“El estigma social provoca aislamiento y soledad en las personas con enfermedades mentales, personas sin hogar o con discapacidad intelectual”. Así lo recoge el informe realizado por la Cátedra de Grupo 5 y la Universidad Complutense de Madrid Contra el Estigma, en el que han participado casi 3.000 personas.
Se trata de un estudio innovador ya que por primera vez en España se analiza el estigma social hacia las personas sin hogar, con problemas de salud mental y con discapacidad intelectual; se utiliza una investigación en la que participan personas que tienen cada una de las condiciones desde un punto de vista cualitativo, además de una encuesta a población general; y mide el estigma de una manera diferenciada en el género, para conocer si una mujer o un hombre con enfermedad mental, sin hogar o discapacidad intelectual sufren más o menos estigma por su género.
El estudio, realizado por la Cátedra de Grupo 5 y la Universidad Complutense de Madrid Contra el Estigma de la Facultad de Psicología, ha sido dirigido por Manuel Muñoz López, catedrático de Evaluación y Diagnóstico Psicológico.
Entre las principales conclusiones, obtenemos la necesidad de una acción coordinada entre los servicios de salud y los servicios sociales, y la importancia de los medios de comunicación y de la sociedad civil para contribuir a superar el estigma trasladando a la sociedad una imagen real de las personas sin hogar, con problemas de salud mental o con discapacidad intelectual.
Asimismo, se observa que para las tres condiciones analizadas (salud mental, situación sin hogar y discapacidad intelectual) existe un estigma diferencial por profesiones, siendo los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, el personal de seguridad y del ámbito judicial y sanitario, quienes lideran el ranking de atribuciones estigmatizantes. Por el contrario, el profesorado no universitario, los profesionales de servicios sociales o las personas que realizan acciones de voluntariado, muestran mejores puntuaciones en acercamiento y desestigmatización.
Salud Mental
Entre las personas encuestadas un 21% reconoce tener o haber tenido problemas de salud mental alguna vez en su vida. Un porcentaje similar, 1 de cada 4 personas, dice convivir con una persona con problemas de salud mental.
Respecto a la disposición para hablar de problemas de salud mental, casi la totalidad (un 96,5%) se muestra dispuesto a compartir experiencias; algo que según concluye el estudio puede ser un factor proyector clave.
La mayoría de las personas considera que sí es necesario informar de la presencia de problemas de salud mental cuando una persona ha cometido un delito (68.7%), siendo este un aspecto claramente estigmatizador. Además, hay que tener en cuenta que hacer público un diagnóstico médico es constituyente de delito.
Uno de los puntos que denota la presencia de un estigma hacia las personas que tienen problemas de salud mental hace referencia a las palabras empleadas para referirse a ellas y al uso de términos como locos, zumbados o enfermos, estigmatizante y poco inclusivo.
El estudio también analiza la distancia social y la opinión respecto a la distancia de los servicios para estas personas. Respecto a la distancia social, uno de los indicadores clave sobre el estigma, un 44,4% muestra una intención media-baja de acercamiento a las personas con un problema de salud mental. Mientras, un 65% de las personas entrevistadas rechaza vivir con una persona con trastorno mental, y a un 40% no le gustaría que sus hijos se relacionasen con personas con problemas de salud mental.
Respecto a la distancia de los servicios y la pregunta de si les gustaría disponer de centros de atención y tratamiento en el barrio de residencia para esta población, sólo un 6,1% muestra su oposición mientras que un 67% indica que le gustaría contar con ese tipo de recursos en su barrio.
Por último, respecto a las actitudes hacia las personas con problemas de salud mental, un 42,32% de las personas entrevistadas manifiestan tendencias autoritarias. Factores como la coacción para que la persona se ponga en tratamiento (6,45/9), la creencia de que van a necesitar ayuda de forma recurrente (6,44/9) o la pena (5,88/9) aparecen también con puntuaciones medias/altas.
Una de las mayores diferencias encontradas en el presente estudio hace referencia al hecho de que las personas que han vivido la experiencia en primera persona de los problemas de salud mental presentan un estigma más bajo que el resto de la población en todas las medidas. Del mismo modo, teniendo en cuenta el contacto con personas con problemas de salud mental, aquellas personas que conocen a alguien con esta condición tienden a estigmatizar mucho menos, con diferencias significativas cercanas al 50% con respecto a las personas que no tienen gente conocida con problemas de salud mental.
En relación con el género de la persona que responde, los resultados generales parecen apuntar a que los hombres son significativamente más autoritarios, mientras que las mujeres son más benevolentes y exponen mayores creencias de pena, peligrosidad y miedo.
Así, la mujer con un problema de salud mental parece ser vista como más necesitada de ayuda, del mismo modo que se es más autoritario hacia ellas. Mientras que, en el caso de los hombres con un problema de salud mental, parecen ser vistos como más peligrosos, generando así más miedo y culpa hacia ellos.
