Los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas y sus metas asociadas guían a la humanidad hacia un futuro sostenible hasta 2030. Algunos ODS se enfocan en el “suelo social” y son fundamentales para una sociedad segura y justa. Son la lucha contra la pobreza y el hambre, la protección de la salud, la educación y la igualdad. Otros ODS se enfocan en el “techo ambiental”, como la acción climática contra la pérdida de biodiversidad, contra la contaminación o la protección de los ciclos de nutrientes mediante una agricultura sostenible.
Se relacionan con los límites del planeta planteados en 2009 del Centro de Resiliencia de Estocolmo, que definen nueve sistemas biofísicos que aseguran la estabilidad de la vida en el planeta. Cinco de estos límites ya han sido traspasados y nos sitúan en un territorio inexplorado y peligroso.
Según la Economía del donut de Raworth, entre el suelo social y el techo ambiental se sitúa el espacio de operación justo y seguro para la humanidad. Algunos ODS hacen referencia a las actividades dentro de ese espacio de operación e incluyen infraestructuras resilientes, industrialización sostenible, fomento de la innovación, crecimiento económico inclusivo y sostenible, disminución de las desigualdades económicas o acceso universal al agua potable y a la energía.
Las fronteras entre los objetivos de los ODS están con frecuencia diluidas y un mismo ODS contiene metas en varios frentes.
Pero los ODS pertenecen a un tipo de problemas conocidos como “perversos” o retorcidos —wicked problems—. A diferencia de los problemas “domesticados” —tame problems—, no existe una solución definitiva al problema, sino que se ha de seguir un proceso iterativo que nos acerque progresivamente a la solución. Debido a la complejidad de factores que intervienen, solucionar una parte del problema con frecuencia agrava otra.
Así que, ¿qué sucede cuando los ODS entran en conflicto? Por ejemplo, ¿cómo afecta el crecimiento económico a la acción climática o a la protección de la biodiversidad? ¿Es la innovación y la industrialización, sustentada sobre materiales finitos y escasos, compatible con el respeto a la soberanía de los pueblos, la justicia social y la paz?
Ante un potencial conflicto entre metas de los ODS, es la protección del techo ambiental y del suelo social la que debe regir. ¿Por qué? porque cuando alguno de estos límites se traspasa, el resto de los avances desaparece de un plumazo. El COVID, enfermedad zoonótica derivada de la pérdida de biodiversidad, supuso un retroceso de cuatro años en los avances de algunos ODS.
Las sequías e inundaciones desatan migraciones masivas que generan tensiones sociales que desembocan en guerras, como la guerra de Siria, donde una sequía extrema de tres años actuó como catalizador. La lucha por el control de materias primas escasas dispara los conflictos bélicos y tira por tierra los avances sociales y ambientales conseguidos en las regiones en conflicto.
Los problemas perversos requieren la colaboración entre las partes, de ahí la importancia del ODS acerca de la creación de Alianzas. Según el Centro de Resiliencia de Estocolmo, las mejores aproximaciones a la solución son aquellas que suponen un cambio transformacional que afecta a todo el sistema.
Y destacan cinco acciones: crecimiento acelerado de las energías renovables; productividad acelerada en las cadenas alimentarias; nuevos modelos de desarrollo en los países más pobres, reducción activa de la desigualdad e inversiones en educación para todos, igualdad de género y planificación familiar.
Se ha propuesto un nuevo ODS, el de la comunicación responsable. En estos tiempos de posverdad e “infoxicación”, este ODS es un instrumento necesario para propiciar un cambio de mentalidad que nos presente la transformación como posible, deseable e ilusionante.
Esta tribuna forma parte del Dosier Corresponsables: 8º Aniversario de los ODS, en colaboración con Metrovacesa.