El IPC bajó en enero un 0,2%, descenso inferior al del mismo mes del año pasado, lo que ha elevado la tasa de inflación hasta el 5,9%. La tasa subyacente experimentó un fuerte incremento hasta el 7,5%. Es decir, el aumento de la inflación ha procedido de todos los componentes del índice subyacente, que, al igual que en diciembre, es donde se están dando las mayores presiones inflacionistas. Pese a la bajada de los costes energéticos y de otros como los alimentos afectados por la rebaja del IVA, “la transmisión de los ascensos anteriores puede no haberse completado, al mismo tiempo que las subidas de diferentes componentes se alimentan entre sí, convirtiendo la inflación en un fenómeno más persistente”, explica Mª Jesús Fernández, economista senior de Funcas.
En función de los resultados de enero y de la evolución del petróleo y de los futuros del gas, Funcas ha actualizado las previsiones para 2023. En el escenario central, la previsión para la tasa media anual del índice general sube del 3,8% al 4,2%. La tasa interanual prevista para diciembre, del 5,5%, es superior a la media anual debido a que a lo largo del año van a actuar efectos escalón, favorables en los meses centrales del año y desfavorables en los meses finales. Por otra parte, la tasa media anual esperada para el índice subyacente se ha elevado desde el 5,6% hasta el 6,2%.
El resultado de las tasas general y subyacente ha superado las previsiones
Dentro de la inflación subyacente, la de los alimentos elaborados se ha elevado una décima porcentual hasta el 16,5%, a pesar del descenso de la misma en productos como aceite de oliva, leche, quesos, harinas, pan, pastas alimenticias y legumbres, todos los cuales han registrados bajadas de precios, probablemente reflejando la bajada del IVA. Los bienes industriales no energéticos han incrementado su tasa de inflación en 1,3 puntos porcentuales, hasta el 6,5%. Destaca el fuerte ascenso de esta en vestido y calzado, debido a que el descenso mensual de sus precios ha sido muy inferior al registrado el mismo mes del pasado año –así como a la media histórica–. Los servicios también elevaron su tasa de inflación hasta el 4,1%. Entre estos destacaron los ascensos en los servicios de telefonía y en los paquetes turísticos nacionales.
Los grupos más volátiles, energía y alimentos no elaborados, han reducido su tasa de inflación. El precio de la electricidad registró una caída mensual del 17,5%, y fue un 29,8% más barata que un año antes. Los combustibles, sin embargo, se encarecieron un 10,5% en enero, situando su tasa interanual en el 11,9%. En cuanto a los alimentos no elaborados, sus precios bajaron un 0,4%, reduciendo su tasa interanual de inflación hasta el 10,7%. Se abarataron los huevos, frutas, y patatas, productos afectados por la rebaja del IVA.
En suma, el incremento de la inflación en enero ha procedido de todos los componentes del índice subyacente, que, al igual que sucedió en diciembre, es de donde proceden en estos momentos las mayores presiones inflacionistas. Pese a la bajada de los costes energéticos y de otros costes, la transmisión de los ascensos anteriores puede no haberse completado, al mismo tiempo que las subidas de diferentes componentes se alimentan entre sí, convirtiendo la inflación en un fenómeno más persistente.
El precio del petróleo se ha mantenido estable en torno a 83 dólares, al igual que el precio del Mibgas, que se sitúa alrededor de 55 euros. Los futuros relativos a este último prevén que siga estable hasta el último trimestre, en el que registraría un ligero repunte. En un escenario en el que el precio del gas fuese un 20% superior al descontado en los futuros, la tasa general sería del 5%, y en un escenario alternativo en que fuera un 15% más barato, la tasa sería del 3,5%.
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