A la frase “somos lo que comemos” le añadiría: “y somos lo que hacemos para conseguir esa comida”. Tradicionalmente se ha vinculado este concepto con seguir una alimentación sana que nos ayude a sentirnos más fuertes, saludables y a eliminar ciertas molestias. Porque es verdad que lo que comemos es muy importante a la hora de prevenir o provocar enfermedades.
Recientes estudios de universidades como la de Tufts o Harvard han concluido, tras estudiar a cientos de miles de personas durante dos décadas, que aquellas que consumían altas tasas de alimentos ultraprocesados tenían casi un 30% más de riesgo de desarrollar cáncer de colon. Entre estos productos se encuentran todos aquellos preparados, listos para comer, hechos a base de pollo, carne o pescado, además de los refrescos y bebidas a base de leche azucarada.
Claramente la alimentación tiene un alto impacto en nuestro cuerpo, pero además el cómo decidamos alimentarnos influye también en los demás. Los sistemas de producción de alimentos provocan entre el 25 y el 30% del efecto invernadero mundial. Entre los alimentos que más impacto negativo tienen en nuestro planeta figuran la ternera, la mantequilla y los aguacates, productos que demandan muchos recursos energéticos hidráulicos y que son transportados a miles de kilómetros.
Todo esto hace que nuestra dieta influya en el planeta más de lo que pensamos y no creo que sea una cuestión de ceñirse a un régimen alimentario como pueda ser seguir estrictamente una dieta vegetariana o vegana, sino mantener una dieta sostenible donde tengamos en cuenta el origen de los ingredientes, cómo se cultivan y cómo llegan a nuestro mercado del barrio.
Comer de forma sostenible es una elección personal, pero como empresas también podemos hacer esa elección. En Allianz Partners hemos iniciado una colaboración con Terra Terre, una entidad que ofrece una agricultura sostenible y de proximidad. Hemos iniciado esta relación ofreciendo recursos económicos a varias granjas francesas para ayudarles en la transición agriecológica.
Los agricultores beneficiados se comprometen a desarrollar su práctica profesional de forma sostenible, lo que permitirá en 5 años reducir hasta 1.720 toneladas de CO2. Hacer agricultura ecológica supone preservar el agua, aumentar la biodiversidad de esa zona, mejorar la resistencia a la sequía y mejorar la fertilización de los suelos.
Otro punto que nos preocupa es el culto a la perfección, que, llevado a la alimentación, supone comprar solo productos que parecen sacados de una revista gastronómica. La alimentación sostenible también es abrazar frutas y verduras imperfectas en tamaños, colores y formas que no cumplen los estándares habituales. Para sensibilizar sobre la importancia de evitar el desperdicio alimentario, colaboramos además con Talkual, un e-commerce español que envía a domicilio las frutas y verduras que no cumplen los requisitos estéticos exigidos por los supermercados.
Comer equilibrado, comer local y comer alimentos sostenibles es muy caro, a la vez que al menos el 20% de la población mundial se encuentra en una situación de inseguridad alimentaria severa. Curioso: cuando lo más económico debería ser comer fruta y verdura de temporada, de cultivo y ganadería próxima a nuestros hogares.
Esta tribuna forma parte del Dosier Corresponsables: Día Mundial de la Gastronomía Sostenible.