Como motivo de la celebración de Feria Fruit Attraction, Corresponsables ha tenido la oportunidad de entrevistar a Julio Berbel, Doctor Ingeniero Agrónomo y Catedrático de la Universidad de Córdoba, quien ha señalado algunas claves para reducir el impacto climático y el proceso sostenible en el sector de la agricultura, respectando el actual contexto de escasez hídrica.
En un contexto de cambio climático y sequía creciente, ¿qué soluciones considera más efectivas para garantizar la sostenibilidad del uso del agua en la agricultura?
Dos áreas de trabajo clave son:
Escala de explotación: Continuar con las mejoras en la optimización del uso del agua. Desde la década de 1970, el consumo de agua por hectárea en España ha disminuido en un 40%, lo que significa que se utiliza casi la mitad de lo que se empleaba hace 50 años. Sin embargo, estos avances no son suficientes. Es necesario seguir progresando mediante el uso de nuevas herramientas digitales, la implementación de sistemas de riego más eficientes, mejoras en la vegetación y en el conocimiento y las prácticas agronómicas.
Gobernanza a escala territorial: Es fundamental crear organizaciones colectivas que gestionen de manera conjunta el agua proveniente de distintas fuentes, calidades y costos. Esto implica integrar el uso de aguas superficiales, subterráneas, regeneradas y desalinizadas, especialmente en zonas costeras. Además, tanto la administración como los usuarios deben asegurar que la demanda de recursos esté alineada con el desarrollo de las infraestructuras necesarias.
¿Cómo evalúa la situación actual del uso del agua en los cultivos de aguacates en España y qué mejoras ve necesarias para minimizar su impacto ambiental?
Los consumos por hectárea son bastante razonables, y a pesar de la ‘leyenda negra’ los aguacates consumen alrededor de un 20% más que los cítricos que son la referencia porque son los cultivos más frecuente mente que están sustituyendo en Valencia y parte de Andalucía y Portugal.
¿Cuál es su visión sobre la implementación de la Directiva Marco de Aguas en España y su impacto en la sostenibilidad de la agricultura en zonas afectadas por la sequía?
La Directiva Marco del Agua (DMA) se está aplicando de manera relativamente eficaz en España. Es importante señalar que la DMA se implementa a través de planes hidrológicos y programas de medidas que se revisan y actualizan cada seis años. Sin embargo, en España ya existía una experiencia previa debido a nuestra Ley de Aguas, lo que ha permitido una base sólida que ha sido necesario ajustar. El marco anterior se centraba en aumentar la oferta, priorizando el desarrollo económico y territorial, pero ahora se ha dado un giro hacia la priorización del medio ambiente. Se han establecido caudales ecológicos en los ríos, que están siendo respetados, y se han tomado medidas sobre las aguas subterráneas, aunque gestionar este recurso es más complejo debido a su naturaleza “invisible”. A pesar de ello, se están logrando avances.
Existen, no obstante, temas pendientes. Por ejemplo, las aguas subterráneas deben contribuir a los costes de vigilancia y control, pero la ley las exime de cualquier tarifa. Además, persiste una “puerta trasera” con respecto a los pequeños aprovechamientos (menos de 7.000 m³/año). También hay problemas históricos, como la contaminación de acuíferos por nitratos debido al cultivo continuo, especialmente en zonas como las vegas de los ríos o la huerta valenciana, lo que dificulta que los acuíferos alcancen niveles óptimos.
En cuanto a la sequía, España es pionera tanto en Europa como a nivel mundial en la gestión proactiva y preventiva de este fenómeno. Los Protocolos de Actuación ante Sequías están adaptados a la realidad hidrológica del país y son un modelo a seguir fuera de España. No obstante, evidentemente, cuando la lluvia escasea, las opciones de intervención son limitadas.
Por último, existen “puntos calientes” donde hay un conflicto entre la conservación de territorios de gran valor ambiental (como Doñana, las Tablas de Daimiel o el Mar Menor) y los usos económicos de las poblaciones que viven en sus alrededores. En estos casos, es necesario tomar decisiones que, por un lado, podrían implicar la reducción de las superficies de riego (la gran mayoría de ellas legales), lo que conllevaría un costo social y político. Por otro lado, se podría optar por aumentar la oferta de recursos hídricos, siempre que se logre superar los obstáculos políticos que impiden el avance en las soluciones de infraestructura pendientes.
Dado que las prácticas agrícolas tienen un gran impacto en el cambio climático, ¿qué medidasinmediatas se deberían adoptar en el sector para hacer frente a la escasez de recursos hídricos?
