Las organizaciones en general y las empresas en particular se las ven y se las desean en muchas ocasiones para poder justificar el cumplimiento de los ODS. Cuando las políticas de Responsabilidad Social o mejor, de ESG, no emanan del plan estratégico y de la alta dirección, terminan convirtiéndose en una cuestión de Marketing.
¿Por qué ocurre esto?; porque las empresas están muy centradas, con toda lógica, en la ardua tarea de su negocio, en subsistir y si se puede, crecer. Solo a las que mejor les va, o porque tienen tamaños enormes, pueden dedicar grandes esfuerzos y recursos al cumplimiento de los ODS.
Las entidades del tercer sector podemos ayudar mucho a las empresas y actuar como una palanca clave para que todos juntos podamos cumplir con los ODS, dado que nosotros estamos inmersos, per se, en su cumplimiento.
Ahora bien, para que esta palanca verdaderamente funcione, tenemos que, por un lado, ponérselo muy fácil a las empresas estableciendo planes de actuación y servicios atractivos (ser innovadores socialmente hablando); y por otro lado, necesitamos que las empresas nos presten una mayor atención, que confíen más en nuestras capacidades, que son muchas, para conseguir, entre otras cosas, la fortaleza económica que requiere la ejecución de esos planes de actuación.
Porque no nos engañemos; para cubrir las inmensas necesidades sociales y medioambientales de los ODS hacen falta grandes dosis de recursos económicos. Y las entidades del tercer sector, salvando contadas excepciones, nunca han destacado por su solvencia económica, sino más bien, todo lo contrario, por su asfixia financiera. A esto hay que sumarle que los apoyos económicos del sector público cada vez son menores y más competitivos, cada vez más difíciles de conseguir.
Por poner un ejemplo cercano, el nuestro propio: en FUNDACIÓN JUAN XXIII, en 2023 estaremos en un presupuesto cercano a los 35 MM de euros, de los cuales un 20% serán fondos públicos y un 80% fondos privados. Este presupuesto permite beneficiar a 1.200 personas que conforman la entidad, de las cuales 631 son trabajadores. Nosotros, gracias a Dios y a nuestros colaboradores, “mantenemos el tipo” económicamente hablando; pero nos cuesta un enorme esfuerzo y asumir riesgos, pues no podemos esperar a que la administración pública nos lo resuelva todo ni que las empresas contraten con nosotros “por misericordia”.
Conseguimos mantener el barco a flote y crecer ofreciendo proyectos y servicios atractivos para las empresas, que no les cueste dinero (o no más que contratar esos servicios con cualquier proveedor externo) procurando de esta manera generar nuestros propios recursos económicos con actividades rentables cuyos excedentes se puedan destinar a proyectos sociales.
Nuestro último servicio es una comercializadora de energía, JUAN ENERGY, 100% renovable y 100% solidaria, lo que significa que absolutamente todos los beneficios se destinarán a obra social. De esta manera, las empresas, sin gastar más dinero del necesario, cuando contratan con nosotros están contribuyendo al ODS 7 (Energía asequible no contaminante), al 10 (Reducción de las desigualdades) y al 13 (Acción por el clima).
Por tanto, hace falta un tercer sector fuerte, con innovación y audacia en la captación fondos, en estrecha colaboración con las empresas, para el cumplimiento de los ODS. Las entidades del tercer sector casi siempre destacan por su iniciativa ante las muchas necesidades que cubrir (se dice que “la necesidad agudiza el ingenio”), pero les falta “un empujón”, en forma de mayor colaboración con las empresas que generen mayores recursos económicos. Y a falta de mayor apoyo público en la aportación de recursos, se echa en falta políticas que fomenten aún más la colaboración con las empresas y la colaboración público-privada, políticas que tendrían escaso o nulo coste.
Este artículo forma parte del Dosier Corresponsables: 7º aniversario de los ODS, junto a T-Systems y Villafañe&Asociados