En la era digital en que vivimos, los dispositivos electrónicos son una parte esencial de nuestras vidas. Su consumo, de hecho, conlleva afrontar unos altísimos niveles de producción para responder a la siempre creciente demanda. Si bien es cierto que, durante el último año, las ventas de dispositivos tecnológicos descendieron como consecuencia de la tensiones político-económicas entre EE.UU. y China, sumadas a la crisis de los semiconductores junto con los preocupantes niveles de inflación y el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania, las cifras de fabricación continúan siendo elevadas.
Según datos de Statista, al finalizar 2022 alrededor del 90% de la población mundial poseía, al menos, un smartphone. Las ventas de PCs y portátiles alcanzaron los 285 millones de unidades vendidas al finalizar el año, según Canalys. Además, la demanda de wearables (dispositivos que vestimos o llevamos puestos) espera un crecimiento continuo hasta 2027, según datos de ABI Research, año en que se prevé que se alcanzarán los 650 millones de dispositivos comercializados.
Este elevado consumo conlleva un problema creciente: los residuos electrónicos, que traen consigo un impacto muy negativo en el planeta
Los dispositivos electrónicos contienen, por su composición, una gran variedad de materiales peligrosos, como, por ejemplo, el plomo, el mercurio, el arsénico y otros productos químicos tóxicos, que generan graves consecuencias para el medioambiente si no se tratan correctamente.
Contaminación de suelo y agua, contaminación del aire (por la quema de dispositivos electrónicos) o desperdicios de recursos naturales son algunas de las consecuencias que conlleva su transformación en residuos. Por ejemplo, según datos de la ONU, la quema de cables de cobre puede liberar dioxinas altamente contaminantes y la descomposición de residuos electrónicos en vertederos libera gases que suponen más del 2% de las emisiones mundiales de CO2, aumentando la incidencia del efecto invernadero y sus consecuencias asociadas, como son el aumento de la temperatura global, eventos climáticos extremos y la pérdida de la biodiversidad.
Y podríamos seguir aportando datos…Según estimaciones de las Naciones Unidas, sólo en 2022 se generaron alrededor de 60 millones de toneladas de residuos electrónicos, conocidos como e-waste, de los cuales únicamente el 20% se recicló de manera adecuada. Esta cifra es realmente alarmante, pero lo peor es que, si no se toman las medidas adecuadas, irá a más, pudiendo alcanzarse los 75 millones de toneladas de residuos en 2030. Por eso es necesario abordar este problema ya para asegurar un futuro más sostenible.
Pero no todo son malas noticias; este escenario se puede mejorar.
La respuesta: la economía circular
La economía circular, por definición, minimiza la generación de residuos y mantiene los productos y materiales en uso durante el mayor tiempo posible. La implementación de las prácticas adecuadas en economía circular contibuye de forma directa e indirecta al logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. En lugar de seguir el modelo lineal de «usar y desechar», la economía circular fomenta la reutilización, el reciclaje y la regeneración de los recursos. Esto reduce la cantidad de residuos enviados a los vertederos y disminuye la necesidad de extracción de materiales naturales, conservando valiosos recursos como minerales, metales y agua.
ANOVO tiene la economía circular en su ADN, diseñando e integrando buenas prácticas en sus operaciones, convirtiéndose en agente de economía circular y ofreciendo una cartera de servicios que maximizan el ciclo de vida de los diversos productos electrónicos. De este modo, reduce los residuos generados, promoviendo el consumo responsable de productos electrónicos y, a largo plazo, reduciendo el impacto medioambiental. ANOVO tiene un claro impacto positivo en el planeta y la sociedad en general y contribuye directamente a los Objetivos de Desarrollo Sostenible en 3 líneas:
- Producción y consumo responsable: Con los servicios de reparación y reacondicionamiento ANOVO contribuye a aumentar la durabilidad y mejorar la calidad de los equipos, reduciendo la temporalidad de los mismos. Lo que facilita un modelo de consumo más sostenible.
- Acción por el clima: ANOVO se esfuerza por aumentar su impacto medioambiental positivo, aplicando planes de reducción de emisiones.
- Vida de ecosistemas terrestres: El objetivo de restaurar el capital natural está en el centro de las prácticas de la Economía Circular, adoptando el uso de materiales reciclados y reciclables. ANOVO ya minimiza su impacto en toda su cadena de valor.
Además, a través de la economía circular también se fomenta el uso de energías renovables y la implementación de prácticas de eficiencia energética. Estas medidas reducen la huella de carbono y el impacto ambiental asociado con la producción y el consumo de energía. Merece la pena, ¿verdad? Todo esto contribuye a un mundo más sostenible. ¿Te unes?
Esta tribuna forma parte del Dosier Corresponsables: Economía Circular, impulsando el compromiso con la sostenibilidad.