La lista avanza hacia objetivos cada vez más complejos, no tanto en la ejecución, pues poco hay más difícil que acabar con el hambre y la pobreza, pero sí en el planteamiento. De hecho, los segundos derivan de los primeros, como, por ejemplo, el de ciudades y comunidades sostenibles (ODS11) o producción y consumo responsables (ODS12), que afectan a la salud y el bienestar (ODS3).
Casualmente la lista termina con el objetivo más complejo, que es ponernos de acuerdo todos: el ODS17, Alianzas Estratégicas. Y es que, para poder abarcar cualquiera de los anteriores, necesitamos colaborar y ser capaces de buscar una línea de actuación que aporte valor a todo el mundo y sea justa. Esto puede sonar utópico, pero la realidad es que lo hemos vivido en numerosas ocasiones y, en el caso de la salud, hace solo unos años.
Cuando salta la alarma de un virus, para entonces desconocido (COVID-19), comienzan a sobrecargarse las urgencias de hospitales públicos y privados. Las UCI se colapsan y el personal facultativo, que demuestra de lleno su entrega y vocación, lleva la colaboración inter-hospitalaria a un nivel superior. Recuerdo al Dr. Carlos Zarco, director médico del Hospital HLA Universitario Moncloa, comentar cómo se llamaban de un hospital a otro para compartir casos, tratamientos o cualquier ayuda que pudiera aportar al objetivo común de salvar vidas.
Esta capacidad de colaboración y entrega se ha repetido en cantidad de ocasiones (guerras, desastres naturales, etc.), todas marcadas por una necesidad o sentimiento de urgencia. Por lo que este objetivo debería ser menos utópico y más real, ya que hemos demostrado que se consigue.
¿Qué nos falta para alcanzarlo? Varias cosas, pero, sin duda, ser capaces de transmitir el sentimiento de urgencia. Y la realidad es que esa transmisión no está llegando. Por eso las personas son sensibles a los temas relacionados con la sostenibilidad, pero no cambian sus hábitos de consumo ni de vida para adaptarse a la necesidad de llegar a la Agenda 2030. No hemos conseguido transmitir la urgencia.
Esto también ocurre en el plano corporativo y es labor de la Dirección de Sostenibilidad hablar alto y, sobre todo, claro, para conseguir que todos nuestros grupos de interés se comprometan con los objetivos e iniciativas, que se alíen con nosotros. Porque el Departamento de Sostenibilidad, si lo hay, suele estar infra-dimensionado y tener escasos recursos económicos. Pero viniendo del mundo de la “startup”, tengo la certeza de que las mejores empresas empiezan sin financiación, un término que en inglés se conoce como “bootstrapping”.
Por lo que tenemos que aprender de ellas y conseguir ilusionar y convencernos de que somos capaces. Hay que entender al cliente potencial y conseguir que se suba a bordo de un viaje transformador. Eso implica conocer las necesidades de los clientes, en nuestro caso departamentos o áreas y hablar su idioma. Porque cuando las personas se ilusionan, no miden el esfuerzo, y eso es lo que las alianzas consiguen de verdad.
Por eso el ODS17 es el último de la lista, porque para conseguir cualquiera de los anteriores, se necesita incidir en la colaboración.
Esta tribuna forma parte del Dosier Corresponsables: 8º Aniversario de los ODS, en colaboración con Metrovacesa.