Primero los Objetivos de Desarrollo del Milenio, hasta 2015, y luego los Objetivos de Desarrollo Sostenible, Agenda 2030, han supuesto grandes avances en el desarrollo de la comunidad global. Hasta 2020, mil millones de personas habían salido de la espiral de la pobreza extrema y algunos indicadores como la mortalidad infantil, o la infancia sin escolarizar, se habían reducido a la mitad.
Sin embargo, desde 2020, estamos experimentando una serie de circunstancias que van a poner a prueba nuestra determinación en torno a esta agenda de desarrollo global.
En primer lugar: hemos enfrentado como comunidad global una pandemia que ha evidenciado la fragilidad de algunos de estos avances. El confinamiento por el COVID-19 ha devuelto a la espiral de pobreza a millones de personas que han perdido sus trabajos, ha aumentado los indicadores de hambre en millones de hogares sin ahorros y ha supuesto un abandono escolar sin precedentes en países sin capacidad de educación a distancia. Se estima un retroceso de al menos 10 años en algunos de estos indicadores.
En segundo lugar: la invasión de Rusia a Ucrania, aparte de propiciar un drama humanitario en Europa, ha dinamitado el equilibrio de las relaciones comerciales internacionales. Sus consecuencias, aún inimaginables, ya se empiezan a vislumbrar en forma de escasez de alimentos en el mercado global, de materias primas y, sobre todo, de fuentes de energía. Todo esto, además de una crisis de inflación a escala global, está provocando que los gobiernos reabran centrales de carbón y fuentes de producción de energía más contaminante, con el consiguiente descarrilamiento de la senda de los ODS.
Pero estos embates también nos han demostrado de lo que somos capaces como comunidad global coordinada. La resiliencia con la que la población mundial modificó sus hábitos de la noche a la mañana para frenar la pandemia, o la eficiencia con que los sistemas públicos y privados se coordinaron en la búsqueda de la vacuna, invitan a mirar con confianza a los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030.
Los ODS se están impulsando con determinación como marco transversal desde los organismos internacionales. Los gobiernos de los distintos países se están comprometiendo en mayor o menor medida con la Agenda 2030. El reto pendiente, quizá, siga siendo acercar la Agenda a la población y a los distintos actores sociales.
Además del evidente beneficio a largo plazo que supone para la comunidad global que los modelos de negocio de las empresas integren estos 17 objetivos y 169 metas de forma transversal en todo su actuar, esta Agenda también puede suponer oportunidades en el corto plazo.
Se están fomentando desde administraciones públicas y organismos internacionales las colaboraciones entre empresas y ONG para impulsar proyectos en el marco de los ODS. Se trata de financiación a fondo perdido para proyectos piloto, capital semilla, escalado e internacionalización, de modelos de negocio sostenibles con alto impacto en los ODS.
Como ejemplo de ello: desde CONI estamos trabajando en un proyecto de estufas mejoradas en las aldeas mayas del área rural de Guatemala, que suprimirá el problema de inhalación de humo por parte de las mujeres, reducirá un 80% la tala de madera, y reducirá un 80% la emisión de gases de efecto invernadero. En alianza con una empresa española de tecnología, certificaremos esa reducción de gases de efecto invernadero, tokenizaremos esos derechos de emisión ahorrados, y los venderemos en el mercado internacional de derechos de emisión, posibilitando la financiación de nuevas estufas en otras comunidades.
Desde Asociación CONI (www.asociacionconi.org), estamos buscando alianzas con nuevas empresas para iniciar proyectos sostenibles y rentables en el marco de los ODS.
Este artículo forma parte del Dosier Corresponsables: 7º aniversario de los ODS, junto a T-Systems y Villafañe&Asociados