La realidad es que el porcentaje de emisiones de gases de efecto invernadero del sector agrario viene a ser el siguiente: 1) ganadería: 60%; 2) arroz 10%, 3) resto de cereales (maiz, trigo..) 15%, 3) frutas y hortalizas, 10%, y 4) resto de cultivos 5%. Por tanto, habrá que priorizar los sectores mas contaminantes (ganadería y arroz) y por supuesto, todos los demás también deben reducir la huella de carbono. Muchos cultivos, en especial los leñosos, puede aumentar la captura de carbono mediante una mejora del uso del suelo y otras prácticas agronómicas. Por último, hay mucho desperdicio alimentario, que si se reduce es la primera medida de ahorro de emisiones.
¿Qué papel juega la reutilización de aguas en la agricultura moderna y cuáles son las barreras que aún persisten para su adopción masiva?
La reutilización de agua es fundamental en zonas costeras porque fortalece la resiliencia de los sistemas, mejorando la garantía de suministro. Además, permite aliviar zonas con acuíferos o recursos superficiales limitados. Un beneficio adicional es que los nutrientes presentes en el agua reutilizada pueden ser aprovechados por los cultivos, lo que contribuye a mejorar la calidad de las aguas terrestres y costeras. En España, especialmente en áreas con escasez de recursos como el litoral mediterráneo y las Islas Canarias, la reutilización está creciendo, siendo el caso de Murcia, donde se reutiliza el 90% del agua, un ejemplo paradigmático.
Es importante recordar que muchos expertos (incluido el MITECO) desaconsejan el uso de aguas reutilizadas en cuencas interiores (ríos) que ya sufren escasez, ya que las aguas vertidas por los municipios son necesarias para mantener los caudales fluviales. Por ello, el mayor potencial de reutilización se encuentra en las zonas costeras. Así, no es correcto comparar directamente el caso de Murcia con el de Andalucía, donde ya se aprovecha un porcentaje significativo de aguas vertidas al mar, aunque aún por debajo del nivel de reutilización en Murcia.
En las áreas donde es viable aprovechar el agua regenerada, principalmente en zonas costeras, existen barreras tanto técnicas (calidad del agua y la dificultad de la red de transporte) como económicas (el coste del agua regenerada, que debe ser asumido por los usuarios, como la agricultura, campos de golf, riegos de jardines o industrias).
¿Cómo puede la ciencia económica ayudar a diseñar políticas públicas más efectivas en relación con la gestión del agua y la sostenibilidad en la agricultura?
La ciencia económica puede contribuir de varias maneras. Por un lado, mediante el diseño de instrumentos económicos como tarifas volumétricas, sistemas para el intercambio de derechos en mercados de agua, o mecanismos de financiación y seguros ante sequías, que ayudan a mitigar la variabilidad en la oferta de recursos hídricos.
Por otro lado, la ciencia económica también ofrece metodologías para mejorar los sistemas de gobernanza y promover un uso sostenible de los recursos disponibles. Esto se puede lograr mediante la creación de sistemas de gestión comunitaria de acuíferos, aguas superficiales y aguas no convencionales. Existen varios modelos exitosos que aplican distintas soluciones, como los mercados de derechos en Australia o las Juntas Generales de Usuarios de aguas subterráneas en lugares como California, Francia o España. En el suroeste de Estados Unidos, el “water banking” permite a un operador almacenar agua en acuíferos mediante recarga artificial para venderla posteriormente. También están surgiendo innovaciones como el ‘net balance’, donde un agricultor recibe una compensación económica o en derechos de agua por inundar sus campos en invierno, contribuyendo así a la recarga de acuíferos. Además, se están desarrollando sistemas eficientes de garantía y certificación de recursos.
Existen numerosos instrumentos y modelos en todo el mundo. En España se han implementado algunas soluciones innovadoras, pero deberíamos ser más proactivos y adoptar esquemas exitosos de otras regiones con condiciones similares a las nuestras.
¿Qué medidas pueden tomar los pequeños productores agrícolas para adaptarse a las condiciones de sequía sin comprometer la viabilidad económica de sus explotaciones?
Adoptar las mejores técnicas disponibles: cultivos y variedades adaptadas a la escasez, prácticas agronómicas (fechas de siembra, cobertura del suelo, podas y tratamientos), los mejores sistemas de riego (goteros,..) herramientas digitales (sensores), uso de riego deficitario. Además de esto, la participación e integración en juntas generales de regantes y mantener el respeto propio, y de terceros a las reglas de juego en cuanto superficies y volúmenes de agua.
¿De qué manera los planes hidrológicos de demarcación que ha elaborado influyen en la sostenibilidad de los cultivos intensivos como el del aguacate?
