Carmen Reviriego fundó en 2007 Callia (Transcend Through Art) para asesorar en el coleccionismo en arte desde una perspectiva artística y social, proyecto que es reconocido a nivel nacional por su aportación a la innovación empresarial. También es la Presidenta de la Fundación Callia e impulsora de los Premios Iberoamericanos de Mecenazgo, una iniciativa que congrega a los principales líderes empresariales en torno al compromiso social con el arte.
La quinta edición de #Demos tendrá a la filantropía como eje central de su programa. Desde su visión como presidenta de la Fundación Callia, ¿España es un país que valora y promueve esta actitud altruista?
Yo diría que valorar sí, promover no. No somos una sociedad en la que se nos transmita, como ocurre en la cultura anglosajona, que el bien común no es solo responsabilidad de las Administraciones públicas, sino también de los ciudadanos como corresponsables de la sociedad de la que formamos parte.
En países como Estados Unidos, a los niños en las escuelas desde muy temprana edad, se les enseña a desarrollar iniciativas filantrópicas, a veces tan sencillas como hacer galletas o vender caramelos, y recaudar dinero para donarlo a alguna causa o para ayudar a las personas más desfavorecidas de su comunidad. Esto les ayuda a desarrollar la virtud más humana, la de la compasión, la que nos ayuda a ver al otro no como a un extraño sino como a un igual.
La organización que preside convoca anualmente los Premios Iberoamericanos de Mecenazgo. ¿Cuál es su principal objetivo?
Fundación Callia es una especie de “incubadora” de grandes mecenas y los Premios son en gran medida la punta de la pirámide del trabajo que hacemos porque se premia a los más grandes que, al aceptar el galardón, se convierten en un ejemplo para los mecenas del futuro.
España, a pesar de tener un patrimonio artístico enorme, en la actualidad consume más historia del arte de la que produce. Es decir, exportamos pocos nuevos talentos artísticos al mundo. Ponemos el foco donde pensamos que se puede actuar para que esto cambie. Que haya más mecenas que apoyen a las Instituciones, que ayuden en la conservación del patrimonio artístico común y que bequen al talento emergente. Que formen parte de los patronatos de los grandes museos, porque son estas instituciones las que marcan tendencia y consagran a los artistas… Ni la Capilla Sixtina, ni el Museo del Prado, ni el Museo Thyssen-Bornemisza hubieran sido posibles sin los mecenas que los promovieron.
Hay un punto donde el ser humano se siente que es uno con el resto de los seres humanos. Ese es el espíritu de los Premios y por eso hemos conseguido que desde hace dos años se hagan en colaboración con la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, que en el jurado contemos con figuras de la talla de Max Hollein, actual director del Metropolitan de Nueva York o que, el año pasado, fueran presididos por SM la Reina Sofía o que una corporación como Citi Private Bank Iberoamérica, haya apoyado desde el principio reconociendo su dimensión iberoamericana.
Un último apunte si me permites. La satisfacción que, desde su carácter benéfico, contribuyen cada año al presupuesto de Conservación y Restauración de la Colección de la Real Academia de San Fernando, una colección pública que es patrimonio de todos.
¿Y la iniciativa Arte por la igualdad?
Una forma de sumarnos para que cuando las futuras generaciones visiten un museo vean en sus paredes tantas obras maestras de mujeres como de hombres. Desde su origen, cada año la pieza que reconoce los Premios es creada por una artista emergente a la que apoyamos dando visibilidad a su trabajo. Los Premios Iberoamericanos de Mecenazgo congregan cada año a muchos de los grandes coleccionistas y mecenas del mundo, así que la oportunidad era bárbara y la aprovechamos.
¿Cuáles son los grandes retos de futuro de su Fundación a corto, mediano y largo plazo?
En su VII Edición, los Premios serán ya bilingües. Abrirlos al mundo es nuestro próximo gran reto.
¿Qué importancia le da Fundación Callia a su comunicación con la sociedad?
Yo vengo del mundo del marketing y de los negocios y mi filosofía y cultura a la hora de gestionar Fundación Callia no es distinta a la de mi empresa. Una fundación es una empresa con corazón. Pero una empresa, al fin y al cabo, aunque los objetivos no sean económicos sino sociales. Las empresas crecen a través de tres factores fundamentales: posicionamiento, creación de valor y una cosa que a mí me gusta llamar “el hambre de las personas que trabajan en ella”.
Hacerlo bien y hacerlo saber tiene que ser un objetivo de cualquier empresa y, por tanto, de una fundación. Nada que no sea verdad perdura en el tiempo. Yo animo a los empresarios a hacerse filántropos porque crecerán como personas y, por lo tanto, como empresarios. Es lo que he aprendido tras décadas en este mundo. No falla.