Andreea, de 21 años, que fue una niña inscrita en el programa de apadrinamiento de niños de World Vision en Rumanía, devuelve ahora la ayuda como voluntaria para la Respuesta a la Crisis de Ucrania, donde ayuda a apoyar a los niños refugiados que huyen de Ucrania.
El equipo de World Vision ha estado presente en Europa del Este desde hace décadas respondiendo a desastres naturales, conflictos, movimientos de refugiados, dificultades económicas y necesidades educativas, físicas y emocionales de niños extremadamente vulnerables.
Por esta razón nuestra respuesta a la crisis en Ucrania comenzó asistiendo a las familias que huían a Rumanía, donde ya estábamos presentes desde 1990 y donde hemos apoyado a más de 560.000 niños de 500 comunidades rurales. Ahora todo esta experiencia y esfuerzo da sus frutos de la manera más inesperada.
La historia de Andreea
La ciudad natal de Andreea es una pequeña zona rural. Cuando ella era joven, muchos niños y niñas no iban a la escuela. Pasaban los días en el campo cuidando de los animales, ya que sus padres no tenían dinero para comprar el material escolar básico. Cuando estaba en sexto grado, World Vision empezó a trabajar en su comunidad. Y a partir de ahí, todo cambió para ella y sus compañeros de clase.
“La educación es la clave”, dice Nicoleta Popla, antigua coordinadora del programa de Andreea. “Les digo [a los niños] todo el tiempo que pueden superar su situación actual y tener una vida mejor. Realmente pueden llegar más lejos de lo que creen, porque en sus comunidades no ven estas oportunidades”.
Para Andreea, los programas de apadrinamiento le cambiaron la vida. Se unió al consejo estudiantil en séptimo y octavo grado, donde aprendió a superar sus miedos a estar frente a una multitud. Entre otras cosas en los programas educativos, los niños y niñas desarrollan habilidades para hablar en público, esto además les anima a cursar estudios superiores y se mejora notablemente la autoestima.
“Todas esas actividades me ayudaron mucho”, dice. “Aprendí mucho en ese periodo y puedo sentir el enorme impacto en mí misma y en mi vida diaria, en la escuela e incluso ahora en la universidad. Ya no soy tímida. Ahora tengo el valor de hablar en público”.
Gracias a un programa de apadrinamiento de niños, Andreea pudo recorrer los campus universitarios, incluido el que ahora frecuenta en Iasi, donde estudia trabajo social.
Cuando los refugiados empezaron a llegar a Rumanía a través de la frontera, supo que quería ayudar. Se puso en contacto con Nicoleta a través de las redes sociales y descubrió que trabajaba con refugiados en la frontera de Siret. Andreea decidió colaborar como voluntaria con la respuesta de World Vision, y fue a Husi, otro paso fronterizo, para ayudar a cuidar a las familias de refugiados.
Allí conoció una chica, que hablaba un poco de inglés, que viajaba con su hermano y sus padres. “Dibujamos juntas e intentamos ayudarles con lo que pudimos. Estaban muy asustados” cuenta Andreea. “Los niños y niñas cuando se les ayuda pueden ser después un gran apoyo para otras personas. World Vision ha sido y será siempre un proyecto con alma”.
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