El levantamiento del tabú sobre la eliminación progresiva de los combustibles fósiles, que no era en absoluto una conclusión previsible al inicio de los debates, no debe ocultar las preguntas que siguen sin respuesta, en particular sobre la financiación y la adaptación en los países más vulnerables.
Una Conferencia de las Partes (COP) sobre el clima sólo puede lograr aquello para lo que fue concebida: encontrar un consenso entre países que tienen limitaciones económicas, sistemas políticos y relaciones con la emergencia climática diferentes. Desde este punto de vista, la COP28, que concluyó el miércoles 13 de diciembre, fue un éxito, aunque los resultados no estuvieran a la altura de lo que estaba en juego.
A pesar de una comunidad internacional geopolíticamente fragmentada, las 198 naciones reunidas en Dubái (Emiratos Árabes Unidos) lograron ponerse de acuerdo sobre una transición ecológica que abandone los combustibles fósiles, triplique la capacidad de producción de energías renovables y duplique los índices de eficiencia energética de aquí a 2030.
Por paradójico que parezca, señalar con el dedo la raíz del problema -los combustibles fósiles son responsables del 80% de las emisiones de gases de efecto invernadero- no tiene precedentes en una COP. Aunque fuera un requisito esencial para avanzar, no era nada evidente que se consiguiera levantar este tabú al inicio de los debates. Hasta el último momento, los países productores ejercieron una fuerte presión para evitar cualquier mención al papel que desempeñan el petróleo, el gas y el carbón en el cambio climático.
Para quienes dudaban de la pertinencia de confiar la organización de la cumbre al séptimo productor mundial de petróleo, el acuerdo alcanzado en Dubái ofrece una respuesta inequívoca. La elección de Emiratos Árabes Unidos ha permitido centrar los debates en la cuestión de los combustibles fósiles y cambiar un discurso que, hasta ahora, consideraba que prescindir de ellos era poco realista. Debemos felicitarnos por este paso adelante, que reconoce un hecho científico irrefutable.
Sin embargo, la cuestión de cómo financiar este proceso de abandono de los combustibles fósiles sigue sin respuesta, dado que el coste de destetarnos de los combustibles fósiles parece que será enorme. ¿Cómo harán frente a esta transición los países más vulnerables? Las sumas propuestas para ayudarles a adaptarse al cambio climático y a sus consecuencias también siguen siendo irrisorias.
Además, no basta con hablar del principio de eliminación progresiva de los combustibles fósiles. También necesitamos saber a qué ritmo. El texto final de la COP28 no fija un calendario preciso, salvo el de lograr cero emisiones netas de aquí a 2050. El consenso sólo podría alcanzarse dejando la puerta abierta a una serie de lagunas que probablemente frenen el impulso. Hacer del gas una fuente de energía transitoria no fomentará un rápido abandono de la misma. Se sigue hablando de soluciones de captura y almacenamiento de carbono en desproporción con su limitado potencial. Todavía no hay planes para reducir las emisiones de metano.
El “tour de forcé” diplomático, por alentador que sea, no debe verse como un fin en sí mismo, sino más bien como un punto de partida. La transformación prometida depende de la voluntad de los Estados de ponerla en práctica. Cada país tendrá que presentar nuevos compromisos en 2025 de acuerdo con las directrices establecidas en Dubái. Mientras tanto, la opinión pública debe mantener la presión para que los líderes intensifiquen las políticas de mitigación del cambio climático y den credibilidad a sus promesas aportando más detalles sobre cómo se financiarán. Este será uno de los temas clave de la COP29, que se celebrará en Azerbaiyán a finales de 2024.
Aunque muchas partes querían compromisos más concretos de los países ricos para ayudar a los países vulnerables a hacer frente a los dramáticos efectos del calentamiento global, la cuestión se ha pospuesto.
Ante la avalancha de problemas creados por el calentamiento global, las Conferencias de las Partes sobre el clima siempre dejan de lado ciertos temas. La 28ª Conferencia de las Partes (COP28) de Dubai no fue una excepción a la regla. La cuestión de los combustibles fósiles eclipsó la de la adaptación al cambio climático, es decir, los medios puestos en marcha para preparar a los países al calentamiento actual.
No obstante, se trabajó en un texto importante, el Objetivo Global de Adaptación (GGA). Pero ha provocado una gran decepción, sobre todo en los países africanos, caribeños y latinoamericanos. Esperaban detalles sobre financiación, objetivos y transferencia de tecnología”, afirma Emilie Beauchamp, del Instituto Internacional de Desarrollo Sostenible. Pero el lenguaje utilizado en los AGA es muy débil, no es lo bastante preciso y no permite un seguimiento a largo plazo de los compromisos de los países ricos. La adaptación es fundamental: cuanto más se ignora, más pérdidas y daños sufrimos; es un círculo vicioso.
¿El mecanismo diplomático establecido en Dubai fue lo suficientemente fuerte como para acelerar la acción climática y devolver al mundo a la senda de un calentamiento global más sostenible? Apenas había caído el mazo del sultán Al-Jaber el miércoles 13 de diciembre cuando muchos científicos dudaban, algunos preferían que la señal se enviara a todo el mundo, otros señalaban la ausencia de un vocabulario vinculante.
La diplomacia climática consiste a menudo en dar pequeños pasos, pero este paso es más grande que los demás. También es una batalla cultural, y esta conferencia COP28 envío el mensaje a los dirigentes, la industria y el público en general de que tenemos que avanzar hacia un planeta sin combustibles fósiles.
Aún no es posible determinar con precisión qué influencia tendrá este texto de la COP, que apunta, de una manera sin precedentes, a la responsabilidad de los combustibles fósiles. Extensión del Acuerdo de París, el “Global Stocktake” negociado en Dubái adolece de la misma debilidad: no es vinculante y depende de la buena voluntad de los gobiernos. Su éxito dependerá de las políticas que se apliquen en los próximos meses.