Cumplir con ellas, no sólo evita sanciones, sino que también hacen que las empresas que apuesten por cumplirlas sean vistas como innovadoras y responsables, al mejorar procesos y ayudar a mejorar su posición competitiva en el mercado. De hecho, el 73% de los consumidores globales dicen que cambiarían sus hábitos de consumo para reducir su impacto ambiental.
Pero, además, puede ser una buena línea de negocio. Según el Global E-waste monitor 2024, se proyecta que la recuperación de metales de residuos electrónicos puede generar un valor de 42 millones de dólares. Además, el valor de evitar las emisiones sería de 26 millones de dólares. Unos datos que chocan directamente con los costos que se calculan en 93 millones de dólares debido a los costos sobre la salud pública y el medioambiente.
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