Cuando un médico pronuncia la palabra “cáncer”, todo cambia en un instante. Lo que parecía ser un día más, de repente se convierte en el comienzo de una nueva realidad. Una nueva vida. Distinta a la anterior.
La enfermedad no solo afecta al paciente, sino también a su entorno más cercano, creando una red de apoyo que muchas veces se ve desbordada. Mi historia personal que comenzó hace ya más de 7 años con el diagnóstico de mi padre, es solo un ejemplo de cómo el cáncer transforma la vida de todos los involucrados.
Mi padre fue diagnosticado con cáncer de colon, una enfermedad que con el tiempo y el COVID-19 de por medio, se extendió a otros órganos, como el hígado y los pulmones. Actualmente, se encuentra en tratamiento de quimioterapia cada dos semanas para controlar las metástasis, pero lo que me gustaría destacar en este artículo no es solo el sufrimiento del paciente, sino también el impacto que esta enfermedad tienen en quienes les rodean: en su familia, en sus amigos, su trabajo y en su entorno social.
Mi madre, por ejemplo, asumió un papel fundamental en el cuidado de mi padre. Durante todo el proceso de tratamiento, hospitalizaciones y ajustes en su nueva vida, ella se centró en él. En su bienestar, en que su calidad de vida no se viera alterada más de lo necesario. Como es natural en estos casos, intentó mantener la normalidad en casa, buscando que sus hijos también pudiéramos seguir con nuestras actividades profesionales y cotidianas sin mayores alteraciones. Sin embargo, el desgaste que esto genera es inevitable.
Hace poco más de un año, mi madre comenzó a sentir ciertos malestares en su salud, pero los descartaba como algo sin importancia. Dolor de estómago, fatiga…síntomas que muchas veces se minimizan, especialmente cuando el foco está en el bienestar y el cuidado de otro. Finalmente, el dolor fue tan intenso que tuvimos llevarla a urgencias, solo para descubrir que también ella padecía un cáncer, esta vez de páncreas. Aunque su diagnóstico fue rápido, el cáncer ya había avanzado mucho y las posibilidades de tratamiento eran muy limitadas. Casi inexistentes. Mi madre se nos fue en 90 días.
Lo que sucedió con mi madre es algo que ocurre con frecuencia: Cuando una persona se dedica a cuidar a otro, tiende a poner en un segundo plano sus propias necesidades de salud y bienestar. Es una tendencia natural, pero que tiene sus riesgos.
Ha sido en esta vorágine cuando he descubierto la labor fundamental de la Asociación Española contra el Cáncer (AECC). A través de un contacto con la asociación, pude entender que el apoyo a los pacientes debe extenderse también a su entorno. La AECC no solo trabaja para ofrecer soporte a quienes padecen la enfermedad, sino también para acompañar a las familias en el proceso, ayudándoles a gestionar la situación emocional, psicológica y social que conlleva el diagnóstico de cáncer. Todo de manera gratuita.
En DONTE GROUP decidimos invitar a la organización a nuestra convención anual de este pasado mes de enero para dar visibilidad a la importancia del acompañamiento integral y la colaboración e involucración de todos.
Este mes de febrero, más que nunca es crucial reconocer la importancia del entorno en la lucha contra el cáncer. La salud y el bienestar de todos son esenciales en esta vida.
Esta tribuna forma parte del Dosier Corresponsables: Día Mundial Contra el Cáncer