La literatura sobre la globalización es ya inabarcable. Por eso, acabamos de publicar un nuevo número (el 28) de su publicación trimestral digital Dossieres EsF, dedicado a “El gobierno de la globalización”.
El objetivo del dosier es bucear en uno de los aspectos más problemáticos y esenciales de la globalización: sopesar si se está dirigiendo y gobernando de algún modo y, si así fuera, delimitar los agentes que pueden estar haciéndolo -o pretendiéndolo hacer-.
Claro está que el objetivo señalado lleva implícita la hipótesis de que así está sucediendo: que la globalización no es un proceso al menos enteramente anárquico y descontrolado, sino que determinados actores están tratando de gobernarlo: de regular sus principales manifestaciones y de establecer formas de afrontar los problemas básicos que -cada día en mayor medida- genera este complejo proceso de intensificación de las relaciones de todo tipo a nivel mundial. Asunto distinto es que los resultados sean discutibles, como la proliferación y el agravamiento de los problemas muestra.
Porque ciertamente, todo parece indicar que se está consolidando una forma de gobierno, una gobernanza global, significativamente diferente a la característica de la ejercida hasta hace poco por los Estados nacionales, con una estructura jerárquica piramidal muy clara, con instituciones nítidamente -al menos en la teoría- perfiladas y con funciones perfectamente definidas para contribuir a ese modelo de gobierno.
Poco de esto se ha conseguido construir frente a la globalización, cuyo control plenamente estructurado exigiría un consenso o una autoridad de muy difícil materialización y que no parece divisarse en el horizonte. Algo que no implica la inexistencia de una notable influencia de decisiones políticas en el rumbo de la globalización y que no impide que hayan surgido innumerables mecanismos, instrumentos, foros, principios, reglas -de considerable complejidad en muchos casos- para tratar de ordenar en alguna medida muchas de las vertientes en las que el fenómeno globalizador se manifiesta y muchos de los desafíos que plantea. Pero, en general, se trata de instancias parciales, escasamente coordinadas entre sí, insuficientemente formalizadas y débilmente aceptadas por todas las partes afectadas. Instancias de regulación en las que intervienen muchas de estas partes, a veces a través de acuerdos -explícitos o no-, pero en las que casi siempre se produce también una indisimulable competencia. Frente al carácter eminentemente centralizado del modelo de gobierno de los Estados nacionales, nos enfrentamos ahora a un modelo esencialmente multipolar, asimétrico, en buena medida competitivo, conformado por una compleja red de acuerdos y disputas entre múltiples intervinientes -organismos internacionales, Estados nacionales, grandes empresas, organizaciones sindicales y sociales, entidades subestatales…- extremadamente enrevesada. Una red, sin duda, que es también un campo de enfrentamientos entre intereses encontrados, en cuyo control se dirime la hegemonía en la economía mundial.
No se trata, por tanto, de un gobierno establecido e institucionalizado, sino de una difícil y conflictiva construcción. Una gobernanza enmarañada y policéntrica, caracterizada por complejas redes que engloban a los agentes oficiales, empresas y organizaciones de la sociedad civil. Pero una serie de redes en las que no todos los participantes tienen la misma capacidad de actuación y de influencia. Es un proceso en el que no sólo se está tejiendo una complicada forma de generar orden, estabilidad y control en la economía global, sino también una nueva forma de supremacía. Un proceso en el que parece claro que algunos agentes están consiguiendo ventajas evidentes, a la luz de la considerable desigualdad en la distribución de renta, riqueza y poder de decisión que el fenómeno globalizador está impulsando. Nada extraño, desde luego, a la vista de los claros intereses (grandes transnacionales y mercados financieros internacionales) que están en la base de la intensificación de la globalización.
A tratar de reflexionar sobre todo lo anterior se dirige este número de Dossieres EsF, que ha tomado como eje vertebrador el papel que en este proceso están asumiendo -o tratando de asumir- los principales actores en juego. Se reúnen textos de contenido diverso y no siempre coincidentes que constituyen una buena muestra de la diversidad de ángulos desde los que cabe abordar el problema.
Coordinado por José Manuel García de la Cruz (Universidad Autónoma de Madrid) y José Ángel Moreno (Economistas sin Fronteras), el dossier puede verse y descargarse aquí.