Inmersos en pleno proceso de transformación tecnológica, solemos hablar de la necesidad de formar a los jóvenes en las profesiones del mañana; de dotarlos de las capacidades y habilidades necesarias que les permitan desarrollar su futuro en una sociedad que sabemos será 100% tecnológica.
Y, aunque no nos falte razón, hace que nos olvidemos de dar voz a uno de los colectivos más afectados, el de los profesionales del presente; profesionales que, con un bagaje y una experiencia de más de treinta años, se están viendo relegados a un segundo y tercer plano.
Los datos ponen de relieve esta gran brecha digital. El colectivo de mayores de 50 años ha sido uno de los más perjudicados por los despidos provocados por la crisis sanitaria y económica, y sin duda, serán los que más dificultades tengan para encontrar trabajo. De hecho, según las cifras aportadas por el INE durante el pasado año, en España un 50,2% de los desempleados de larga duración, aquellos que llevan siéndolo más de 12 meses son mayores de 50 años; unas 943.000 personas.
Sin embargo, y en contra de lo que muestran estas cifras, el talento humano es el valor más importante de una organización. A partir de los 50 es cuando el liderazgo muestra su mejor versión y son los líderes sénior los que demuestran un rendimiento superior en la gestión de equipos. Por ello, debemos evitar perder ese conocimiento.
Tenemos lo más importante, la experiencia, el talento y las ganas de aprender; pero nos falta ser capaces de guiar y acompañarlo en una formación adaptada a las necesidades reales del mercado. Según la OCDE, tan sólo 4 de cada 10 personas adultas participan en programas de formación o recualificación; una cifra muy baja teniendo en cuenta el gran proceso de transformación en el que nos encontramos.
Es momento de parar y reflexionar, de visibilizar la necesidad de garantizar un compromiso de formación continua para todas las edades. Es el momento de trabajar de manera conjunta para que compañías, centros de formación y Administraciones Públicas pongan el valor el talento sénior y que este no se quede atrás en los procesos de transformación; para que reciclar sus conocimientos y adquirir nuevas habilidades que potencien sus perfiles profesionales se convierta en una de las prioridades a la hora de gestionar el talento.
Es el momento de desarrollar iniciativas que ayuden, a través de programas de formación continua, de upskilling y reskiling, a formar en las habilidades tecnológicas que permitan garantizar que esa experiencia y ese liderazgo continuará aportando valor. El momento de romper las barreras que nosotros mismos estamos construyendo y ayudar a que la tecnología sea más inclusiva que nunca.
La experiencia que la tecnología no debe dejar atrás
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