En la localidad madrileña de Villaviciosa de Odón vive y tiene su granja de flores orgánicas Julia Estefanell, propietaria de Bamba Flores, un proyecto familiar que puso en marcha en 2021: “yo estaba desempleada con un niño pequeño. Empecé a investigar sobre el cultivo de flores con técnicas artesanas y ecológicas que no usan pesticidas ni productos químicos, y no había nadie que las cultivara en Madrid”. Esto convierte a las más de 90 variedades de flores de Julia en productos muy especiales, ya que en España, ocho de cada diez flores que se venden en floristerías han llegado en avión desde Países Bajos, África y América Latina, según la Asociación Española de Floristas.
“Ni el aroma ni la frescura son iguales, además de la huella de carbono que se genera en cada envío. La mayoría de mis clientes son personas concienciadas con el cambio climático. Muchos aman las flores, pero les espanta el negocio que hay detrás”, explica Julia. Cultivar flores para venderlas online se ha convertido en el modo de vida de esta madre de dos niños y también en su “terapia”. “Tocar la tierra y estar al aire libre es maravilloso”, asegura, aunque reconoce que los inicios fueron complicados y su negocio siempre depende del clima: “Yo recomiendo emprender, pero tienes que ser constante, abrazar las dificultades y adaptarte”. En este sentido, esta floricultora madrileña recalca la importancia de formarse: “Me he tenido que formar mucho. Siempre que puedo hago talleres con profesionales del sector que también me dan la oportunidad de estar con otras emprendedoras, y entre nosotras nos apoyamos”. La formación también ha sido importante para Greicy Campos, emprendedora dominicana de la Fundación Microfinanzas BBVA, que, al igual que Julia, tiene un negocio que cuida el medioambiente en Santo Domingo; un microemprendimiento en el que enseñar a otras mujeres cabeza de hogar a elaborar bolsos, carteras, sombreros y lámparas de forma artesanal con lilas, una planta acuática que extrae del río Ozama, el cuarto más importante del país. “La lila es una especie invasora, tapa el río completamente, y eso es un problema porque acaba con las especies que lo habitan. Yo trabajo con la fibra de las lilas. Es un proceso largo y laborioso, pero me encanta mi trabajo. Desde 2017 he formado en mi taller a más de 300 mujeres y no cobro un peso por ello. Ellas ganan su dinero y yo no estoy sola”, cuenta. La vida de Greicy no ha sido fácil; comenzó a tejer a los 8 años y apenas pudo estudiar. Con esfuerzo y el apoyo de la entidad dominicana de la Fundación Microfinanzas BBVA (FMBBVA), ha conseguido sacar adelante su negocio y pagar la universidad de sus hijas: “Mi mayor motivación son mis hijas. No podíamos asumir ese gasto y me puse una meta de ventas que pudiera cubrirlo. Quiero que tengan las oportunidades que yo no tuve”, explica.
Como demuestran las historias de Julia y Greicy, emprender supone una oportunidad de prosperar y conciliar la vida personal y laboral para muchas mujeres, al mismo tiempo que contribuyen a cuidar el medioambiente. Pero se encuentran con barreras para desarrollar su actividad como el acceso a la financiación. En España las mujeres empresarias tienen un 30% menos de probabilidades de obtener financiación que los hombres según los datos de la Cámara de Comercio de Madrid, pese a que un estudio del Instituto Peterson de Economía Internacional, revela que las empresas con al menos un 30% de mujeres en puestos de liderazgo son más rentables y tienen mejores perspectivas de crecimiento que las que prescinde de ellas. En su objetivo de empoderar económicamente a las mujeres, la FMBBVA atiende a 1,7 millones de emprendedoras vulnerables en cinco países de América Latina con servicios financieros y no financieros.
El 19 de noviembre, Día Internacional de la Mujer Emprendedora, recuerda la necesidad de contribuir al empoderamiento femenino en el mundo, porque, como demuestran las historias de Julia y Greicy, las mujeres emprendedoras son una fuerza poderosa para crear un mundo más justo, próspero y sostenible.
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