Para nosotros, como expertos en la prestación de servicios encaminados a la caracterización y la descontaminación de suelos, es fundamental recordar la importancia de cuidarlos, dado que, una vez contaminados, no son recuperables por medios naturales. Al menos, no en el transcurso de una vida humana. Se trata de un recurso finito, es decir, no regenerable a un ritmo lo suficientemente rápido como para mantener su tasa de consumo.
Los suelos contaminados, de acuerdo con la Ley 7/2022, de 8 de abril de Residuos y Suelos Contaminados para una Economía Circular, son aquellos cuyas características han sido alteradas negativamente por la presencia de componentes químicos peligrosos. A este respecto, datos de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) nos revelan una verdad incómoda: más de un tercio de los suelos del planeta están de moderada a altamente dañados.
Numerosos ODS de la ONU están directamente relacionados con el impacto de la contaminación del suelo en nuestras vidas. Algunos ejemplos son el Objetivo n2º, “Hambre cero”, que se encuentra comprometido con la reducción del rendimiento de los cultivos. Ocurre lo mismo con el nº3, “Salud y bienestar”, ya que la contaminación del suelo provoca una gran variedad de enfermedades.
Según la OMS, 13 millones de personas pierden la vida anualmente por vivir o trabajar en ambientes poco saludables. Por su parte, el Objetivo nº6, “Agua limpia y saneamiento”, tampoco es compatible con la contaminación del suelo. Al igual que el nº13, “Acción por el clima”, debido a la contribución de los suelos contaminados a la emisión de gases de efecto invernadero y al cambio climático. Y así sucesivamente.
La realidad es alarmante. En este contexto, la pregunta que debemos hacernos es la siguiente: ¿podemos permitirnos seguir ignorando esta situación? Antes de responder, me gustaría aportar un último apunte: se estima que el 95 % de los alimentos que llegan a nuestras mesas dependen directa o indirectamente de la salud de nuestros suelos. ¿Cuál sería nuestra realidad si esa proporción de alimento no estuviese disponible por nuestra inacción? ¿Qué legado dejaremos a las generaciones futuras si no actuamos de manera decidida para proteger nuestros suelos? Sin duda, todo esto invita a la reflexión.
En mi opinión, ha llegado el momento de asumir responsabilidades. Aunque es cierto que todos podemos hacer algo por mejorar las cosas, la actividad industrial y comercial es la principal causa de la contaminación de los suelos. En pocas palabras: las empresas deben tomar conciencia. Lamentablemente, muchas no tienen un sistema adecuado para identificar y monitorizar los riesgos ambientales. ¿El motivo? Hacerse cargo de los suelos contaminados puede ser un proceso largo y muy costoso. En este plano, TÜV SÜD garantiza soluciones basadas en la prevención, en un buen diseño de las instalaciones y en el impulso de las correctas prácticas ambientales por parte de las corporaciones.
En resumen, la relación de los ODS, tanto de las empresas como de la sociedad, con los suelos contaminados es innegable. Los suelos afectan a los alimentos que comemos, al agua que bebemos, al aire que respiramos, a nuestra salud y la de todos los organismos del planeta. Las empresas deben tener en cuenta estos objetivos y trabajar para abordar el desafío de los suelos contaminados. El tiempo pasa y esta necesidad es cada vez más urgente.
Esta tribuna forma parte del Dosier Corresponsables: 8º Aniversario de los ODS, en colaboración con Metrovacesa.