Personas sin hogar
De acuerdo con los datos de la encuesta el 1,3 % de la población española (600.000 personas) habría estado en situación sin hogar. Los datos apoyan una doble realidad: la invisibilización de un problema y, en segundo lugar, la idea de que las personas sin hogar no son un grupo estanco y estable, sino que es una condición que afecta a muchas personas de forma más permeable a lo largo del tiempo. De forma complementaria, un 3,7% ha convivido con una persona que ha vivido en situación sin hogar y un 18,1% reconoce conocer a alguien en esa situación.
La buena disposición de las personas entrevistadas a hablar de la situación sin hogar que pudiera estar viviendo otra persona (el 91,7% se muestra dispuesto a hablar del tema) es una buena señal. Sin embargo, uno de los puntos que denotan la presencia de un mayor estigma hacia estas personas hace referencia a palabras como indigente (16,2%), vagabundo (14.6%) o mendigo, empleadas para referirse a las personas afectadas.
En el caso de los medios de comunicación, un 50,7% de la muestra considera que habría que informar de esta situación cuando la persona comete un delito, a pesar de que la difusión pública de esa información puede considerarse un comportamiento estigmatizante.
Respecto a la distancia social y la distancia de los servicios sólo un 11,5% muestra su oposición, un dato que contrasta con los movimientos de rechazo vecinales cada vez que se propone la ubicación de un nuevo servicio para personas sin hogar.
Por condiciones sociodemográficas, los datos arrojan que los jóvenes muestran un nivel de distancia social más bajo que los mayores respecto a las personas sin hogar y puntuaciones más estigmatizantes en peligrosidad, miedo y culpa; mientras que el grupo de mayor edad muestra puntuaciones más estigmatizantes en las dimensiones de ayuda y coacción. Por último, a mayor nivel de estudios, la intención de acercamiento hacia las personas sin hogar es más alta, a la vez que se reducen las atribuciones negativas.
En cuestión de género, los datos muestran que los hombres sin hogar son más estigmatizados, mientras que las mujeres estigmatizan menos y son más inclusivas.
Una de las mayores diferencias encontradas en el presente estudio hace referencia a la constatación de que las personas que han vivido la experiencia en primera persona de la situación sin hogar presentan un estigma mucho más elevado que el resto de la población en todas las medidas empleadas y con un tamaño del efecto muy significativo que llega a estar por encima del 80%.
Discapacidad Intelectual
En cuanto a la discapacidad intelectual, los datos de contacto directo señalan que 1 de cada 10 personas dice convivir con una persona con discapacidad intelectual, y la mayoría (64%) conocen a una persona con esta condición.
La buena disposición de las personas entrevistadas a hablar de la situación de discapacidad intelectual que pudiera estar viviendo otra persona (el 95,2% se muestra dispuesto a hablar del tema) es una buena señal. Sin embargo, uno de los puntos que denotan la presencia de un estigma hacia las personas con discapacidad intelectual hace referencia a las palabras empleadas para referirse a las personas afectadas como, deficientes, retrasados, disminuidos o en menor presencia, subnormales o mongolos.
En el caso de los medios de comunicación, resulta especialmente relevante que el 65% de la muestra espere que, ante la comisión de un delito, los medios de comunicación informen de la condición de persona con discapacidad intelectual aunque la inclusión de esa información vulnera en la mayoría de los casos la leyes de protección de datos, no aporta información relevante y refuerza la responsabilidad de los medios en la perpetuación de estereotipos, prejuicios y conductas discriminatorias.
En cuanto a distancia de los servicios para personas con discapacidad intelectual sólo un 2,7% muestra su oposición. Un dato que contrasta con los ofrecidos hacia personas sin hogar que ofrece porcentajes sensiblemente menores en aceptación (en torno al 60%) y mayores en rechazo (en torno al 10%).
En cuanto al género, las mujeres son percibidas con más necesidad de ayuda, y los hombres son más estigmatizados en actitudes de culpa, enfado, evitación y coacción.
Resulta también llamativo, como en el caso de las personas sin hogar, una de las mayores diferencias encontradas en el presente estudio: la constatación de que las personas que han vivido la experiencia en primera persona de la discapacidad intelectual presentan un estigma más elevado que el resto de la población en atribuciones estigmatizantes
Metodología. Un análisis cualitativo y cuantitativo
La investigación de la Cátedra UCM-Grupo 5 Contra el Estigma se ha centrado en tres colectivos que según la propia OMS (2013) han sido sistemáticamente estigmatizados y discriminados a lo largo del tiempo, viendo reducidos considerablemente sus derechos y acceso a oportunidades sociales y sanitarias.
El estudio titulado “El estigma en la población española. Una mirada hacia las personas con problemas de salud mental, sin hogar o con discapacidad intelectual” se ha realizado en dos fases: en primer lugar, para conocer y dar voz a las personas afectadas por cada condición, se ha realizado un estudio cualitativo (6 grupos focales y entrevistas en profundidad) en las poblaciones de interés (salud mental, discapacidad intelectual y situación sin hogar). En segundo lugar, se ha desarrollado una encuesta cuantitativa con una muestra de 2.775 personas, que se ha combinado los resultados obtenidos en la fase cualitativa con escalas estandarizadas.
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