Han pasado ya casi 8 años desde que las Naciones Unidas aprobaran su plan para lograr un futuro sostenible y mejor para todas las personas, que se materializó en la guía hoy ampliamente conocida como “los ODS”. Estos objetivos de desarrollo sostenible vinieron a poner luz al camino a trazar por todas y cada una de las organizaciones, empresas, personas que quisieran trabajar bajo un compromiso y un propósito de corresponsabilidad.
Pero lo que ha pasado en estos ocho años es que, en ocasiones con buena voluntad, se ha utilizado en exceso el concepto de los 17 ODS para comunicar de todo y para cualquiera. La sostenibilidad/corresponsabilidad no es sólo plantar más árboles, ni limpiar playas (que está muy bien y deberíamos hacerlo más a menudo y regularmente, ojo).
La sostenibilidad/corresponsabilidad es una manera de estar y comportarse, sea bajo la bandera del respeto y preservación medioambiental, desde el fomento de buena conducta social o desde la urgencia del sentido de gobernanza y transparencia.
Y es esta última palabra, la transparencia, la que me lleva a abordar la necesidad del ODS #18. Una propuesta en la que, como profesional de la comunicación, no puedo estar más de acuerdo. Debemos autorregularnos e imponernos métricas comunes que nos permitan desarrollar nuestra profesión desde la transparencia y la corresponsabilidad.
Las voces -pertinentes- que señalaban prácticas “greenwashianas” en gobiernos, organizaciones, instituciones y, sobre todo, empresas; tenían su particular granito de razón en advertir cierta desconfianza. Por eso, el nuevo contexto regulatorio que ya está llegando (e instalando) en países como Francia, merece que se le preste atención y se decida qué y cómo poner en marcha un plan de mejora continua para una comunicación responsable, a todos los niveles.
Es justo lo que debe ser: un plan. Más que una imposición, un conjunto de buenas prácticas. En España, medios como Corresponsables llevan mucho tiempo abogando por esa comunicación responsable (¡gracias por ello, de verdad!). Pero la delgada línea “verde” (con perdón para la normativa francesa actual), que separa la responsabilidad de comunicar de la necesidad de generar un interés determinado, sigue siendo muy delgada y a menudo difícil de apreciar.
Para ello, establecer consensos entre profesionales, asociaciones y medios de comunicación puede ser una buena manera de empezar.
Dejemos de lado las vaguedades, los grandes titulares, la comercialización del mensaje. Es necesario, útil y responsable que las organizaciones comuniquen, comuniquemos. Pero vale la pena revisar la grandilocuencia y remitirnos a los hechos. El acto comunicativo sigue siendo el tradicional: alguien (emisor) comunica algo (mensaje) a través de algo (canal) para llegar a otro alguien (receptor).
Quizás en este esquema ya tradicional, lo que realmente ha cambiado es el canal, que a su vez ha hecho cambiar las exigencias del receptor.
La proximidad, rapidez y entorno multimedia en que emitimos los mensajes hace que el destinatario exija transparencia y veracidad. Esa es la verdadera esencia de una comunicación responsable, que permita dejar de lado y discriminar las fake news y el abuso de “verdor” en lo que se comunica.
Llegados a este punto, bajo a lo concreto: ¿qué es comunicación responsable y cómo debería ser el necesario ODS18? Hablamos de transparencia, comunicación y corresponsabilidad. Por tanto, motivemos y transformemos en positivo una comunicación basada en la evidencia, la materialidad y el sentido de responsabilidad. Que aquello que estemos dispuestos a transmitir tenga un valor, ayude al plan de desarrollo sostenible y mejora continua que sustentan los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Yo apuesto por el ODS18, ejerzo mi sentido de la corresponsabilidad. Por una comunicación responsable.
Esta tribuna forma parte del Dosier Corresponsables: ODS18 – Comunicación Responsable.