Los planes hidrológicos han estimado los recursos medios disponibles y asignado estos recursos a la superficie con derechos de agua. Esto se ha hecho bien, pero no es suficiente por tres razones, 1) aunque la inmensa mayoría de los agricultores tiene derechos de riego legales, existen superficies de riego en situación irregular que hay que regularizar; 2) la dotación media reconocida en los planes en la mayoría de los cases ronda los 5000 m3/ha, lo que es insuficiente para algunos cultivos como el aguacate que puede necesitar en torno a los 7000 m3/ha, por lo que condenan a los cultivos a un riego deficitario o a una sobre tracción y 3) la estimación de recursos hídricos se basa en una serie larga de datos meteorológicos, desde 1940 (80 años) pero los últimos 20 años en algunas zonas como Axarquia son claramente inferiores a la media de la serie larga. No sabemos si esto es temporal o definitivo, pero en cualquier caso, esto genera una situación de desequilibrio que los planes no recogen (porque siguen una metodología estandarizada que se basa en esta serie larga mencionada).
En su experiencia trabajando en proyectos europeos, ¿qué lecciones clave podrían adoptarse en España para mejorar la gestión del agua y la resiliencia agrícola ante el cambio climático?
Cambio climático siempre ha habido, lo que estamos viendo ahora responde mejor a la etiqueta de calentamiento global. Las precipitaciones a escala planetaria no van a cambiar significativamente en promedio, es decir, la cantidad total de lluvia seguirá siendo similar, aunque algunas regiones recibirán más precipitaciones y otras menos. Sin embargo, lo que está claro es que las temperaturas siguen batiendo récords cada año. Esto genera un mayor estrés en los cultivos y dificulta la adaptación de las zonas de secano a este nuevo escenario climático.
La respuesta a esta situación será mantener e incrementar el riego para evitar el abandono de tierras agrícolas. Desde 1980, en España se ha abandonado el 15% de las tierras de cultivo, principalmente en áreas de secano. Es fundamental una estrategia nacional que aumente los recursos hídricos disponibles, tanto convencionales (embalses) como no convencionales (desalación y reutilización). Además, se requiere una mejor gobernanza de los recursos subterráneos y una gestión colectiva de los recursos hídricos para integrar fuentes de distinta procedencia. Dicho esto, los agricultores deberán implementar las medidas necesarias, como las mencionadas previamente, para adaptarse a estas nuevas condiciones climáticas.
A largo plazo, ¿qué cree que será más crucial: el desarrollo de nuevas tecnologías agrícolas o el cambio de políticas de uso de agua para lograr una agricultura más sostenible?
Ambas estrategias son imprescindibles. Greenpeace propone abandonar casi el 50% del regadío en España. Si lleváramos a cabo esta propuesta, el abandono de las zonas rurales sería inevitable, lo que empobrecería al país tanto económica como socialmente. Además, la propuesta de Greenpeace no aborda la falta de viabilidad de la agricultura de secano, que ya no es sostenible en gran parte del territorio nacional y enfrentará aún mayores dificultades en el futuro. Por lo tanto, la agricultura española viable será, en gran medida, de regadío.
Es cierto que se debe tomar una decisión sobre qué cantidad de riego es viable, y una vez determinado el volumen total, es esencial que tanto la administración como los usuarios se comprometan a respetarlo. En Australia, durante los años 80, se estableció un ‘techo’ de consumo de agua, lo que permitió la compra y venta de derechos hídricos disponibles, siempre respetando el Pacto del Agua acordado. Este sistema es flexible, ya que el techo se ajusta cada año según las reservas disponibles. Esto ha permitido que nuevos actores, como los cultivos de mayor valor, compren derechos a cultivos de menor valor, por ejemplo, un agricultor que desea plantar aguacates puede comprar derechos a otro que cultiva arroz o algodón. Aunque este modelo no es directamente aplicable en España debido a nuestras diferencias institucionales, la idea de pactar de manera solemne y creíble un techo de consumo de agua, y que este no sea manipulado al alza en cada nuevo plan hidrológico, es muy relevante.
A nivel estatal, es crucial un marco de gobernanza estable que fomente la recarga de acuíferos, el uso de agua regenerada y desalada. A nivel de los agricultores, esto debe ir acompañado de una mejora continua en el consumo de agua a nivel de parcela. Ya hemos mencionado que en España el consumo de agua por hectárea ha disminuido un 40%, lo que significa que actualmente se utiliza casi la mitad de lo que se empleaba hace 50 años. Aún existe margen para seguir reduciendo el consumo y aumentando el valor generado.
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